Navidad
Luces de Navidad
Historia de una tradición
Para explicar la iluminación navideña hay que remontarse, según algunos, al origen pagano de estas fiestas cuando a través del fuego se representaba al sol, cuya influencia benéfica se hacía más visible, por ausente y añorada, en el solsticio de invierno.
Para explicar la iluminación navideña hay que remontarse, según algunos, al origen pagano de estas fiestas cuando a través del fuego se representaba al sol, cuya influencia benéfica se hacía más visible, por ausente y añorada, en el solsticio de invierno.
Buscando fuentes más cercanas, hay quien fija el comienzo de la tradición en Thomas Alva Edison, el inventor de la bombilla incandescente, que aprovechó al parecer el espíritu navideño de 1880 para dar a conocer su descubrimiento iluminando con vistosas lámparas incandescentes su laboratorio.
A otro norteamericano, Edward Johnson, le cabe el honor de haber sido el primero en iluminar un árbol de Navidad con 80 luces. Ocurrió en 1882, y los publicistas de la época se apuntaron enseguida a la idea. Tanto es así que, pocos años más tarde, en 1900, la compañía General Electric anunciaba como reclamo de ventas las luces decorativas de la Navidad.
La novedad se fue generalizando y extendiendo por todo el mundo, y el uso de las velas, que era la decoración tradicional de los hogares alemanes, quedó definitivamente arrumbado.
De los hogares pasó a las calles. En Barcelona fue pionera la calle Petritxol, que, por iniciativa de los propios vecinos, se decoró con la nueva iluminación en las navidades de 1952. Siguió su ejemplo la calle Pelai en 1959, a impulsos también de los vecinos y comerciantes, con lo que puede considerarse esta fecha como el inicio de la moderna tradición posteriormente institucionalizada.
De este modo, y bajo el patrocinio y supervisión del Ayuntamiento, la iluminación de las calles, junto con el pesebre, se ha convertido cada año en uno de los principales atractivos de la ciudad de Barcelona por estas fechas. Y también en esto, como en tantas otras cosas, compite por atraer la atención con otras muchas ciudades, como Málaga, Vigo o Puente Genil (Córdoba) en España, y Viena, Praga o Berlín en Europa, empeñadas todas ellas en animar el consumo y alegrar los paseos de vecinos y turistas con el fulgor de sus luces.
Por cierto que las de Barcelona empezaron a brillar el pasado 22 de noviembre y lo seguirán haciendo hasta el próximo 6 de enero, desde las seis de la tarde hasta las once de la noche los días laborables, media hora más con respecto a años anteriores a fin de cubrir más tiempo del horario comercial.
Son en total más de 100 kilómetros de calles con luces repartidos por los diez distritos y los setenta y tres barrios que constituyen la ciudad. La inversión municipal ha ascendido a un total de 1,1 millones de euros, de los que 860.000 han sido para financiar los gastos de iluminación callejera. La otra mitad, como es ya habitual, ha corrido a cargo las asociaciones de comerciantes, que son las que han elegido las calles que se habían de iluminar.
Pese a todo, no son pocas las voces que se han alzado lamentando que Barcelona no luce como debiera por Navidad, y que el alumbrado es pobre, escaso y anticuado. Para más inri, el tramo central de la Diagonal se ha quedado sin luces por la quiebra de la empresa proveedora y la negativa de la asociación de comerciantes de la zona a continuar sufragando los gastos. Y el Señor Invierno, la marioneta gigante de cuatro metros de altura que el Ayuntamiento ha escogido este año como emblema no ha contribuido a apaciguar la polémica, avivada aún más por el más que chocante pesebre de Sebastiá Brosa que adorna la plaza de Sant Jaume.
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