Libros
Las mentiras detrás de la guerra contra las drogas narcotráfico
El periodista Johann Hari se sumerge en los 100 años de prohibición narcótica en el ensayo «Tras el grito» (Paidós)
El periodista Johann Hari se sumerge en los 100 años de prohibición narcótica en el ensayo «Tras el grito» (Paidós)
Fred Martens es un policía de Nueva Jersey, mítica ciudad escenario de «Los Soprano». Una noche, estaba de incógnito en el aparcamiento de una licorería vigilando a un «camello». De repente, un niño de doce años se le acercó y, mostrándole un billete de 20 euros, le preguntó si sería tan amable de comprarle unas cervezas. «Vete de aquí, mocoso», dijo el policía y se quedó mirando cómo se marchaba el chavalito. «Hornston me dijo que lo que vio fue como una epifanía. El niño se acercó al camello, le dio los 20 euros, y le compró la droga. Para los niños es mucho más fácil su acceso a la droga que al alcohol. Está claro que algo hacemos mal», comenta Johann Hari, periodista que acaba de publicar «Tras el grito» (Paidós), ensayo en que radiografía los 100 años de lucha contra las drogas.
El libro se basa en las conversaciones de Hari con toda clase de personas, protagonistas de una guerra que en 100 años ha matado a más gente que la I Guerra Mundial, pero que no ha avanzado nada en todo este tiempo. «El gran problema de esta guerra es que despersonaliza a sus víctimas, sus historias se pierden en estadísticas y estudios, y quería dar voz a todas estas personas que no son en nada diferentes a cualquiera de nosotros», señala Hari.
A partir de estas conversaciones, que incluyen policías, sicarios, transexuales, médicos, presidentes de Uruguay y un larguísimo etcétera reconstruímos la historia de esta lucha implacable contra el imperio de la droga, con tres personajes claves, Billie Holiday, la célebre cantante de jazz y toxicómana; Harry J. Anslinger, el capo del FBN, la primera agencia de narcóticos estadounidense fundada en 1930; y Arnold Rothstein, el mafioso que fue el primero de ver las posibilidades de negocio detrás de las drogas, dejando un ramillete de muertes detrás sin precedentes. «Lo más triste del inicio de esta guerra es que no fue por motivos de salud pública, o para proteger a los niños, sino que tienen su base en el odio racial, para intentar controlar a los afroamericanos, los chinos, los hispanos, que en los años 20 y 30 creían descontrolarlos y era necesario mantener el orden y el status quo», señala Hari.
Un ejemplo, Holiday fue perseguida, intentaron prohibir que volviese a cantar y acabó detenida y esposada a una camilla. Judy Garland, toxicómana también, sólo le recomendaron un hospital donde descansar. Otro ejemplo, Joseph McCarthy, gran castigador del gobierno americano contra los comunistas, era un «yonqui». ¿Quién le conseguía la droga? Su amigo Harry Anslinger.
La criminalización de la heroína, por ejemplo, está basada en un estudio con ratas de principios del siglo XX. Se colocaba a una rata en una jaula con dos vasos, uno con agua y otro con agua con heroína. La rata siempre prefería la segunda y acababa por morir de sobredosis. La conclusión, la heroína era un veneno horrible. Sin embargo, en los años 70, un tal Bruce Alexander vio un problema en ese experimento. En lugar de una jaula, construyó una especie de «paraíso» para las ratas, con amigos, sexo, juegos, comida en abundancia, etc. En este escenario, las ratas no volvían al vaso con heroína. «Está claro que la clave de la adicción no está en la heroína. Si tienes un accidente de coche, en el hospital te darán una heroína mucho más fuerte de la que puedas conseguir en la calle. Sin embargo, cuando te dan de alta, nadie acaba enganchado. La base de la adicción, por tanto, está basado en la circunstancia vital y está claro que la estigmatización, la criminalización, la falta de apoyos agraban el problema, no lo solucionan, como hace la prohibición», dice Hari.
En Vietnam, el 20 por ciento de los soldados consumían heroína. El gobierno temía que tuviesen un problema al volver a casa. ¿Qué pasó? Nada. «Imagina volver a casa después de vivir en una jungla donde puedes morir a cada segundo. Es como pasar de una jaula sólo con agua al paraíso de las ratas», comenta Hari, que no defiende las drogas en absoluto, pero es plenamente consciente que legalizarlas es la solución.
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