Criminalidad

El culpable de matar al Dj de Alcobendas: «Lo apuñalé por miedo»

Foto del joven Jonathan Ariel, asesinado en la localidad madrileña de San Sebastían de los Reyes
Foto del joven Jonathan Ariel, asesinado en la localidad madrileña de San Sebastían de los Reyeslarazon

Uno de los asesinos de Jonathan, el joven argentino que residía en Alcobendas, confiesa el crimen.

«Yo lo apuñalé por miedo», mintió David Silva, un joven de etnia gitana de 24 años, cuando fue detenido junto a su hermano Joaquín, diez años mayor, y más curtido en el mundo criminal. Su confesión, aunque falsa, culmina una investigación frenética y magistral del grupo V de homicidios de la Jefatura Superior de Madrid. LA RAZÓN ha tenido acceso en exclusiva a las pesquisas de una tragedia que empezó a fraguarse en el paso de cebra del Paseo de Europa de la localidad de San Sebastián de los Reyes. «Sobre las 21:50 del martes 10 de julio iba paseando con Jonathan», relata Liz, la novia del chico. «Llegamos a un paso de cebra. Estábamos terminando de cruzar cuando una furgoneta casi nos atropella. Jonathan se volvió y les gritó algo así cómo: ''¡De qué vais!''. Yo le dije: ''Tranquilo, está bien, vámonos a casa. No pasa nada''. Seguimos andando y los de la furgoneta que se habían parado, arrancaron. Pareció que se iban, pero volvieron a detenerse en una rotonda más adelante».

La pareja se había alejado por lo menos 60 metros del lugar del incidente cuando Liz escuchó el sonido de una puerta de un vehículo cerrarse con violencia. «Me di la vuelta y vi a dos chicos de raza gitana corriendo hacia nosotros. Uno de ellos, el más joven, llevaba un palo o una barra. El otro un cuchillo grande». Jonathan quiso proteger a su pareja. «¡Aléjate!», le ordenó, pero Liz se quedó allí. «Se enfrentó a ellos. Trató de quitarle el cuchillo al mayor (Joaquín), pero el pequeño (David) aprovechó para colocarse a su espalda y golpearle brutalmente en la cabeza con el palo. Jonathan se tambaleó mareado. Ahí fue cuando el otro le apuñaló, aunque no pude ver el momento exacto. Cayó al suelo y los dos le patearon la cabeza y el resto del cuerpo con violencia», recuerda Liz. Cuando se cansaron, corrieron hasta la furgoneta y huyeron del lugar. «Yo chillaba y pedía auxilio», recuerda Liz. «Finalmente, una señora se acercó y llamó a la Policía».

Los agentes que trabajan en homicidios de Policía Nacional de Madrid saben que pueden ser reclamados a cualquier hora de lunes a domingo. Así ocurrió una vez más. Tres horas después del fallecimiento, ya de madrugada, estaban tomando declaración a todos los testigos.

En esencia, con más o menos detalles, todas las versiones de los testigos coincidían con la de Liz, pero lo más importante fue que alguno había memorizado la matrícula de la furgoneta. Los agentes tiraron de ese hilo y consiguieron averiguar que Joaquín era el dueño. Costó un poco más saber que el otro agresor era su hermano David, que dentro del vehículo había una tercera persona, un adolescente de 13 años, y que a todos les estaba escondiendo el padre en algún lugar cerca de Chinchón. Se desplegaron para tratar de detenerlos, se establecieron vigilancias, pero no lograban dar con el paradero exacto.

Tres días después, el viernes 13 de julio, sobre las 20.40, los investigadores lograron averiguar que los sospechosos estaban huyendo hacia Portugal, vía Salamanca y que en ese momento iban ya a la altura del puerto de Guadarrama. Salieron tras ellos con las sirenas a todo volumen y las luces azules pidiendo paso.

Existía la posibilidad de que no les diesen alcance, así que pidieron ayuda a sus compañeros de Salamanca, para que los interceptasen. Entre unos y otros, dos horas después, lograron bajarles de dos vehículos y ponerles las esposas. En el primero viajaba el padre de los presuntos asesinos, que al estilo terrorista, circulaba en una furgoneta lanzadera para detectar los controles policiales.

Medio kilómetro detrás, los hermanos, el niño de 13 años y un conductor al que han acusado de encubrimiento. David, el menor de los hermanos, el de 24 años, el que según los testigos agredió a Jonathan con el palo a traición, se inculpó: «Mi hermano y yo habíamos bebido mucho. Discutimos con un chico en un paso de cebra. Nos llamó «gitanos de mierda»y nos agredió a los dos. Nos bajamos de la furgoneta y Joaquín le dio con un palo. Entonces el hombre gritó a la chica que iba con él: ''Dame la pistola''. Yo le apuñalé por miedo a que me disparase».

El abogado de los presuntos criminales

El popular abogado Marcos García Montes, que ha perdido casi todos los casos mediáticos en los que se ha personado, ejerce la defensa de los presuntos asesinos. Las diversas pesquisas policiales están atadas y bien atadas y aunque señalen al menor de 13 años (a esa edad tan temprana le saldría gratis el crimen), todo apunta a una posible condena que oscilará entre los 15 y los 20 años.