Barcelona
Todo Grau Sala
Una exposición permite conocer la obra que el gran pintor realizó en la capital francesa
El de Emili Grau Sala es un caso singular en la historia del arte catalán del siglo pasado. Es un pintor que cuenta hoy en día con no pocos adeptos, especialmente entre el coleccionismo privado.
El de Emili Grau Sala es un caso singular en la historia del arte catalán del siglo pasado. Es un pintor que cuenta hoy en día con no pocos adeptos, especialmente entre el coleccionismo privado. Sin embargo, el pintor no ha logrado aún el reconocimiento institucional que se merece. Un buen ejemplo de ello es su práctica ausencia en los museos públicos de Cataluña, con alguna honrosa excepción. En esta misma línea, por ejemplo, el Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac) todavía no le ha dedicado la retrospectiva que se merecería su producción plástica, una de las más extensas porque la pasión de Grau Sala fue pintar y lo hizo sin parar.
Mientras esperamos esa antológica, todavía no agendada para museo alguno, son las galerías de arte las que cumplen este papel. En Barcelona es Sicoris la que se encarga de acercarnos a Grau Sala invitándonos a adentrarnos en la producción que realizó en París, la ciudad en la que residió durante años acompañado de su esposa, la también pintora Ángeles Santos.
En ese tiempo, Emili Grau Sala se consolidó como el artista catalán más parisino. Esto le llevó a retratar la ciudad del Sena desde diferentes puntos de vista, además de apoyarse en algunos de los autores franceses más importantes para traducir sus palabras con su pintura. Arcoris visualiza todo esto con numerosos originales, además de una buena selección de grabados.
¿Por qué París? Grau Sala forma parte de esa saga de artistas catalanes que ven en esa ciudad la revolución artística, una capitalidad que había comenzado a arrancar con los impresionistas en la segunda mitad del siglo XIX. Esto es algo que ven no pocos creadores catalanes, una saga que se inicia con las primeras visitas de Casas y Rusiñol al Moulin de la Galette y que luego tiene continuidad con la presencia de la siguiente generación, la de Nonell y Casagemas que queda eclipsada por un titán llamado Pablo Picasso.
Grau Sala llega a París en 1936, poco después del inicio de la Guerra Civil. Se instala en la capital francesa con Ángeles Santos con la intención de continuar su trabajo, manteniéndose fiel al estilo con el que ha sorprendido en los años 30 a nombres de la talla de Federico García Lorca. Con la acuarela como principal vehículo expresivo, el pintor rechaza el identificarse con alguno de los «ismos» del momento. Su objetivo es la figuración con una técnica colorista, una manera de mostrar su alegría de vivir y de acercarse a ambientes felices y elegantes. No quiere ser un reflejo de su tiempo, pese a que haya huido del conflicto bélico en su país y se adentre en los peores momentos de la Segunda Guerra Mundial en la Francia ocupada. Lo que propone Grau Sala es dar visibilidad con su pincel a imágenes que nos pueden recordar las mejores páginas de «En busca del tiempo perdido», la serie novelística de Marcel Proust.
Algo de todo esto surge en las piezas que llenan las salas de Sicoris. Tenemos piezas con el estilo inconfundible de Grau Sala, pero en los que también podemos toparnos con algunos de sus principales referentes pictóricos. Es lo que pasa, por ejemplo, con bun óleo sobre cartón protagonizado por un jinete solitario en el momento de una carrera y que fácilmente puede recordarnos a Degas. Una mención especial la merecen algunbas de las ilustraciones que Grau Sala realizó para «Les leçons de la volupté», la obra de Chevalier de Wilfort del siglo XIX, una lujosa edición que publicó Le Cercle des Bibliophiles Européens.
No es el único escritor del que se ocupó Grau Sala, como se presenta en la exposición. En esta línea también tenemos una acuarela destinada para las poesías completas de Alfred De Musset o para «Las flores del mal» de Charles Baudelaire.
Todos estos trabajos nos demuestran la capacidad que tenía este artista para poder adentrarse en el mundo femenino con unas pocas líneas, las necesarias para recrear un vestido elegante, una escena íntima o un bello rostro. Todo ello con una gran fuerza colorista y con una sencilla expresividad en sus formas que se han convertido en los signos de identidad del Grau Sala parisino.
La palabra acuarela es una de las más repetidas en este artículo para hablar de las técnicas artísticas del pintor. Pero en la muestra también nos encontramos con dibujos de una elegante sencillez que tienen al rotulador como principal herramienta. Con este material logra plasmar, por ejemplo, la playa de Colliure, el pequeño pueblo marinero en la frontera francesa: es una de las piezas más conmovedoras en Sicoris donde modela con el rotulador el célebre campanario de la localidad.
La muestra es una invitación a conocer a un artista indispensable que merece ser reivincado por la riqueza de su hermoso trabajo plástico.
Dónde: Sicoris Art. París, 160. Barcelona
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