Toros
«Cerrar la escuela taurina es arruinar mis sueños»
Los alumnos de la Marcial Lalanda esperan acabar su curso a pesar del embiste del Ayuntamiento
Los alumnos de la Marcial Lalanda esperan acabar su curso a pesar del embiste del Ayuntamiento
¿Qué quieres ser de mayor? Cuando estos tres chicos se hicieron esta pregunta, lo tuvieron claro:querían ser toreros. Este año cumple el cuarenta aniversario la Escuela Taurina Marcial Lalanda de Madrid, lugar en el que Carlos Ochoa, Álvaro Navarro y Ángel Téllez, tres chavales que sueñan con vivir del toreo, han recibido hasta ahora una formación «íntegra» en esta profesión que han elegido y por la que admiten sentir una gran vocación. El emblemático inmueble ha sido cuna de aprendizaje para más de 2.000 alumnos, entre ellos figuras del toreo de primer nivel como Joselito, el Fundi, el Juli, José Luis Bote y Miguel Abellán.
Las tres jóvenes promesas también aspiran a ser los mejores; sin embargo, la noticia que recibieron hace dos días y que confirmaba lo que ya se habló en septiembre de 2015, los dejó «muy preocupados». «Es una manera de intentar arruinar los sueños que tengo por cumplir», confesaba Navarro ante la pregunta de lo que significaba para él el probable cierre definitivo de la escuela. Después lanzaba una pregunta retórica, «¿quiénes son para jugar con nuestros sueños e ilusiones?», con la que expresaba su frustración aludiendo a los autores de aquél burofax en el que rezaba una fecha marcada en rojo, 30 de junio, para el desahucio de la escuela y de los 48 alumnos que estudian en ella.
Hace ocho meses el Gobierno de Ahora Madrid ya retiró los 61.200 euros de subvención que recibía anualmente el claustro académico de la Marcial Lalanda. Ahora ha dado un paso más: quiere que los chavales que allí entrenan –en el campo con «unas instalaciones privilegiadas, pues cuenta con plaza y corrales»–, desalojen un lugar al que se sienten muy ligados.
Éste es el caso de Ochoa que, aunque dejó la escuela hace cinco años, cuando debutó con picadores, sigue yendo a entrenar con los compañeros y profesores. Empezó a ir a la Marcial Lalanda con 13 años, cuando decidió llevar a cabo la idea que desde pequeño «se le metió entre ceja y ceja», la de ser lidiador de toros bravos. Ya tiene 18 años y su decisión sigue sin vacilar. Se muestra agradecido a la escuela taurina, de la que dice que se lo ha enseñado todo, «no sólo en el campo profesional, también en mi forma de ser está la huella de la Marcial Lalanda». Navarro añade «nos enseñan unos valores que no los inculcan en el instituto, por ejemplo», y concreta «el respeto, el afán de superación y la constancia». Navarro reconoce que su afición le viene de su padre, un gran forofo de la tauromaquia. «Aunque le da miedo, sabe que yo soy feliz con ello, por eso respeta mi decisión», asegura. Téllez también se siente orgulloso de la enseñanza que recibe y destaca que también cuentan con un psicólogo y un preparador físico. Cuando los chavales entrenan, uno de los ejercicios es ponerse por parejas, uno es el matador y otro, el toro. El segundo porta unos grandes cuernos sobre su cabeza, bufa de vez en cuando, y se acerca con rapidez a un matador que lo espera con la barbilla pegada al cuello, gesto severo y el cuerpo completamente en tensión inclinado. Podría ser una pieza teatral si no fuera por la convicción con la que cada miembro de la pareja ejecuta su rol, como resultado no de una buena actuación, sino de la sinceridad única que sólo puede transmitir alguien que se está tomando en serio lo que hace. La ilusión de estos chicos no es ninguna que podría ser considerada «común» en chicos de su edad. Pero no titubean al definirse: son toreros y el espacio de aprendizaje donde se les ha enseñado a «lidiar no sólo como toreros, sino como personas con valores» es la Escuela Taurina Marcial Lalanda. Ahora puede que cierre sus puertas antes incluso de que puedan acabar su curso académico, que finalizaría en octubre.
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