Ayuntamiento de Madrid

Carmena impone sus condiciones para repetir

La consigna de Iglesias es «no perder Cibeles» para frenar la caída que las encuestas dan en las generales. Para ello permitirá a la alcaldesa, que está en sus horas más bajas, colocar a sus afines en la lista

La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, durante un pleno en el Ayuntamiento
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, durante un pleno en el Ayuntamientolarazon

La consigna de Iglesias es «no perder Cibeles» para frenar la caída que las encuestas dan en las generales. Para ello permitirá a la alcaldesa, que está en sus horas más bajas, colocar a sus afines en la lista.

Las urnas dirimirán en 2019 el talante y el modo de hacer de Manuela Carmena. Su ideologizada concepción de la ordenación urbana, de los servicios sociales, del transporte público, de la tributación local; su obsesión contra el coche particular... O su nula capacidad de gestión, que le ha llevado a acometer poco más del 30% de las inversiones presupuestadas para 2017. Detrás de la engañosa apariencia de frescura que Ahora Madrid pretendió abanderar hace casi tres años, aupada en el trampolín del votante «indignado», la impronta de la alcaldesa ha dejado en evidencia, al correr del calendario, el fracaso de su forma de hacer política. El variopinto Gobierno municipal ha certificado una carrera hacia ningún lado, a menudo tan irresponsable como fuera de control, y en demasiadas ocasiones excesivamente atenta a moldear según sus estigmas ideológicos la realidad de una ciudad tan cosmopolita y plural como Madrid. Porque Carmena, al igual que su equipo de Gobierno municipal, ha tratado de apuntalarse en la «vieja izquierda», esa misma que se dejó engatusar por el perfume populista para dar un toque moderno a la doctrina comunista de siempre. Ese recorrido fatuo ha terminado por convertirse en un carrusel de despropósitos que ha sumido en el estupor a los vecinos de la capital de España.

Por ejemplo, sólo desde una concepción antisistema y, sobre todo desde la incapacidad para asumir responsabilidades, puede aceptarse que la regidora despachase los gravísimos disturbios de Lavapiés con un respaldo cerrado a los ediles que, junto a dirigentes de Podemos como Irene Montero, Ramón Espinar o Juan Carlos Monedero, propagaron en las redes sociales el bulo de la represión policial en la muerte por un paro cardíaco del mantero senegalés Mame Mbaye. «Dimisión, ¿de qué? Nadie ha tenido ninguna actitud que genere ningún tipo de reproche», concluyó Carmena invocando el «drama tremendo de los sin papeles» como mera tapadera. Las emociones juegan en el mensaje de la alcaldesa un papel fundamental. Le ayudan a simplificar y, en este caso, a tratar de invertir las tornas para escapar de esos lamentables sucesos avivados por sus huestes.

Idéntico proceder empleó en la muerte del pequeño de 4 años aplastado el sábado por un árbol en El Retiro. El parque aún seguía abierto al público pese a la alerta roja decretada ante los fuertes vientos. Carmena esquivó de nuevo su negligencia como gobernante. Suma y sigue. El bagaje de la alcaldesa de Madrid se ha mantenido en una evidente falta de rumbo, generando tanta incertidumbre en torno a los principales desarrollos urbanísticos como irresponsabilidad a la hora de afrontar los asuntos más cotidianos de gestión de la ciudad.

Y la gran batalla que se avecina por mantener el Palacio de Cibeles sólo promete empeorar las cosas, con las distintas facciones de Podemos en guerra y ensimismadas en cómo evitar acudir al Segunda Mano en busca de nuevo empleo. Por ahora hay calma tensa, aunque las zancadillas internas son cada vez más difíciles de esconder. Carmena pretende tener todo bajo control antes de su «sí quiero» a repetir como cartel electoral. Ella se mantiene firme en sus condiciones, casi todas ellas atendidas hasta ahora por Pablo iglesias, como rodearse de una candidatura de afines (Marta Higueras, Inés Sabanés, Luis Cueto, Felipe Llamas, etc.) al objeto de marginar a los denominados «anticapis»; o evitar unas primarias, ¡faltaría más!, aun cuando el proceso sea revestido de una apariencia de democracia interna. Esto es, sometiendo a las bases una lista cerrada desde la dirección morada con el ex JEMAD, Julio Rodríguez, como número dos de Carmena. Esa es, al menos, la pretensión actual de Iglesias.

Madrid es la joya de la corona para Podemos, y su líder está convencido de que Carmena, que ya tendrá 75 años para las elecciones del próximo año, puede configurar un ticket ganador que ayude a su candidato regional, Íñigo Errejón, a arrastrar los votos necesarios para conquistar, junto a su homólogo del PSOE, Ángel Gabilondo, las llaves de la Presidencia de la Comunidad. La dispersión del voto en Madrid, consideran desde la formación morada, les permite ser optimistas. «El día de después de las urnas puede arrojar una partida de póker muy problemática para Cifuentes lastrada por la agria pelea del PP con Cs», apuntan los de Iglesias. En cualquier caso, la consigna repetida machaconamente desde el entorno del líder de Podemos es «no perder Cibeles». El secretario general morado es consciente de la importancia de mantener la Villa y Corte y, a ser posible, sumar alguna plaza a las ya conquistadas en 2015. Madrid, además de ser su mejor asidero para frenar la rodada cuesta abajo por la que circula, es el camino más directo para «asaltar el cielo» en las elecciones generales.