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«Las naciones y las fronteras nunca han tenido sentido»

«Las naciones y las fronteras nunca han tenido sentido»
«Las naciones y las fronteras nunca han tenido sentido»larazon

A los 14 años, el escritor Nadeem Aslam tuvo que exiliarse a Londres, después de que expulsaran a su padre de Pakistán. Sólo sabía urdu y tuvo problemas para adaptarse a su nueva situación. Sin embargo, perseveró y ahora es uno de los más reputados escritores ingleses. Acaba de editar «El jardín del hombre ciego», novela lírica y cruel sobre cómo es vivir en Pakistán tras el 11-S.

– ¿Qué le ha llevado a escribir sobre el mundo post 11-S?

– Siempre empiezo a escribir con un tema que quiero explicar. Luego lo voy vistiendo con personajes, sus esperanzas, sus desesperanzas, sus alegrías, miedos, deseos, etc. Quería explicar qué ha pasado en países como Pakistán o Afganistán en los últimos diez o quince años.

– ¿Estamos hablando de una crítica de la llamada «guerra contra el terror»?

– Podría parecer que es una novela centrada en la guerra contra el terror, pero no deja de ser una historia de amor. La política podría ser un contexto concreto, pero no el tema central. Todas nuestras vidas pueden estar maniatadas por estas fuerzas violentas. Me interesaba reflejar las vidas que hay detrás del terror, buscar la vida cotidiana que se cuela entre estos grandes dramas.

– El libro está llena de historias terribles, ¿cuántas son sacadas de la vida real, de personas o familiares que conoce?

– Yo no tengo ninguna imaginación. Todo lo que ocurre en la novela es real y busca reflejar el diferente espectro de emociones de las personas en conflicto. Los soldados capturados y violados, la joven viuda con un hijo, invisible para los demás, los jóvenes que dejan a sus mujeres para ir a la guerra en Afganistán sin saber qué hacen allí. Son historias duras, pero como decía Toni Morrison, si ellos pudieron vivirlo, yo puedo escribirlo. Y yo añado, entonces, los demás pueden leerlo.

– ¿Cómo es el Pakistán de hoy día?

– Hay problemas, claro, pero también mucha esperanza. Es un país que sólo tiene 66 años. Pasé muchos años sin poder volver a Pakistán. Era pobre y no podía hacer nada. En los últimos años he podido volver y he hablado con muchas personas, gente que cuando sale de casa le dice a su familia que no sabe si volverá, gente llena de coraje y honestidad. Ese es mi país.

– ¿El islamismo radical es su principal problema?

– La desigualdad es el problema, no la religión. Los talibanes han hecho creer al mundo que la «yihad» significa guerra contra los infieles, pero no es así. También significa sonreír a una persona ruín, o ser amable con gente que no lo merece. El problema del islamismo radical es que ha creado un gran prejuicio global contra el islam.

– ¿Escribe para vencer esos prejuicios?

– Escribo para dar visibilidad a quien no la tiene, para que se conozcan las pequeñas tragedias diarias, lejos de los grandes titulares de Prensa. Las naciones y las fronteras nunca han tenido sentido. Yo soy de donde esté la persona que amo, es ahí donde pertenezco.

– ¿ En los países islámicos se le lee de forma diferente?

– Envié el manuscrito de la novela tanto a mis editores europeos y americanos como a los de India y Pakistán. La primera respuesta de los europeos fue que era una novela dura y oscura. Sin embargo, la respuesta en India fue todo lo contrario, que era una obra hermosa, llena de luz. Las mismas palabras, pero la respuesta contraria. Eso ya dice mucho.

– ¿Qué recuerda de su expulsión de Pakistán a los 14 años?

– Mi padre era comunista y luchaba por que occidente dejase de armar a los muyaidines. Nadie le hizo caso y le expulsaron del país. Quince años después, se demostró que tenía toda la razón. Es otro caso de la necesidad de dar altavoces a la gente que no lo tiene porque una pequeña tragedia personal puede llevar a un gran terremoto. La novela prueba esto. La historia es nuestro tercer padre.