Literatura

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Queridos alienígenas

Stanley G. Weinbaum, uno de los padres de la ciencia ficción moderna
Stanley G. Weinbaum, uno de los padres de la ciencia ficción modernalarazon

El festival de cine fantástico de Sitges está dedicado a los 50 años del estreno de «Star Trek», serie que popularizó las búsqueda de culturas alienígenas, aunque fue Stanley G. Weinbaum quien lo empezó todo.

Stanley G. Weinbaum es uno de esos nombres cuyo eco, hoy algo apagado, merecería oírse por todos los rincones. Empezó a escribir ciencia ficción a los 31 años y cuatro años después moría de forma repentina. Aunque sólo necesitó esos cuatro años para cambiar el género para siempre y convertirse, sin que la mayoría lo sepan, en el genio más influyente de un sector que parece querer olvidar a sus auténticos padres. ¿Qué hizo que fuese tan original? Esa es una buena pregunta, sobre todo porque tiene una fácil contestación, dio via tridimensional a los extraterrestres. Hasta su aparición, no eran más que seres espeluznantes que sin razón ni motivo intentaban comerse al héroe de turno. Él decidió que no tenían por qué ser sólo el complemento del protagonista, sino que valía la pena ver cómo funcionaba su psique, sus costumbres, su cultura. Él insertó el relativismo cultural al género y le otorgó profundidad y eco, eco, esa extraña palabra, que hace que una lectura resuene dentro de tí mucho después de haberla leído.

El Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges está dedicado este año al 50 aniversario de la emisión del primer capítilo de la célebre saga «Star Trek», que ayudó a popularizar los viajes interestelares y el encontronazo con diferentes culturas alienígenas. Ningún capítulo tiene la gracia, la humanidad y la imaginación de cualquier relato de Weinbaum, y aún así serían incomprensibles sin él. Este año se cumplen 82 años de la publicación de su cuento «Una odisea marciana» y da igual que no sea un número redondo, el relato merece que se celebre todos los años, todos los meses y hasta todos los días, claro que sí.

Los escritores pueden quejarse ahora de que la gente no lee, no compra libros, y que es difícil ganarse la vida, pero lo cierto es que nunca fue sencillo. En los años 30, aquellas célebres revistas de las que todo el mundo habla hoy con orgullo como «Amazing stories» o «Weird tales», sólo pagaban medio centavo por palabra, y estas eran las que más pagaban dentro del género. Sin embargo, habían revistas «románticas» que sí que pagan más y ahí empezó su carrera como escritor. Sin embargo, para su talento e imaginación Weinbaum supo en seguida que tenía que centrarse en la ciencia ficción. «Por lo que recuerdo, Weinbaum parecía mucho más aficionado a sus seres extraterrestres que a los terrestres, y hacía bien. Presenciar como se desenvolvían sus creaciones fantásticas resultaba una espléndida lección en el arte de infundir un sentimiento de simpatía», comentaba Robert Bloch, genio del género de terror y autor de «Psicosis», que coincidió con este autor superdotado a principios de los años 30 en los «fictioneers», reuniones de escritores que se contaban sus historias y se daban consejos unos a otros.

Como bien explica Isaac Asimov, Weinbaum fue, junto a E.E. Smith, el inventor de la space opera y Robert A. Heinlein, el gran totem del arranque de la época dorada del género, los tres nombres clave para entender el crecimiento de la ciencia ficción. E. E. Smith ha quedado hoy desfasado y Heinlein sí que ha envejecido con energía, pero los cuentos de Weinbaum son los únicos que todavía sorprenden. «En sus cuentos la intriga, densa y bien construida, se impone en la mente del lector por la oportunidad que ofrece descubrir mundos extraños y formas de vida cada vez más fascinantes», afirmaba Isaac Asimov.

Weinbaum nació en Louisville, Kentucky, en 1902. Alumno brillante, aunque fue expulsado de la universidad, se convirtió en ingeniero químico, pero la llamaba de la literatura le hizo concentrarse en este campo. En vida sólo publicó doce cuentos de ciencia ficción, aunque otros once aparecieron póstumamente. Hoy hay quien lo desprecia por estrafalario y pintoresco, lo que no tiene ningún sentido, porque sería como cargarse «Crimen y castigo» por ser profundo y psicológico. Murió a los 34 años a causa de un cáncer de pulmón.

En el número de julio de 1934 de «Wonder stories» aparecía «una odisea marciana», la historia de una tripulación en marte que se tropieza con una extraña sucesión de marcianos, sobre todo con Tweel, una especie de avestruz gigante que salta cada dos por tres 30 metros y clava su enorme pico en la arena. Jarvis, alter ego de Weinbaum, químico como él, queda atrapado en medio de marte y tiene que empezar a andar por el planeta para regresar a su nave. Explica a sus compañeros sus aventuras, que incluyen rocas de sílice vivas que cada vez hacen pirámides más altas, una especie de arañas negras que pueden leerte el cerebro y transformarse en lo que tú más desees y el célebre Tweel, que se convertirá en su fiel compañero.

Como diría John Campbell, director de «Astounding» en los años 30, «Escríbame sobre una criatura que piense tan bien como un ser humano, o mejor que uno, pero no como un ser humano». Eso inspiró a una nueva generación de escritores, pero Stanley G. Wainbaum ya lo había hecho antes. Muchas gracias.