Libros
La oficina más alegre del mundo
Libros del Asteroide publica una antología de las viñetas de «The New Yorker»
Las historias de oficina son las mejores, porque todas acaban igual, con alguien riendo. Como esa en la que uno escribe un mail quejándose de su jefe, con palabras de esas que hacen hasta relinchar a los caballos «¡queeé!», y no se da cuenta que se lo envía con copia a todos, inclusive al jefe, que le encanta que le insulten, seguro, pero parece que no que le insultes ese. Supongo que es mala suerte, pobre. El jefe se levanta, grita al despistado que entre en su despacho y todos los demás se ríen porque, primero y más importante, no son ellos, y segundo, porque es tan terrible si fuesen ellos que lo mejor es reírse. Por eso sí que hay algo mejor que una historia de oficina, y es una viñeta cómica.
Después de presentar «El Dinero en The New Yorker», la editorial Libros del Asteroide publica ahora «La oficina en The New Yorker», una selección de las mejores viñetas cómicas de la celebrada revista centradas en el microuniverso que es la oficina. Seleccionado por Jean-Loup Chiflet, el libro recoge más de medio siglo de chistes sobre el trabajo de la mano de dibujantes de la talla de Robert Mankoff, Leo Cullum, Tom Cheney, Peter C. Vey o Lee Lorenz. «Lo que deja claro esta antológica es que en los últimos 50 años ha cambiado muy poca cosa en la oficina. Nuestra vida profesional, llena de códigos, ritos y sobreentendidos puede ser una mina de oro para los humoristas», afirma Chiflet.
Las viñetas van mucho más allá de la caricatura y son una ácida crítica al mundo de la empresa. Como no, los que más sufren la ira de los dibujantes son los grandes ejecutivos, los dueños de las firmas y la corrupción asociada a los altos cargos, pero el trabajador de pie, sumiso y obediente, no queda mejor parado.
Desde el dibujo clásico de Leo Cullum a la sátira de pequeños trazos de George Booth, la variedad de viñetas es absoluta. Los mejores, Ed Fisher o Bruce Erin Kaplan. Un marido fantasmal, con su maletín a cuestas, regresa a trabajar. Su mujer, al verle, le dice, «Mira, es una estupidez que salgas del trabajo deprimido cada día, ¿por qué no te quedas allí y listo». Y «boom», el hombre seguro que se siente mejor. Aunque la verdadera estrella es Mankoff. Uno de esos jefes que no le gusta que le insulten está al teléfono. «No, el jueves estoy fuera. ¿Qué tal nunca? ¿Le va bien nunca?».
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