Literatura

Mozambique

«Sant Jordi hace milagros»

Por segundo año consecutivo, la fiesta del libro y la rosa se celebró en un día laborable. Pese a la amenaza de tormenta, la gente salió a las calles en toda Cataluña

El escritor Rafel Nadal fue el autor más vendido en ficción catalana
El escritor Rafel Nadal fue el autor más vendido en ficción catalanalarazon

Por segundo año consecutivo, la fiesta del libro y la rosa se celebró en un día laborable. Pese a la amenaza de tormenta, la gente salió a las calles en toda Cataluña

Todos Las nubes y algunas gotas madrugadoras quisieron hacer presencia ayer en las primeras horas de Sant Jordi. Cataluña fue, como cada 23 de abril, el hogar de los libros y de las rosas. Pese a los anuncios de borrascas, la gente salió para ocupar las calles y buscar la firma de su escritor favorito. «Son lectores muy fieles. He empezado a las 10 de la mañana y ya tenía a 400 personas debajo de la lluvia esperando. Sant Jordi es increíble», comentaba Javier Castillo, que con «Todo lo que sucedió con Miranda Huff» (Suma) fue uno de los fenómenos de la jornada.

En la lista de los más vendidos, en la divulgada por el Gremio de Libreros de Cataluña, se impusieron en ficción en español «Lo mejor de ir es volver» de Albert Espinosa, (Grijalbo); «Los asquerosos» de Santiago Lorenzo, (Blackie Books); «Todo lo que sucedió con Miranda Huff» de Javier Castillo; «Yo, Julia» de Santiago Posteguillo; y «Toda la verdad de mis mentiras» de Elísabet Benavent . En ficción catalán el más vendido fue un clásico en estas listas de Sant Jordi, el escritor y periodista Rafel Nadal con «El fill de l'italià», la obra con la que ganó el último Premi Ramon Llull, seguido por «Digues un desig» de Jordi Cabré (Encilopèdia Catalana); «El fibló» de Sílvia Soler (Columna Edicions); «Entre el cel i la terra» de Gerard Quintana (Columna Edicions); y «A l’amic escocès» de Maria Barbal (Columna Edicions).

La no ficción estuvo muy marcada con los libros relacionados con el «procés», con títulos escritos por Oriol Junqueras, Raül Romeva, Jordi Cuixart y Gonzalo Boye, aunque también hubo espacio para los recetarios gastronómicos como «Cuina mare» de Joan Roca.

La lluvia amenazaba Sant Jordi. Ya, a primera hora, Javier Cercas reconocía, pese a la amenaza de nubarrones que «Sant Jordi siempre hace milagros», advirtiendo que pronto saldría el sol. Y así fue. En su primera firma de libros, Cercas compartía espacio con José Pablo García que ha convertido en cómic su «Soldados de Salamina». Precisamente la traducción al chino de ese título fue uno de los primeros que firmó el escritor en Sant Jordi.

Cerca de allí, un sorprendido Santiago Lorenzo no entendía cómo su «Los asquerosos» (Blackie Books) causaba tanto furor. «Yo vivo bastante encerrado y me sorprende hasta ver a tanta gente junta. Que se interesen por mi libro ya es algo surrealista», comentaba. Entre los más vendidos de la jornada estuvieron «El fill del italià», (Columna) de Rafel Nadal o el último título de Albert Espinosa.

A su lado estaba el editor Jorge Herralde que este año se estrenaba al otro lado dedicando ejemplares de «Un día en la vida de un editor». Herralde llegaba a la cita elegante y se sentaba junto a uno de sus autores, David Trueba, quien cumplía dos décadas de fidelidad a la fiesta. Trueba le contaba un secreto a Herralde sobre el momento de dedicar un libro. «Antonio Gala me dio el mejor consejo: firma rápido», comentaba el escritor.

En el Sant Jordi de ayer se dieron casos curiosos. La periodista Cristina Villanueva se estrenaba como autora con «Desplegando velas». «Estoy muy emocionada de estar al otro lado», afirmaba a este diario recordando que «cuando era estudiante vendía rosas para poder pagarme mis viajes de final de curso. Así que he completado todo en Sant Jordi».

Muy cerca de Cristina Villanueva tenía lugar uno de los fenómenos editoriales de Sant Jordi de la mano de Ana Guerra, la cantante de «OT». Aquello no era una cola de fans sino un total descontrol de lectoras que querían su rubrica en su libro «Con una sonrisa». Guerra lo firmaba todo, hasta copias impresas de la portada del libro, y regalaba a todas, además de su firma, una pulsera.

La lista de anécdotas de la jornada era infinita. Muchos hasta llevaban a sus perros a conseguir una firma, como le ocurrió a Alejandro Palomas, que no estaba seguro a quién dedicar el libro. «¿Hay mucha cola?», preguntaba cerca una mujer mayor con un libro de Carlos Zanón. Le dijeron que sí. «Da igual, hay que sacrificarse por los hijos», dijo y empezó a hacer cola, con muleta y todo. «Dedícaselo a Iñaki, pero primero lo leeré yo», le decía poco después a Zanón. «Me acuerdo que de pequeño ibas de excursión al centro a comprar rosas y libros, pero no había esta moda que hay ahora por las firmas», comentaba Zanón.

Otro de los fenómenos del año, Marta Orriols y su terapéutico «Aprender a hablar con las plantas», (Periscopi/Lumen) incluso tenía a una mujer, enfermera, que le pedía: «fírmalo “para las chicas del Cap”, que nos hemos pasado el libro de mano en mano». Por lo demás, había un montón de cocineros por todas partes e instagramers, y autores extranjeros que miraban en el horizonte abrumados por lo que estaban viviendo, como un Eric Vuillard que veía como Fernando Aramburu no paraba de firmar. Cosas de Sant Jordi.

Mientras, Pablo Carbonell repetía en Sant Jordi, esta vez como novelista con «Pepita» y decía una verdad como un templo. «Cuando vengo aquí siempre tengo la misma sensación, que nunca se acaba de escribir porque nunca se llega al libro perfecto. ¡Qué ganas tengo de escribir para poder volver a Sant Jordi! », afirmaba mientras a pocos metros Juan Gómez-Jurado decidía irse hacia la cola de lectores para firmar de pie.

Algunos escritores llegaban a la fiesta por primera vez desde lejos. Era el caso de Éric Vuillard con o Mia Couto, el pregonero de este año de Sant Jordi, y que ayer firmó llegado de Mozambique.

A diferencia de otros años, en esta ocasión tardaron mucho –demasiado– en llegar los datos de venta de libros. El Gremio de Libreros de Cataluña no comunicó hasta pasadas las ocho de la tarde la lista de los más vendidos, así como su primera valoración sobre lo que había sido la festiva jornada.

En todo caso, el gremio destacó la buena participación y venta similar a la del año pasado, a la espera de evaluar cómo han transcurrido las ventas durante la Semana Santa, que el gremio esperaba que se anticiparan: «Habrá que ver el cierre definitivo en unos días para ver si ha tenido incidencia más allá de los lugares turísticos», comentó la presidenta del gremio, Maria Carme Ferrer.

A partir de la tarde, fue la ciudad de Barcelona la que más visitantes recibió en Sant Jordi. Como en años anteriores, la participación de los lectores se centró en los alrededores de la plaza Catalunya, la Rambla Catalunya, el paseo de Gràcia, además de las Ramblas y algunos barrios. También hubo una destacadísima afluencia en nuevos espacios habilitados para la ocasión en la capital catalana, como fueron las calles Consell de Cent y Còrcega, además de la avenida Diagonal.

Todo salió bien. Así lo reconoció Fernando Aramburu que lleva ya un millón de ejemplares vendidos de su novela «Patria». «Esto está muy bien organizado. Fíjese si es así que incluso ha salido el sol», admitía ante la atenta mirada de su editor Juan Cerezo. Sí, en Sant Jordi todo está organizado para que no llueva.