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«El Rafita», a la cárcel

Un juez decreta por primera vez prisión provisional, comunicada y sin fianza, para el asesino de Sandra Palo

"El Rafita"en una imagen de archivo
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Hace tanto tiempo que se sentía impune que no contaba con esto. Él mismo lo dijo cuando se cumplía su tercer y último año de libertad vigilada, esa parte de la condena que un juez de menores le impuso por el brutal crimen de Sandra Palo, el caso que le hizo tristemente célebre. «Hace mucho que me siento libre. Mi vida hoy no cambia en nada», dijo hace justo tres veranos, jactándose de que había hecho siempre lo que le había dado la gana (delinquir) a pesar de estar supuestamente bajo examen. Su vida no cambiaba, decía. Y era verdad. Desde entonces, Rafael Fernández García, «El Rafita», simplemente continuó con su modo de vida, muy lejos de la reinserción que algún día se soñó para él. Ayer, por primera vez en su vida, durmió en la cárcel.

Procede de una extensa familia afincada en la Cañada Real y prácticamente todos sus miembros se dedican o, de alguna forma colaboran, en el robo de vehículos para su posterior desguace y venta por piezas, principalmente los motores. Es lo que vio en su casa y lo que lleva haciendo desde que era crío. No tiene carné de conducir pero prácticamente todas las veces que le han detenido ha sido por lo mismo: pillado in fraganti en alguna de las fases de su rutinario «trabajo». Después de robar el vehículo –ya sea al descuido o forzando cerraduras–, se lo llevan a un descampado de la Cañada y en un «taller» instalado en una de las parcelas le quitan el motor y el resto de piezas de valor que se puedan colocar en el mercado negro. El resto lo queman para destruir pruebas.

La noche del viernes, sin embargo, parece que simplemente estaba haciendo el tonto. Paseaba en una moto con otro compañero de andanzas por Perales del Río, cerca de una zona conocida como la Aldehuela –en el término municipal de Getafe–. Probablemente la habían robado porque iba sin matrícula y ellos conducían sin luces y sin cascos. Puede que vinieran de quemar uno de sus vehículos robados o puede que esa gran columna de humo que alertó a los agentes nada tuviera que ver, esta vez, con él. Pero ese humo fue el principio de su fin. La patrulla de la Policía Local de Getafe, perteneciente a la Subinspección de Perales del Río, patrullaba por la M-301 cuando la vieron.

Se acercaron para ver de qué se trataba cuando por el camino, cerca de la Cañada, vieron a esta extraña pareja en una moto sin matrícula ni luces. Les dieron el alto pero ellos huyeron –«El Rafita» tenía una orden de búsqueda–, con tan mala suerte que dieron con una parte del terreno abrupto (por esa zona hay pistas de tierra) y quedaron atrapados.

Disparos al aire

Los agentes les cortaron el paso pero ellos embistieron con fuerza a uno de ellos, al que tiraron al suelo. El agente logró reponerse rápido y dio varios tiros al aire para tratar de impedir su huida, pero los presuntos delincuentes hacían caso omiso a todas las señales. A pocos metros de distancia, cayeron de la moto y uno de ellos logró escapar. El otro quedó detenido en ese momento por atentado contra agente de la autoridad (dañó al policía al embestirle) y delito contra la seguridad vial. El joven no era otro que «El Rafita». Antes de ser trasladado a dependencias policiales, tanto el agente como el arrestado fueron trasladados al centro de salud Los Ángeles, donde fueron atendidos de heridas leves provocadas durante la persecución.

Tras pasar la noche en los calabozos de la comisaría de la Policía Nacional de Getafe, Rafael Fernández García fue puesto ayer a disposición judicial. Seguramente él no iba muy nervioso, teniendo en cuenta que se ha enfrentado a la misma situación en una docena de ocasiones e incluso suele presumir en los calabozos policiales de las veces que roba y las pocas que le pillan (eso dijo en Alcorcón una vez). Pero el juez de guardia encargado del caso pensó ayer de forma diferente a sus colegas y decretó para el famoso delincuente, por primera vez, prisión provisional comunicada y sin fianza. Marimar Bermúdez, la madre de Sandra Palo, no daba ayer crédito a la noticia. «No quiero hacerme ilusiones por si sale pronto, pero ya debía estar desde hace mucho tiempo en la cárcel», subrayó Bermúdez. La madre de la joven disminuida psíquica a la que el delincuente, ahora entre rejas, violó, atropelló, y quemó viva –el pasado mes de mayo se cumplió una década del horrible crimen– recordó la injusticia que supone que su familia nunca disfrutara «al menos» de una orden de alejamiento de los cuatro asesinos de su hija.

«Es muy fuerte que esto haya pasado a menos de 500 metros de mi casa. Nos podíamos haber cruzado con él cualquier día. Menos mal que no ha sido así porque no se cómo hubiéramos reaccionado», aseguró.