Ayuntamiento de Madrid

De felicitar la «fiesta de la empatía» a desfilar en honor al solsticio de invierno

Carmena admite el origen cristiano de la Navidad pero dice que ahora es «la fiesta de la curiosidad».

De felicitar la «fiesta de la empatía» a desfilar en honor al solsticio de invierno
De felicitar la «fiesta de la empatía» a desfilar en honor al solsticio de inviernolarazon

Carmena admite el origen cristiano de la Navidad pero dice que ahora es «la fiesta de la curiosidad».

Con un discurso correcto, que difícilmente podría ofender a nadie, pero sin renunciar a su particular cruzada «laicista», felicitó ayer la Navidad Manuela Carmena a los madrileños. La alcaldesa de Madrid comenzó su mensaje admitiendo, como en anteriores alocuciones, que la Navidad es una fiesta cristiana. Sin embargo, la alcaldesa matizó a continuación: «La Navidad es una fiesta cristiana, cuyos valores a modo de fértil semilla, han desbordado su origen». Y añadió: «La Navidad significa mucho más».

Con este punto de partida, la ex jueza dedicó su discurso a desacralizar la Navidad y alejarla de todo significado religioso. Así, lejos de mencionar la Navidad como la fiesta que conmemora el nacimiento de Jesucristo, Carmena apunta que «es sobre todo la fiesta de la solidaridad, de la compañía, de la empatía entre unos y otros».

La primer edil también expresó en su particular felicitación su teoría sobre por qué se colocan adornos en estas fechas: «La Navidad nos llega en los días más oscuros del invierno, quizás por eso nos afanamos en esas noches que nos la anticipan en adornar la ciudad con luces inesperadas, especiales, que permiten un imaginario distinto».

Asimismo, en su mensaje grabado de cuatro minutos y medio de duración, la alcaldesa de la ciudad continúó señalando que son los niños los protagonistas de este tiempo. Una idea que le valió a Carmena para hacer algunas reivindicaciones: «Al declarar a los niños protagonistas de la Navidad sentimos más que nunca la necesidad de hacer todo lo posible para impedir que haya niños que no puedan vivirla con la alegría y la magia deseable. Por eso echamos de menos a todos esos niños que llamamos refugiados pero que la burocracia y la insensibilidad de las grandes políticas no nos dejan tenerlos aún con nosotros».

En los cuatro minutos, Carmena también encontró un motivo para cargar contra los Reyes Magos, a los que comparó con el «amigo invisible»: «Nos rompemos la cabeza para encontrar qué regalo queremos encontrar a los fastuosos Reyes Magos o a su pobre imitador: ese gran y dinámico colectivo cada vez más extendido de los amigos reales invisibles».

La alcaldesa se dejó para el final la auténtica felicitación en la que definió qué es para ella este tiempo: «Feliz Navidad: fiesta de las luces, de la magia, de la curiosidad, y de la empatía; de esa empatía que necesitamos todo el año y que quizás en Navidad aflore algo más entre nosotros».

El Ayuntamiento de Madrid ha querido este año que el pistoletazo de salida de la programación municipal navideña sea precisamente con la fiesta pagana que celebra la llegada del solsticio de invierno. Este evento que marca la noche más larga del año y el momento en el que el día vuelve a ganarle minutos a la noche, y que tradicionalmente ha sido una celebración pagana fue festejada anoche con un desfile de farolillos a cargo de una veintena de voluntarios. Con Madrid Río como escenario, la organización repartió pequeñas luces metidas dentro de tarros. A ritmo de música, los voluntarios y varias decenas de curiosos y participantes dieron la «bienvenida a la luz» también con grandes farolillos con forma de libélula, araña, mosquito y otros insectos.

La falta de organización hizo que algunos espectadores criticara los 150 metros de distancia que quedaron entre los músicos y los portadores de los farolillos, lo que deslucía el pasacalles. Sin demasiada información sobre el recorrido del desfile y con apenas el dato de que acabaría en la explanada del Puente del Rey, fue allí donde los espectadores decidieron concentrarse, provocando momentos de tensión por la falta de visibilidad una vez llegó el desfile. Lo más aplaudido: los fuegos artificiales que dieron fin a «la fiesta de la luz» de Carmena.