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Las locuras de la riqueza no cambian

Caixa Fórum vuelve a aliarse con el British Museum para una muestra sobre los desvaríos de la riqueza

Un pez de oro del siglo IV antes de Cristo para albergar aceites perfumados
Un pez de oro del siglo IV antes de Cristo para albergar aceites perfumadoslarazon

CaixaFórum vuelve a aliarse con el British Museum para una muestra sobre los desvaríos de la riqueza

Nabucodonosor II era un rey babilonio de la dinastía caldea que en el siglo VI antes de Cristo se casó con la hija de Ciáxares, el rey medo. Conformó así un imperio de históricas proporciones. Su esposa pronto empezó a echar de menos la belleza verde de las montañas de su tierra y para que su mujer pudiese abrir la ventana de su palacio y sentirse como en casa, Nabucodonosor decidió construir los famosos jardines colgantes. El problema es que para conseguir levantar ese extático jardín necesitaba cuidados sólo aptos para reyes, con el traslado de miles de kilómetros de semillas, plantas, flores y agua, mucha agua, traída de donde fuese.

No era el primero en hacer algo así. El rey asirio Senaquerib ya hizo una réplica de los paisajes de las montañas en la ciudad santa de Nínive. La riqueza siempre ha empujado a la ostentación, a reclamar la belleza, a encerrarla en objetos de lujo, porque así parece más importante de lo que en realidad es. Asirios, babilónicos, fenicios, persas, griegos, todos hicieron del lujo el creador de reyes. Y eso es algo que no ha cambiado 3.000 años después.

CaixaFórum acoge, en colaboración con el British Museum, la exposiicón «Lujo. De los asirios a Alejandro Magno», que propone un viaje al inicio del desvarío del poder por la belleza exclusiva a través de 200 objetos. Marfiles, joyas, relieves, vidrio, oro, metales evocan el inicio de la codicia entre los años 900 y 300 antes de Cristo, desde el esplendor asirio hasta la muerte de Alejandro Magno, que ocupó todos los territorios de Bulgaria a las montañas de La India. «Fueron unos años en que la calidad y cantidad de estos objetos provocó que se iniciase un nuevo tipo de comercio», dice Alexandra Fletcher, comisaria de la muestra.

La exposición acoge maravillas como las primeras monedas de la historia, pequeños compuestos de oro y plata del tamaño de un botón que simplificaron el comercio, hasta entonces basado en extraños sistemas de pesos. Las monedas, del 650 antes de Cristo, son una petición de Creso, el último rey de Lidia, y el primer personaje célebre por su extraordinaria riqueza. «Es rico como Creso» se diría a partir de entonces. «Esto simplificó el comercio al máximo. Fue como ahora el contactless, que nos permite no tener que llevar dinero encima», asegura Fletcher.

La suntuosidad se puede ver en exquisitos peces de oro utilizados como recipientes, en elegantes colgantes o copas con mangos en forma de cabezas de toro. La muestra permite ver cómo se desarrolló el comercio, cómo se estableció el pillaje y motivó guerras en territorios ricos en metales, en un dibujo de la riqueza como irresistible capricho de diferenciación. Tanto es así, que también hay ejemplos de copia demostrando que si no hay riqueza, siempre ha habido quién quería parecerlo.