Teatro

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La luz detrás del vibrador

Julio Manrique dirige en La Villarroel «L'habitació del costat» sobre el invento del consolador eléctrico

La compañía, con Julio Manrique en medio, en la Casa Rocamora que ha servido de imagen promocional de la obra
La compañía, con Julio Manrique en medio, en la Casa Rocamora que ha servido de imagen promocional de la obralarazon

Julio Manrique dirige en La Villarroel «L'habitació del costat» sobre el invento del consolador eléctrico.

La historia de la sexualidad tiene sus subterfugios. Existen historias y leyendas tan asombrosas que han pasado a ser consideradas como verdad simplemente porque quien haya inventado algo así lo merece. Por ejemplo, en 1994, Rachel Maine publicaba el ensayo «La tecnología del orgasmo» que afirmaba que era una práctica habitual en el siglo XIX que los doctores estimularan manualmente el clítoris de las mujeres diagnosticadas con histeria para llevarlas al paroxismo que acababa con una serie de convulsiones al parecer destensadoras y relajantes. Es decir, las llevaban al orgasmo sin tener ni idea de que era lo que realmente les ocurría.

La historia, que no estaba corraborada por los suficientes datos y testimonios para determinar que era una práctica extendida y un procedimiento clínico paradigmático, ya era en sí mismo algo asombrosa como para despreciarlo. Pero todavía tenía un último giro, «un punchline» de chiste, a este fascinante relato. Estos doctores masturbadores llegaban a tener la mano agarrotada, con principio de tendinitis, ya que sus prácticas gozaban de gran éxito. Para liberarse de este tremendo esfuerzo masturbador, hubo de uno de estos doctores que inventó el primer vibrador eléctrico a baterías. Vio el invento de un sacapolvos eléctrico y se le hizo la luz. Pensó que el mismo principio podría utilizarse para el masaje clitoidal. La historia, como se puede comprobar, es demasiado absurda como para que ahora los historiadores nieguen la mayor.

Estamos hablando de 1883, en pleno Londres victoriano. Estamos hablando de una sociedad de recato y guardar las miserias bajo llave. Es el mismo mundo en que Jack el Destripador hacía de las suyas. Y aquí aparece un doctor que, harto de que le duela la mano masturbando a sus pacientes, inventa el vibrador.

Del cine al teatro

En 2011, bajo el nombre de «Hysteria», los ingleses realizaron una adaptación cinematográfica con toque de comedia romántica con esta premisa. Hugh Dancy, Maggie Gyllenhal y Felicity Jones protagonizaban una cinta que era una especie de «Cuatro bodas y un funeral» con vibrador que pasó sin pena ni gloria por las pantallas. Sin embargo, dos años antes, la dramaturga norteamericana Sarah Ruhl había utilizado esta misma historia para crear una onírica, salvajemente poética, maravilla teatral a medio camino entre Lorca y Chejov. «In the next room (The vibratory play)» nos llevaba dentro de la casa y la consulta del ingenioso doctor y contraponía su trato con sus pacientes con la relación que tenía con su propia mujer.

Su repercusión fue brutal, siendo nominada al premio Pulitzer de teatro de aquel año y asentando el prestigio de Ruhl como una de las creadoras más particulares y asombrosas de la dramaturgia anglosajona contemporánea. En el Grec de 2010, con toda la fiebre por esta obra en pleno apogeo, se pudo ver su «Eurydice». El impacto fue tal que Josep Maria Pou intentó llevar la historia de esta «Habitación de al lado» a nuestros escenarios con Aitana Sánchez Gijón y Maribel Verdú. Al final no pudo ser, pero ahora sí nos llega por fin de la mano de la compañía La Brutal y la dirección siempre exquisita de Julio Manrique.

La Villarroel acoge hasta el 3 de febrero «L'Habitació del costat», fábula de época que a través de un lenguaje propio y un humor lírico nos presenta al Doctor Givings, especialista en trastornos ginecológicos derivados de la histeria que empezará a utilizar el vibrador para intentar «curar» a la aséptica sociedad victoriana ante los ojos estupefactos de su mujer. Ivan Benet es el doctor, mientras Carlota Olcina interpreta a su mujer, que acaba de tener un hijo. Junto a ellos, Mireia Aixalà, Xavi Ricart, Pol López, Adeline Flaun y Alba Florejachs. «Cuando leí el texto, tuve la sensación de descubrir una mirada nueva, una manera diferente de narrar», comenta Manrique, el último de los enamorados de Ruhl.