Gastronomía
El placer del riesgo gourmet, y si toca... disfrutad que algo queda
La búsqueda del gordo gastronómico o de un premio gustativo importante durante la efervescencia hostelera de Navidad se queda, a veces, en una discreta pedrea culinaria
En plena resaca lotera es tradición no apartarse de la actualidad y dedicar una reflexión al resultado de algunas comidas y cenas durante la efervescencia hostelera de la Navidad.
Como ocupantes mayoritarios de establecimientos (des)conocidos, en una gran parte de los casos, nos preguntamos por la suerte obtenida, donde nos convertimos en comensales satisfechos o en víctimas predilectas de accidentadas sobremesas.
Ya se sabe, a veces, la búsqueda del gordo gastronómico o de un premio gustativo importante se queda en una discreta pedrea culinaria y en un réquiem por jornadas pretéritas.
En cierta hostelería, las invenciones de la imaginación son muy limitadas y tienden a la repetición y al aburrimiento de lo previsible. Hay simbolismos de la realidad que son (in)aceptables por obvios. El insomnio gustativo se cría en sobremesas difíciles de olvidar donde el sueño gourmet se disipa desde el minuto uno.
No se trata de pecar de ingenuidad pero hay errores que, por más que se sepa que lo son, no dejan de cometerse a la hora de elegir el establecimiento. Relajarse a la hora de reservar el restaurante es uno de los más comunes y de los más peligrosos. No ha sido una idea feliz elegir ese local desde el buenísimo y la inocencia, exceso de confianza quizás o miopía gastronómica.
Parece que las diatribas más apasionadas no son acerca del presente, sino de cenas del pasado. Se ve que el porvenir comensal no ofrece grandes perspectivas ese día. Las víctimas son tan propensas al recuerdo gustativo incesante como los supuestos hosteleros a la amnesia. Sobremesas inconexas con resultados inflamables.
Estados de ánimo
Lo que empieza como protesta en cuestión de horas prende y se convierte en una exigencia que amenaza con sus convulsiones anímicas. Aunque no debemos generalizar, por fortuna, las comidas de empresa en Navidad no son encuentros gastronómicos, son estados de ánimo.
La trama gastronómica evoluciona en cuestión de horas. Después de la triste sobremesa los paladares se concilian con una cena balsámica. Concebida y anunciada como un mensaje de deshielo comensal. Alojamos dudas y no disimulamos la desconfianza ante las nuevas expectativas.
La experiencia nos dice que algunas comidas empiezan como una película de Frank Capra y terminan como una tragedia griega hostelera o viceversa, con la caída a los infiernos del voluntarioso organizador o su salida a hombros del local.
Liturgia gastro navideña
Se hacen necesarias comidas y cenas, sin grandes pretensiones, revestidas de informalidad y de provisionalidad, para no despojar de valor institucional la liturgia «gastro navideña». Aunque, por qué no decirlo, esto no garantiza la paz de la reunión, puesto que siempre se acentúa la presencia de algún «gastro negacionista» y acabar entre un mar de críticas.
La mendicante humillación gastronómica, sin argumentación posible, de la comida contrasta con la cena que supone un alarde gustativo y la confirmación de un establecimiento desconocido hasta la fecha. La bilateralidad comensal concebida en apenas 24 horas nos encuadra en la militancia de la lotería hostelera.
Los comensales tienen una estructura celular, que dispara las alarmas gastronómicas ante falsas expectativas o sucumbe ante los delirios gourmet que genera el descubrimiento de una barra y sus estrellas. Nos dispersamos de las estrecheces hosteleras, en un tiempo récord, descubrimos un restaurante que encarna el cliché tribal de inspiración gourmet. Vamos acumulando motivos para una futura nostalgia que algún día sustentará los motivos para repetir la visita.
En resumen, una sobremesa versión pletórica y admirable y otra un fracaso absoluto donde el mismo organizador reparte biodramina tras el disgusto comensal con la imperante necesidad de blindar los paladares para futuras ocasiones y blanquear los comentarios vertidos en tiempo real.
No pretendemos abarcar toda la respuesta pero al menos nos gustaría apuntar un elemento que explica el título de este artículo a tenor de lo vivido y escuchado. Muchas son las razones, pero una está en el centro de todo, para encontrar la fortuna gastronómica en determinadas fechas es necesaria la suerte.
Ya conocen el resto. Y si nos toca qué hacemos...disfrutad que algo queda.
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