Barcelona
Salvemos el Museo de Cera
Parece que la instalación, uno de los emblemas de La Rambla, tiene los días contados.
Parece que la instalación, uno de los emblemas de La Rambla, tiene los días contados.
Este año se conmemora el centenario del nacimiento de Joan Brossa y este año, ironías del destino, parece que cerrará sus puertas uno de los museos favoritos en Barcelona del poeta. Esta pasada semana hemos sabido, gracias a eldiario.es, que parece que tiene los días contados el Museo de Cera de la ciudad. La falta de medios ha hecho que este espacio haya quedado anticuado hasta el punto de que el último presidente de Estados Unidos que ha entrado hecho en cera en sus salas es Bill Clinton.
El Museo de Cera de Barcelona tiene ese encanto de un tiempo que se ha parado, de una historia incompleta y en la que, en ocasiones, hay que buscar el parecido razonable. La puesta en escena sigue siendo asombrosa gracias a la labor de un visionario llamado Enrique Alarcón, un escenógrafo que convirtió lo que era un banco en una suerte de poema visual. Pero la cosa ha ido convirtiéndose en una suerte de anacronismo, pese a las buenas intenciones de sus actuales gestores. Faltan nombres, aquellos que definen nuestro tiempo.
Tanto Dalí como Cocteau consideraban el Musée Grévin de París el más grande de los museos de la capital francesa. El Grévin conserva el espíritu de un gabinete de las maravillas, pero también ha sabido acercarse a nuestro siglo. Eso ha hecho que, por ejemplo, se haya convertido en el responsable de la escenografía del mágico centro dedicado a Chaplin en Corsier-sur-Vevey, Suiza. Podría ser un ejemplo para salvar el museo de Barcelona.
Lo que no puede ser es que la ciudad pierda este espacio, una de las señales de identidad de la Rambla. Es, como dice mi admirado camarada Toni Vall, una joya del pasado que se debe preservar. Seguro que Brossa estaría de acuerdo.
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