Mascotas
Bombilla y Zafira, las perras que escaparon de la mafia de los falsos mendigos
Llegaron procedentes de Barcelona junto al líder de una banda que las drogaba y maltrataba. Aquí las «explotaron» en Preciados, Gran Vía y Sol. Con ellas obtenía hasta 400 euros al día. Ahora han encontrado un hogar de acogida
Llegaron procedentes de Barcelona junto al líder de una banda que las drogaba y maltrataba. Aquí las «explotaron» en Preciados, Gran Vía y Sol. Con ellas obtenía hasta 400 euros al día. Ahora han encontrado un hogar de acogida
Luce una barba frondosa, sin recortar desde hace varias semanas. De aspecto desgarbado, siempre va con camisetas de manga corta. Se sienta recostado contra una pared, sobre una manta descosida y gris. A su lado, dos cachorros con apenas dos meses se postran adormecidos y medio muertos. Las personas que se acercan a dar su caridad no saben que, realmente, lo están. Zafira es un cruce de perro potencialmente peligroso y Bombilla, una mestiza de chihuahua. El hombre a su vera se llama Ionut Banciu y dirige «el negocio de la lástima». Le genera intereses muy jugosos: las perritas le sirven para llegar a conseguir entre 150 y 400 euros al día, cifra constatada por la Policía Municipal, y tiene –al menos– a seis varones y dos mujeres trabajando para él.
Hace cerca de un mes, este hombre, de etnia gitana rumana, se encontraba mendigando en Barcelona con hasta doce perros distintos. Andrea Prada, presidenta de la asociación animalista Vigilancia Solidaria, le llevaba investigando desde hacía 18 meses. En las fotografías que logró aportar a la Guardia Urbana aparecía siempre Ionut, pero los perros iban rotando. Gracias a esta información, los agentes locales lograron decomisarle cinco perros en siete días. «En la última detención llevaba encima 150 euros a las 16:00 horas de la tarde, esto es, menos de la mitad de su jornada», asegura Prada, «aunque el tipo se declara insolvente o dice que no tiene documentación, por lo que nunca abona la sanción administrativa». Después de este altercado, Ionut desapareció del mapa, llevándose con él a Bombilla y Zafira. «Entré en pánico», confiesa Prada. «Necesitaba salvar a esos perros».
Fue entonces cuando una persona en Madrid tomó una foto de Ionut, con Bombilla y Zafira a sus pies. Se compartió tanto en redes sociales que un usuario la relacionó con una campaña de «Change.org» que había lanzado Prada desde Vigilancia Solidaria, así que se la hizo llegar. «Cuando la vi, inmediatamente me puse a mirar trenes a la capital», asegura. Pero al final decidió que sería más inmediato y efectivo contactar con los animalistas madrileños, ya que conocen mejor la Ordenanza Municipal Reguladora de la Tenencia y Protección de los Animales, por la que se prohíbe explícitamente «hacer uso de los mismos como premio, reclamo publicitario o recompensa». Así fue como, «gracias a las personas que comentaron en nuestros perfiles, encontré a “la otra Andrea”».
Andrea coordina la asociación Alcuadrado Adopciones y ha estado presente en todo el proceso de rescate de Bombilla y Zafira en la capital. Recabaron toda la información que les enviaron desde Barcelona y no les hicieron falta mucho más de dos paseos por la madrileña calle Preciados para comprobar que este individuo estaba ejerciendo de «falso mendigo» en esta calle junto a una mujer, también rumana. «Enseguida nos ponemos en contacto con la Policía municipal para llevar a cabo una incautación», explica. Son ellos los que retiran a Bombilla y Zafira de la vía pública. Ionut las forzaba a mendigar también en la Gran Vía y la Puerta del Sol. Actualmente esta práctica es ilegal, sumada al agravante por las malas condiciones en las que se encuentran los animales (motivo por el cual la sanción podría ascender hasta unos 5.000 euros). Una vez rescatadas, Andrea adquiere la custodia de las cachorras, para evitar que acaben en una perrera hasta que salga el juicio, queden «libres» y puedan darse en adopción.
Es ella quien relata que el estado de las perritas era «muy lamentable», «estaban en los huesos» y «defecaban sangre». Andrea asegura que «si hubiéramos tardado tan sólo un día o dos más en rescatarlas, habrían muerto», probablemente por la ingesta de drogas o por malnutrición y deshidratación. Los perros explotados por estos falsos mendigos pueden llegar a pasar más de 15 horas en la vía pública, según relatan desde ambas asociaciones animalistas. «Es decir, puedes ver a unas personas por la mañana con el perro y al mismo perro, por la tarde, pero con otras personas». Lo llaman «dejar el cartón caliente» porque ellos se turnan para descansar, pero los perros no. Y lo que es peor, los maltratan.
«Hemos visto cómo les pegan y muchos están bajo los efectos de no sabemos qué drogas o sustancias», explica Prada. Andrea cree que puede tratarse de lorazepam o sedantes y anestésicos caninos a la venta en farmacias y que, normalmente, se utilizan para evitar que el perro se maree en los trayectos en coche o sufran episodios de ansiedad. «Lo que más nos llamó la atención en las primeras pesquisas es que dos cachorros que a esa edad sólo quieren jugar, pasaban horas y horas tumbados casi inertes». La mayoría de los perros que utilizan como reclamo son cachorros o de raza, por lo que las principales hipótesis son que hayan sido robados o provengan del extranjero. «Las teorías son tantas que llega a ser un problema que se escapa de nuestras manos. Lo que sí creemos es en la solución: si la gente dejase de darles limosna, desaparecerían. Sin dinero, no hay negocio». Alude a que «esta gente no duerme en la calle por las noches, se “disfrazan” como personas sin hogar y salen cada día a “ganarse su sueldo”».
Cuando por fin consiguieron trasladar a Bombilla y Zafira a un hogar de acogida «estaban asustadísimas». Apenas se movían a causa de la deshidratación que padecían. Andrea ha optado por no dar su apellido ni dar detalles sobre en qué localidad se encuentran «por temor a las mafias». «A día de hoy, nada tienen que ver con las cachorras que sacamos de la calle; son simpáticas, juguetonas, cariñosas y están comenzando a socializar con otros perros, aunque tienen algunas reacciones que denotan que las pueden haber pegado, porque cuando cogemos un palo para lanzárselo o hacemos aspavientos bruscos se encogen o se hacen pis por temor a cómo vamos a reaccionar».
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