Juegos de azar
"El juego es la nueva heroína de los jóvenes"
Juan, Javi y Eduardo son ludópatas en proceso de rehabilitación y miembros de la Asociación Vida sin Juego de Alcorcón. Imparten charlas en institutos y colegios para contar su historia y evitar que los menores «caigan en el mismo error».
Juan, Javi y Eduardo son ludópatas en proceso de rehabilitación y miembros de la Asociación Vida sin Juego de Alcorcón. Imparten charlas en institutos y colegios para contar su historia y evitar que los menores «caigan en el mismo error».
«Los chavales de los colegios e institutos se gastan el dinero del bocadillo en las casas de apuestas», cuenta a LA RAZÓN Eduardo, un ludópata en proceso de rehabilitación y miembro de la Asociación Vida sin Juego.
Desde hace casi 20 años, esta asociación está situada en la calle Timanfaya de Alcorcón, y cuenta con 1.800 socios, de los cuales, 200, entre los ludópatas y sus acompañantes, acuden a las terapias que se imparten. Eduardo cuenta que hace un año, estratégicamente situado cerca de este centro, en la calle Joaquín Vilumbrares, había un salón de juegos: «Lo sé porque yo he jugado allí», asegura.
Pero esta situación no solo se ha vivido en esta calle, sino que también hay otras zonas de la localidad que se encuentran afectadas por la cercanía a estos establecimientos. Eduardo relata que él solía jugar también en la calle Mayor de Alcorcón, y que en ese mismo lugar, haciendo esquina con la calle Nueva, está el Centro de Formación Profesional Juan XXIII situado encima de una casa de apuestas. «Cuando llega el recreo los chicos se meten allí y ya no vuelven a clase por desgracia. A estos salones van menores de edad y algunos con «testaferros», los que apuestan por ti porque no tú no puedes acceder al interior al ser menor», explica Eduardo.
Asimismo, en estas salas de juegos se produce una gran falta de control, ya que en muchas de ellas no piden ningún tipo de identificación e incluso incentivan la entrada a los menores bajando el precio de las bebidas o regalándolas. «Lo que más les engancha es la ruleta, incluso más que las apuestas deportivas, ya que es un dinero rápido y eres tú el que decide a qué número apostar. Te lo digo yo que fui jugador de ruleta. Se gastan el dinero que tienen en las casas de apuestas», asegura Javi, otro de los ludópatas en proceso de rehabilitación de esta asociación.
Tal es la preocupación que el pasado 28 de octubre, la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM) realizó un análisis sobre el fenómeno de los salones de juegos, detallando que actualmente 53 colegios cuentan con 61 locales de apuestas a menos de cien metros en la Comunidad de Madrid. A pesar de que esta distancia incumple el Decreto aprobado el pasado mayo por la Comunidad, el Ejecutivo regional dio una moratoria de diez años a estos establecimientos.
Juan, otro ludópata en proceso de rehabilitación y miembro de la asociación, junto con Eduardo, acuden a dar charlas a institutos y colegios para explicarles lo que han sido sus vidas con el fin de que estos estudiantes no «caigan en el mismo error». «Cuando vamos a centros educativos de la Comunidad, de cien niños, un 75% de los estudiantes ha entrado a casas de apuestas sin tener la edad y un cincuenta por ciento de ellos ha apostado», relata Juan.
Dichas charlas suelen ser concertadas por los profesores de los centros educativos por el absentismo escolar que se produce por irse a jugar a las casas de apuestas en vez de a clase. Asimismo, los docentes aseguraron a los miembros de la asociación que los estudiantes incluso apuestan en el recreo: «Al estar acostumbrados a estas salas, se habituan a apostar». «Ir a estos establecimientos está socializado y ya parece raro el que no va. Entras en las casas de apuestas y ves el partido gratis. Te regalan el refresco o te lo cobran más barato que en un bar», cuenta Juan.
Asimismo, Juan trabaja en la calle y cuenta que cada día pasa al menos por diez casas de apuestas y en las puertas solo hay «chavales jóvenes». «Es la heroína del siglo XXI, no es la muerte, pero sí que hay ajustes de cuentas, palizas o suicidios por deudas de juego. Es un problema que siendo tan joven tengas una enfermedad para toda la vida», relata.
Juan tiene 45 años y empezó a jugar entre los 15 y los 20 años «compulsivamente» sin tener control con el juego. Al principio no gastaba dinero en ello, pero se pasaba todos los días jugando al billar, futbolín o incluso en las máquinas de recreativos. «Después empecé a ganar muchísimo dinero, entre 1.200 y 2.400 euros, e invertí dinero en bolsa. Gané bastante». Un día con 25 años por primera vez Juan echó dinero a una máquina tragaperras y de cinco euros que invirtió le tocaron 300, y desde entonces no paró. «Tuve la mala suerte de que me tocó y ese dinero lo volvía a invertir en el juego, pero ya no ganaba tanto. El dinero era del juego. Así, hasta jugarme en mi vida 600 o 700 mil euros», cuenta. Asegura que el juego controlaba su vida y, que a pesar de que todos los días intentó dejarlo, esa situación se alargó hasta los 39 años, cuando su mujer se enteró de su problema con el juego por las numerosas tarjetas de crédito que tenía. «A partir de ese momento empecé a venir a esta asociación y, me enseñaron cómo dejarlo y hasta el día de hoy. Llevo ya seis años sin jugar a nada».
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