Política
«Sánchez debe elegir entre salvar el partido o salvarse él»
El líder del PSOE evitó ayer hablar en público y esquivó pronunciarse ante el desafío catalán abierto con la elección del nuevo president.
La proclamación en el Parlamento catalán de un Gobierno de la Generalitat independentista dificultará hasta los límites de lo imposible el anhelo de Pedro Sánchez de presidir una versión del Frente Popular corregida no sólo con los votos soberanistas de Podemos, sino aumentada con el apoyo de los diputados inequívocamente separatistas de ERC y Convergencia. La investidura de Carles Puigdemont, así, refuerza de forma indirecta la decisión que tomó Susana Díaz a comienzos de la pasada semana: se toma un respiro en su asalto a Ferraz mientras el secretario general se enfrenta a una situación sin aparente salida. «La pelota está en el tejado de Sánchez. El congreso federal será en verano, como él quería», admite una fuente del PSOE-A. Ni Houdini en sus mejores tiempos. En 48 horas, las que tardó la CUP en claudicar ante la presión de Junts pel Sí, las palabras de Susana Díaz del jueves adquirieron plena vigencia. La presidenta andaluza bendijo el afán de Pedro Sánchez por conformar una mayoría parlamentaria de izquierdas pero trazó una clarísima línea roja: que ninguno de los socios de gobierno cuestione «la unidad de España». Es decir, para que los 22 socialistas andaluces en el Congreso –en sintonía con asturianos y manchegos, las baronías más afines a Díaz– accediesen a votar con Podemos, Pablo Iglesias debía renunciar a su reiterada promesa del referéndum de autodeterminación para Cataluña. «La cosa está ahora un poquito más complicada, pero es legítimo que el secretario general intente formar gobierno», dice con sorna un socialista andaluz.
Así es. Para que Pedro Sánchez fuese investido presidente, necesitaría agregar a su polo anti-PP «a la gente de Mas y Junqueras. Si consigue que estos dos partidos abracen la idea de igualdad entre todos los españoles que defiende el PSOE, pasará a la historia». Estas palabras podrían traducirse por un coloquial «ahí llevas el marrón» y resumen a la perfección el sentir de los adversarios internos del secretario general. También explican el porqué de la prudencia reciente de Susana Díaz. La noche del 20 de diciembre, ella ya sabía que le convenía una legislatura corta con Mariano Rajoy gobernando en minoría; y ahora que su loca idea de un gobierno a la portuguesa se esfuma, será Sánchez quien deba elegir entre abstenerse en la investidura o provocar unas nuevas elecciones en las que Podemos tiene muchas opciones de convertirse en la primera fuerza de la izquierda.
Pedro Sánchez encarará su intento estival de reelección, por tanto, como opositor al frente de un exiguo grupo de 89 escaños o, todavía peor, como candidato dos veces derrotado en cinco meses. Si Susana Díaz aspira entonces a la secretaría general, lo haría consciente de que puede compaginar el cargo con la presidencia de la Junta hasta casi el final de la legislatura. La cuestión no es baladí, en parte porque le interesa seguir agrandando su perfil institucional y en parte porque no desea abrir un debate sucesorio en Andalucía. Aunque preocupa la deriva del partido hacia la irrelevancia, en la federación socialista andaluza se da a Sánchez por un adversario amortizado. La única tarea que le queda es controlar los daños en la gestión de los estertores de su breve liderazgo.
La tesitura es peliaguda para el aún líder socialista, preso de su sectarismo mil veces proclamado cada vez que se ha mostrado dispuesto a todo excepto a permitir que el PP gobierne como lista más votada, pero también consciente de que el panorama ante una hipotética repetición de las elecciones pinta negro para el PSOE. Los barones rebeldes han suavizado su postura del comité federal del Día de los Inocentes y le permitirán repetir candidatura en primavera, cuando asumiría en primera persona la responsabilidad del «sorpasso» de Podemos. «Ahora debe elegir entre salvar al partido o salvarse él», es decir, entre ejercer la oposición mientras los socialistas se rearman para contener la avalancha bolivariana o aferrarse a su liderazgo cogido con alfileres a la espera de que los comicios de junio obren el milagro aritmético.
«Los votos de los ciudadanos nos han enviado a la oposición», es el mantra de Díaz desde el 20-D, o sea, que su postura ante el dilema de Sánchez es clara. Pero ante el cada vez más probable adelanto electoral, no está dispuesta a abandonar la presidencia de la Junta de Andalucía para presentar una candidatura precipitada. «Es la única opción que en ningún momento se ha contemplado», confirman en el entorno de una lideresa que siempre fue alérgica al riesgo.
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