Barcelona
La palabra conquista el Sónar
El autor Bruce Sterling y la poeta Kate Tempest causan sensación en la segunda jornada del festival
El autor Bruce Sterling y la poeta Kate Tempest causan sensación en la segunda jornada del festival
Todavía con la resaca de Chemical Brothers encima, el día se levantó con fuertes expectativas. Desde luego, su espectáculo adrenalítico, música para atracar bancos en definitiva, había calado hondo y no había nada que predijese que la segunda jornada del Sónar no iba a ser igual. El día empezó un poco más calmado, pero no tardó el in crecendo con traca final que hace saltar la banca. Los locales Headbirds empezaron con una sobredosis de graves para que el corazón pareciese a punto de ser arrancado por el malo de Indiana Jones y el Templo Maldito. Luego, resultó que sólo era un carterista, pero otro «beat» salvaje lo tumbó al suelo.
En el SonarComplex, el inglés Russell Haswell abrió una botella de cava, sonó a «pop» y el público lo coreó a rabiar. Luego su experimentalismo de sonido de agujas y cristales rotos no consiguió más aplausos. Debería haberse limitado a abrir dos mil botellas de cava. En el SónarVillage, uno de los platos fuertes del día, el sensible Owen Pallett, sacó su violín y su pop delicado con bases electrónicas puso a todos tiernos. Su música es ideal para amar a las gaviotas y añorar el New Age. Triunfó, aunque no tanto como Kate Tempest, la poeta laureada transformada en MC, que puso patas arriba el SonarHall con su carga política, sus deseos de rebelión individual y su puesta en escena que centraba toda la atención sobre ella. Es maravilloso cuando el hip hop se entiende y no habla de «bitches». El momento «spoken word», con una dicción perfecta hablando del concepto de verdad y el poder mágico de la palabra, fue el minuto de oro del día. El escritor Javier Calvo no parecía muy impresionado y se fue, pero no es extraño, un día un gorrino marrano con una bayoneta le regaló una croqueta y ni se inmutó.
La marabunta era cada vez más mara y sobre todo más bunta. Había gente por todas partes y se oía perdón en 18.000 idiomas. Y nadie perdonaba, o al menos nadie contestaba con gallardía. Una de dos, o había un problema de comunicación en esta Torre de Babel futurista o la mala educación es universal y se expande y llegará el día en que tódo solo será un espacio negro y frío. El calor era, en esos momentos, asfixiante, lo que era un atenuante. Lo mejor era ir al auditorio climatizado del SónarComplex a oír música de ballenas que le dieran demasiado al ácido y al reverb. El dúo KTL llevó al público a las profundidades del océano, en una penumbra azulada que quedaba de fábula con los truenos industriales que disparaban sus maquinitas. Uno hasta creyó ver a Ariel, la Sirenita, pero sólo era un poeta cursi que tenía miedo y añoraba a su mamá. Una experiencia sonora rara, pero por momentos brillante.
Los islandeses Kiasmos, con sus atmósferas nocturnas y virginales, despertaron del letargo al público. Consiguieron, a base de entusiasmo, contagiar su pasión al público, bailando como en un aquelarre en el bosque, donde los duendes brindan con borgoña y los banshees se suenan en las flores. Electrónica rural, nocturna, hechizada, que despertó la imaginación de la gente.
Y entonces llegó Bruce Sterling, el gurú cyberpunk, y su conferencia fue lo más divertido y revolucionario del día. Cerraba las conferencias del Sonar +D y habló de los cinco reyes feudales de la actualidad, Google, Amazon, Facebook, Microsoft y Apple, que controlan como tiranos al mundo y a sus usuarios. Para Sterling, sus innovaciones nada tienen que ver con tecnología o el consumidor, sino en encontrar modelos de negocio que más les benefician a ellos. Son exactamente iguales a Detroit y, tarde o temprano, acabarán igual.
Sterling es un tejano con ingenio que vive en Turín y que en los 80 se inventó el término cyberpunk. Dijo que los músicos eran unos pioneros en que los «avances» tecnológico te dejen tirado en la cloaca y que después de ellos vendrán todos los otros creadores y que al final llegaremos todos los demás. «Si un músico quiere tener éxito hoy día tiene que convertirse en cómico de vodevil, bailar y contar chistes y esperar que al final pueda vender camisetas y souvenirs», señaló.
Sólo quedaba la traca final, Squarepusher, y su espectacular audiovisual, culmen del increcendo de la jornada. El primer día del Sónar fue la luz, el segundo, la palabra, y el tercero, ¿será la mujer? Dios, el Sónar parece la biblia, ¡el génesis! ¡¡Oh, yeah!!
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