Valencia
Roberto J. Roig: «Habría que estudiar si la retribución o la obligatoriedad de donar son la solución»
Director del centro de transfusiones de la Comunitat Valenciana
Le une un estrecho vínculo con Santiago de Compostela (formó parte del equipo que levantó su centro de transfusiones en 1992), ¿qué demostró la solidaridad que vimos tras la tragedia ferroviaria?
-Que los españoles somos solidarios. Lo demostramos en el accidente de metro de Valencia y en el 11-M. Pero también que somos muy individualistas. Tienen que ocurrir cosas como ésta para que reaccionemos.
-¿Y cuánto nos dura el espíritu solidario?
-Poco. Debemos tratar de mantenerlo. En el 11-M nos desbordó la solidaridad. No nos quitábamos los donantes de encima. Pero el 11 de abril ya teníamos problemas. La sangre no tiene una disponibilidad inmediata, además tiene fecha de caducidad. Por ello hay que seguir donando. Necesitamos sangre todos los días. Esas 800 donaciones que se hicieron en Galicia ese día son las que se consumen diariamente en la Comunitat Valenciana. Hablamos de siete días a la semana, 365 días al año.
-¿Qué hacen entonces para retener al donante?
-Lo más difícil es fidelizar. Buscamos ampliar la base de donantes para no hacer presión siempre sobre los mismos. Cada año logramos 25.000 nuevos, sin embargo, de los cinco millones de valencianos, solo 700.000 son donantes, pero es que, además, el peso real recae sobre poco más de 120.000 personas, que son las que llegan a donar hasta cuatro veces al año.
-Eso de que la sangre caduca, ¿implica que se desecha una vez pasada la fecha?
-No. Solemos ajustar mucho demanda y oferta. Nos movemos en un margen muy estrecho que evita la caducidad de la carencia. No obstante, para fabricar plaquetas se necesitan cuatro donantes y una vez hechas, duran cinco días, con lo que se convierten en nuestra espada de Damocles.
-Nos encontramos en la semana del año en la que se producen más desplazamientos por carretera, ¿afecta eso a las reservas?
-Es curioso el desconocimiento de la gente que relaciona transfusión con accidente, pues éstos sólo suponen el diez por ciento de la demanda. El resto se emplea en cirugía programada y tratamientos contra el cáncer. Con todo, creemos que agosto lo vamos a afrontar bien. De hecho, estamos bien desde mediados de 2012, aunque nunca hay que bajar la guardia.
-Saque de dudas a muchos. ¿Qué hay de cierto en esas alertas del tipo: «El hijo de mi amiga necesita sangre del tipo AB»?
-Nada. Se trata de «spam». Es lamentable que para cazar direcciones de correo electrónico utilicen algo tan serio como la salud de una persona, y más la de un niño porque llama más la atención. Ese tipo de «e-mails» hacen mucho daño, porque en un momento determinado mueve las conciencias pero, a la larga, perjudica. Hay que dejar bien claro que la sangre sólo sale del Centro de Transfusiones. Nadie más que nosotros está autorizado para extraerla.
-En algunos países la donación de sangre es retribuida. ¿Se podría llegar a dar el caso en España?
-Dudo que lleguemos a eso. Sin embargo, hay un estudio alemán de hace apenas un par de años que asegura que la previsión para Europa es que en 2020 habrá un margen significativo entre oferta y demanda. Es un aviso para que pongamos los medios para evitarlo. Yo no tengo una bola de cristal para saber qué va a ocurrir, pero creo que no llegaremos a ese extremo, aunque podría llegar a darse una donación obligatoria.
-Eso de obligar a hacer las cosas no suele gustar mucho.
-Me explico. La sangre sigue siendo un recurso escaso. De cada cien habitantes no hay más de cuatro donantes. De momento es suficiente, pero al final habrá que corresponsabilizar a la sociedad. Quizás no obligar, pero algo habrá que hacer. Como sea. Hasta el año 84 la donación en España era de reposición y retribuida, como lo sigue siendo en muchos países. No se trataría de pagar por donar, sino de compensar la molestia que supone, el tiempo que dedicas a ello, el desplazamiento...
-¿Cuál es el principal escollo a la hora de aumentar las donaciones?
-Existe un tema crucial y es que competimos con muchos mensajes solidarios. A la gente nos cuesta menos dar dinero. Donar implica tiempo, molestias, dedicación, hacer colas, que te vea un médico, que te pinchen... Por eso valoro tanto que, en un momento determinado, una persona deje todo lo que está haciendo y acuda a nosotros con el brazo dispuesto.
-¿Este centro también necesita inversiones?
-Claro, como todos. Hay algunas cosas que quisiéramos acometer en los próximos años, sobre todo en lo relativo al almacenamiento.
-¿Se ha hablado de un cambio de instalaciones?
-Sí, claro, pero aquí estamos.
-¿Y de un cambio en el sistema de gestión al estilo del Modelo Alzira?
-Desde el primer día que abrimos. Este centro, por su característica de monopolio, podría estar fuera del sistema.
-¿Y usted estaría a favor o en contra?
-Lo importante no es el color del gato, sino que cace ratones. Tenemos un buen modelo, pero se puede mejorar. Existen mecanismos de gestión mucho más ágiles que nos permitirían funcionar de un modo más rápido. Pero siempre dentro del sistema público. No obstante, es un tema del que se viene hablando desde hace 27 años...
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