Política

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Carmena se come a la izquierda

La ex jueza ha dinamitado todas las formaciones de izquierda desde su llegada a la política municipal hace cuatro años. Han depositado en ella todas sus esperanzas electorales.

Tras su pasada intervención, la alcaldesa deberá ir en silla de ruedas o con muletas los próximos tres meses
Tras su pasada intervención, la alcaldesa deberá ir en silla de ruedas o con muletas los próximos tres meseslarazon

La ex jueza ha dinamitado todas las formaciones de izquierda desde su llegada a la política municipal hace cuatro años. Han depositado en ella todas sus esperanzas electorales.

A Madrid le gustan las rubias, con experiencia y lideresas. Si en 2010 Esperanza Aguirre hizo que los viajeros de un autobús de la EMT obligaran, a gritos, a parar el vehículo al conductor para poder saludar desde las ventanillas a la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, es ahora Manuela Carmena la que arrastra legiones de «fans» sin moverse de su cocina. También se asemeja a su rival en la campaña de hace cuatro años en que nada escapa de su eje gravitacional: absorbe todo el poder a su alrededor como un agujero negro. Eso sí, si Aguirre usaba su personalidad y un muy bien engrasado equipo de colaboradores para hacerse con la devoción de todo el PP madrileño –cuántos alcaldes al borde de la lágrima porque la presidenta de su partido sabía que su tía tenía problemas de reúma y les preguntaba cómo estaba–, el estilo de Carmena es más explosivo. En concreto, al más puro estilo de «El puente sobre el río Kwai»: pese a que vende la imagen de ser el oficial británico que aúna a todos en la construcción de la pasarela, en realidad es ella quien tiene la mecha que hace saltar por los aires el paso ferroviario.

No hay más que hacer un recorrido por su trayectoria desde que llegó a la política municipal para observar el reguero de «cadáveres» de formaciones que va dejando a su paso. Los últimos han sido Podemos. Y es que, pese a que en el análisis de su caída influyen varios factores, como la pelea entre «errejonistas» y «pablistas», lo cierto es que el incontestable liderazgo de Carmena y su negativa rotunda a que se le imponga una lista que no sea la de sus «elegidos» han sido determinantes en la quiebra de la formación morada.

Ya en 2015, cuando la ex jueza salió a la luz como cabeza de lista de Podemos para las primarias de Ahora Madrid –que se denominaba también «Más Madrid»–, el cisma se produjo en el seno de Izquierda Unida de la Comunidad de Madrid (IUCM). Las diferencias que arrastraban los que fueron elegidos candidatos en primarias, Tania Sánchez para la Asamblea de Madrid y Mauricio Valiente para el Ayuntamiento de la capital, desembocaron en sendas rupturas con la formación matriz, que también se desgajó de una Izquierda Unida nacional con cuyo control se acababa de hacer Alberto Garzón.

Fracaso de IU en Madrid

En aquella crisis, Valiente también «rompió» con IUCM para presentarse a las primarias de Ahora Madrid, por lo que la formación presentó a otra candidata para las elecciones municipales, Raquel López, pero sin el apoyo de IU nacional. El pésimo resultado de IUCM tanto en el Ayuntamiento como en la Comunidad, donde lideraba la lista el actual director del Instituto Cervantes Luis García Montero, supuso la desaparición de la federación madrileña de Izquierda Unida que se enfrentó a la nacional. Actualmente, es una división de IU nacional en Madrid, bajo el mando de Sol Sánchez y Mauricio Valiente, quien dirige los restos de la organización en la región.

Una vez en la alcaldía, lo que la candidatura había unido comenzó rápidamente a romperse por las costuras. Por un lado, el sector procedente de Ganemos defendía sin reparos y ya desde las instituciones cuestiones ilegales como la okupación. Algo que a la ex jueza, acostumbrada a aplicar la Ley con todas sus consecuencias, no le acababa de gustar. También se manifestaron contra la especulación urbanística aplicada más allá de lo razonable, una actitud que Carmena apoyó inicialmente pero que después acabó rechazando. Apenas pasaron unos meses de la toma de posesión cuando varios concejales se manifestaron en contra de la expulsión de los okupas del Patio Maravillas y seis ediles votaron en contra del criterio de Ahora Madrid en la construcción de un edificio de viviendas en el antiguo Taller de Artillería en Chamberí, proyecto que salió adelante con el voto favorable de PP y Ciudadanos.

Estas discordancias, que se han producido durante toda la legislatura, fueron tomadas al principio con benevolencia por la alcaldesa, que justificaba las distintas sensibilidades de su equipo. Sin embargo, según aumentaban los desafíos a Carmena por parte de sus propios concejales y los consiguientes titulares en la prensa con ella como protagonista como principal responsable del Ayuntamiento, estas diferencias comenzaron a no hacerle ninguna gracia. El pico de la tensión en la bancada de Ahora Madrid fue la denuncia, a espaldas de la alcaldesa, de los concejales de Hacienda, Carlos Sánchez-Mato, y Cultura, Celia Mayer, del contrato del Open de Tenis de Madrid del ex alcalde Alberto Ruiz-Gallardón. El juez archivó la denuncia y los ediles están imputados por prevaricación y malversación, ya que encargaron con dinero público varios informes para realizar la denuncia pese a que los realizados por los servicios jurídicos municipales aseguraban que estaba todo correcto.

Carmena dio entonces un golpe sobre la mesa y exigió que la opinión del Ayuntamiento sólo era válida si salía de su boca o de la de la portavoz, Rita Maestre. Era 2017 y a media legislatura la regidora ya repetía que se iba a ir en cuanto acabase su mandato, si no antes. De nada valieron los esfuerzos de su entorno para reunir de nuevo al rebaño de Ahora Madrid. Desde Ganemos se criticaba abiertamente las políticas municipales si iban en contra de los principios de la formación. Y los concejales díscolos no tenían reparos en hacer lo mismo incluso con el reproche público de la alcaldesa. Todo ello siendo Carmena ya un fenómeno de masas y sabedores de que sin la figura de la ex jueza las posibilidades de continuar gobernando se reducían a la mínima expresión. Por eso, durante el verano trataron por activa y por pasiva de convencer a la regidora: sin ella, el proyecto que habían iniciado juntos no podía tener continuidad. Esto, junto con el apoyo popular, contribuyó a ablandar el corazón de la alcaldesa que, eso sí, exigió como condición sine qua non que la lista la elegía ella. Así, en septiembre se confirmó la ruptura con Ahora Madrid y la creación de una nueva plataforma a medida de Carmena. Sin procesos de participación reglados, por muchas «participatarias» que la ex jueza quisiese vender a sus electores. En la presentación de Más Madrid lo dejó bien claro: aquí no caben partidos políticos.

Con el rodillo ya en marcha, tan sólo hacía falta eliminar al último obstáculo en el camino al liderazgo absoluto de la «Era Carmena». Podemos, que tanto desde los sectores «pablista» como «errejonista» respaldaron e impulsaron todos los movimientos en pro de mantener a la ex jueza en Cibeles, exigía a cambio –y así se lo recordaba constantemente su líder, Pablo Iglesias–, su cuota de poder junto a la alcaldesa. En este caso, el ex Jemad Julio Rodríguez debía estar por encima del resto de concejales en la lista que se integraría en Más Madrid.

De ninguna manera. Carmena quería a toda costa en su equipo a Rita Maestre, Paco Pérez, José Manuel Calvo, Esther Sánchez, Jorge García Castaño y Marta Gómez Lahoz. Y la lista impuesta por Pablo Iglesias dificultaba que estuvieran en puestos de salida en la candidatura final. Entre ellos hay «pablistas» y «errejonistas», pero todos son, por encima de todo, «carmenistas». Por ello le dieron la espalda a Podemos, que les abrió un expediente de expulsión, y se presentarán directamente por Más Madrid. Íñigo Errejón ha repetido exactamente la misma maniobra que realizó cuando desde la dirección nacional le impusieron en su lista como número 2 a la dirigente de IU en Madrid, Sol Sánchez. Ahora es Carmena, todo o nada.