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Premiando a un señor de Barcelona

El Nacional de Fotografía recae en el maestro Leopoldo Pomés que publicará el próximo año sus memorias

Leopoldo Pomés, ayer, en su casa de Barcelona, tras conocerse que había ganado el Premio Nacional de Fotografía
Leopoldo Pomés, ayer, en su casa de Barcelona, tras conocerse que había ganado el Premio Nacional de Fotografíalarazon

El Nacional de Fotografía recae en el maestro Leopoldo Pomés que publicará el próximo año sus memorias.

«No me lo esperaba, pero, modestia aparte, creo que me lo merezco». De esta manera hablaba ayer con su inconfundible humor el fotógrafo Leopoldo Pomés, uno de los grandes autores detrás de la cámara, tras conocer que había ganado el Premio Nacional de Fotografía. El jurado de este galardón dotado con 30.000 euros considera que se lo merece por «haber participado en la configuración de nuestro imaginario colectivo, introduciendo un nuevo lenguaje fotográfico dentro de la publicidad, con una mirada renovada a la sociedad de su época». El hombre al que Vázquez Montalbán acusó de haber erotizado con sus míticos anuncios del coñac Terry, ayer conversó con este diario sobre lo que ha sido una larga e influyente carrera artística.

Pomés, el hombre que retrató a la «gauche divine», rememoró cómo empezó todo, cuál es el origen de su pasión por la mirada. «Yo era muy mal estudiante. Mi padre tenía una prima que trabajaba en una librería en la calle Fontanella que se llamaba Herederos de la viuda Pla. Yo me iba allí los jueves, que era el día que teníamos libre en los Maristas, que era donde estudiaba. Allí había una mesa larga llena de libros y empecé a hojear uno con láminas. Fue mi primer encuentro con la obra de Urgell. Volví otro día y, de nuevo, me encontré con una obra de Urgell. Todavía recuerdo que la prima de mi padre le dijo al dueño “al niño le gusta Urgell”. “Hay gustos para todo”, le contestó».

Con el tiempo, Pomés siguió la estela de Urgell y hoy, por una feliz casualidad, tiene su domicilio y taller en la que fuera casa del pintor en el barrio de Gràcia, con alguna obra de ese artista en las paredes de su casa. «Me acuerdo que en mis inicios me decía que cuando fuera mayor me compraría un cuadro de Urgell. Medio año después ya me ganaba bien la vida y me pude comprar uno. Yo tenía veinte años», explica el nuevo Premio Nacional de Fotografía.

Hemos hablado del hechizo de la imagen, pero, ¿y el de la fotografía? Para ello me muestra un ejemplar de su poemario «Vidre de nit seguit» que publicó hace cuatro años Quaderns Crema. La portada del libro es un maravilloso retrato de perfil de Núria Closas, quien fuera su primera modelo. «Cuando hice aquella fotografía me di cuenta que entraba en un mundo que no abandonaría nunca más».

El primer estudio fotográfico lo instaló Pomés en casa de sus padres. «Para mí la felicidad llegó cuando descubrí el laboratorio. Cuando revelas el negativo, ya puedes ir viendo que la cosa había ido bien y, claro, eso es una alegría. Ver todo ese proceso es una felicidad total. Grito en el laboratorio cuando veo que las cosas han ido bien. ¡Cuántas veces desperté a mis padres con mis gritos para preguntarme qué pasaba!»

Ante la cámara de Leopoldo Pomés han posado desde los integrantes del grupo artístico Dau al Set a Julio Cortázar, Nico, Picasso o Teresa Gimpera pasando por las estrellas de Hollywood que protagonizaban las camapaña de Freixenet, que él dirigía. Es precisamente en la publicidad donde se convierte en un verdadero revolucionario, construyendo imágenes míticas que forman parte de nuestro imaginario. Una de ellas es la de una joven de largo cabello rubio a lomos de un caballo blanco. «No iba desnuda. Eso es una cosa que se ha dicho por la frase de Vázquez Montalbán que decía que yo había erotizado a España, pero no ella iba desnuda. La protagonista se llamaba Margit Kocsis y su prematura muerte es una de las que me han hecho más daño. Era una gran profesional que rodó el anuncio en Sevilla sobre un caballo blanco sin silla. No se quejó por nada y, fíjese si era profesional, que solamente pidió un descanso de diez minutos. Fue entonces cuando descubrí que tenía una parte de las piernas llagadas, pero no dijo nada y siguió haciendo el anuncio».

Con Gene Kelly

De las campañas de Freixenet, Pomés recordó ayer a los actores Pierce Brosnan y Gene Kelly como «extraordinarios porque hacían todo lo que le pedías». En el caso de la estrella de «Cantando bajo la lluvia», Pomés se reunió con él en París para presentarle su propuesta de anuncio con Kelly acompañado de las burbujitas del famoso cava catalán. «Mira, esto que me pides no te lo puedo hacer. El problema es que en España no hay las bailarinas suficientes para algo como lo que me pides. Pero puedo bailar yo», le soltó Kelly. A Pomés se le iluminaron los ojos y pudo filmar a uno de los más grandes bailarines de todos los tiempos y comprobar que «no daba ni un solo golpe de pie equivocado. Era perfecto».

Entre los proyectos más inmediatos de Leopoldo Pomés está la publicación de sus memorias en Edicions 62, un libro que aparece el próximo año y en el que el fotógrafo, publicista y restaurador da buena cuenta de lo mucho vivido y mirado. «Me han pasado cosas buenas y malas, Fue mi padre quien me influyó más», aclaró Pomés. En cuanto a las exposiciones, reconoció que tiene algo en mente y que está preparando algo, aunque prefiere no dar muchos más detalles.

Ver a Leopoldo Pomés premiado con el Nacional de Fotografía es la constatación de que su obra ha logrado el reconocimiento que merece este elegante señor de Barcelona. Cuando nos despedimos asegura que lo celebrará. Tal vez lo haga comiendo una tortilla en el Flash Flash o un plato de pasta en Il Giardinetto.