Comunitat Valenciana

Valencia descubre a Zuloaga

Fundación Bancaja trae por primera vez a la ciudad una muestra del artista vasco

La exposición «Zuloaga. Carácter y emoción» estará en la Fundación Bancaja hasta agosto
La exposición «Zuloaga. Carácter y emoción» estará en la Fundación Bancaja hasta agostolarazon

Fundación Bancaja trae por primera vez a la ciudad una muestra del artista vasco

La Fundación Bancaja será el hogar de Ignacio Zuloaga (1870 - 1945) hasta agosto. Nunca antes una exposición valenciana había rendido homenaje a este alto representante del naturalismo pictórico en España.

«Zuloaga. Carácter y emoción» es una delicada selección de 66 lienzos firmados por el artista eibarrés. El carácter de la muestra es retrospectivo: desde los 18 años con los que llega a Madrid y luego al París finisecular hasta 1945, año de su muerte.

Aproximadamente una veintena de estos cuadros nunca han estado colgados frente al público. La exclusividad de estas obras inéditas confiere un aliciente al ya de por sí atractivo catálogo que ofrece una exposición de Ignacio Zuloaga. Su nieta, María Rosa Suárez Zuloaga, define como «muy desconocido» el perfil del pintor que queda mostrado en esta fina y determinada elección.

A través de los retratos se puede apreciar esta tendencia apenas vista del vasco. La intimidad y recogimiento, delicadeza y sutilidad con la que plasmó a su familia y amigos (que no fueron pocos ni donnadies: Falla, Ortega, Marañón, Azorín o Balenciaga) pone en alza el valor oculto de un pintor conocido universalmente por su crudeza, tenebrismo e impacto visual.

No obstante, esta vertiente más extendida también se expone en Bancaja. El resultado final es un conjunto de obras, la mayoría retratos y serios paisajes castellanos, que permite profundizar en la figura de este reputado costumbrista.

La emoción y el carácter, como reza el subtítulo de la exposición, son la característica que nunca falta en sus trazos. Estos dos conceptos, determinantes en la formación de toda personalidad, aparecen manuscritos en las notas y apuntes que la colección familiar del pintor conserva. Es esta la base de su teoría estética, de su discurso sobre el lienzo.

Casi una treintena de fundaciones y colecciones privadas han acercado a los valencianos esta ignota faceta del dramático Zuloaga. Desde el epicentro de su legado, el Museo Ignacio Zuloaga, hasta el Reina Sofía, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el San Telmo, el Patrimonio de la Complutense, el Carmen Thyssen de Málaga o el Museo Nacional de Arte de Cataluña. Es la primera ocasión que tanta obra expandida y repartida de este autor se concentra de tal forma.

«Era un hombre estupendo, entrañable», asegura su nieta. «Profundizaba en la pintura igual que en la amistad». Estos, indica, «son cuadros que han unido familias». Ahora son estas las que han decidido unir los cuadros, y mostrar la flexibilidad de Zuloaga. Todas las clases sociales están presentes en estas docenas de obras. No tuvo preferencias ni favoritismos. Amaba a los suyos casi tanto como amó a la pintura, esa a través de la que dio eternidad a tantas caras condenadas al olvido.

El proyecto que Bancaja trata de mostrar a su público es pictórico, pero el gesto que se aprecia en él va más allá: la dualidad de tendencias de Zuloaga permite acercarse a aquel artista que vivió la explosión cultural del cambio de siglo. Que se instaló en París pero se enamoró de Segovia. Que se atrevió a meterse en un ruedo a torear por el amor que le tenía al capote y al taurino Goya. Aquel que comenzó a montar decorados para obras de su estimado Albéniz y acabó subido al escenario de la Opéra Comique de París interpretando a Sancho Panza en un teatro de títeres. Un carácter único, una emoción contagiosa.