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Madrid

Encuentro de Pasión

En torno a las 18:15 de la tarde, frente a la parroquia de San Ginés, en la calle Arenal, se encontraron las tallas de La Soledad y del Cristo Yacente
En torno a las 18:15 de la tarde, frente a la parroquia de San Ginés, en la calle Arenal, se encontraron las tallas de La Soledad y del Cristo Yacentelarazon

Las celebraciones de la Semana Santa 2015 pondrán hoy el broche en la capital con la tradicional tamborrada en la Plaza Mayor y la Eucaristía de Resurrección presidida por el Arzobispo Carlos Osoro en La Almudena. Ayer marcharon por el centro de la ciudad las dos últimas procesiones: la de La Soledad y la de La Virgen Dolorosa. Lo hicieron, como durante toda la semana, ante la expectación de miles de personas. El buen tiempo y el incremento de turistas llegados a Madrid han convertido, a falta de que los datos oficiales lo confirmen, ante una de las semanas santas con más seguimiento en las calles.

La primera de las procesiones del hasta hace décadas conocido como sábado de Gloria estrenó ayer sede. Entre los compases del himno nacional, del número 25 de la calle Alcalá, en la Iglesia de la Concepción Real de Calatrava, partió puntual la procesión de La Soledad, organizada por la Real e Ilustre Congregación de Nuestra Señora de la Soledad y Desamparo y Santo Cristo del Sepulcro. Los Miembros de la congregación quisieron homenajear a las víctimas del accidente aéreo que provocó la pasada semana la muerte de 150 personas en los Alpes mediante la instalación de un crespón negro en el trono de la Virgen. Integrada por las tallas de Nuestra Señora de la Soledad –fechada en el siglo XVIII, obra de Juan Pascual de Mena– y del Cristo Yacente, esta procesión volvió a propiciar en la tarde de ayer una de las instantáneas más esperada por los fieles en el momento en el que ambas imágenes se encontraron en la Real Parroquia de San Ginés, en la calle Arenal, entre los aplausos de los asistentes, alrededor de las seis y cuarto de la tarde. A partir de ese instante, el más emotivo del trazado, las dos tallas, madre e hijo, procesionaron juntas ya que hasta este momento, cada una había realizado su trayecto de forma separada. De hecho, la imagen del Cristo Yacente partió del Monasterio de la Encarnación y siguió por la plaza del mismo nombre previamente. Como ocurre en la práctica totalidad de procesiones madrileñas, la de La Soledad propició el encuentro entre hermandades de toda España en torno a celebraciones como la de ayer del Sábado Santo. Así, el deambular de sus tallas por la calle Mayor, Puerta del Sol, Carrera de San Jerónimo o la calle Cedaceros disfrutó del acompañamiento de Sección de Tambores, Bombos y Timbales de la Real y Calasancia Cofradía de Prendimiento del Señor y Dolor de la Madre de Dios, de Zaragoza, en la cruz de guía.

En este trayecto, los centenares de asistentes pudieron admirar la imagen de la Virgen de La Soledad entronizada en su paso de corte clásico, de un gran valor artístico y de más de dos metros de altura. Un total de 42 anderos la portaron por el corazón del barrio de Las Letras y custodiada por agentes de la Guardia Civil. Fue avanzando entre piropos y vítores de los más devotos especialmente en los momentos en los que los anderos y anderas –ya que en contra de los que sucede en la práctica totalidad de hermandades y cofradías, casi la mitad de las personas que portaron ayer en sus hombros a la Virgen son mujeres– protagonizaron las tradicionales «levantás», que ordenaba el capataz: «Al cielo señores con decisión, Esta ‘‘levantá’’ va por todos ustedes señores». Tras casi cuatro horas y media de recorrido, las dos tallas regresaron a su templo acompañadas por los cofrades, los anderos de ambas imágenes y representaciones como la del Real Gremio de Halconeros, en total más de un centenar de personas.

La otra procesión relevante del Sábado Santo tuvo como escenario el entorno de Atocha y Antón Martín. Organizada por la Archicofradía Primaria Nacional de la Real e Ilustre Esclavitud de Nuestro Padre Jesús Nazareno. La Virgen de los Dolores –también conocida como Virgen de la Amargura, Virgen de la Piedad, Virgen de las Angustias, Virgen de la Caridad o La Dolorosa– se trata de una imagen que cuenta con miles de fieles, ya que la devoción a esta Virgen está muy arraigada tanto en España como en Latinoamérica. Esto ayuda a explicar el porqué en el recorrido los turistas se entremezclaron con centenares de vecinos madrileños de origen ecuatoriano, guatemalteco, colombiano y panameño.

Fervor en Medinaceli

El gran éxito de estas dos últimas procesiones ya se vivió el Viernes Santo en el transcurso de la que es probablemente la más popular entre las que recorren Madrid esta semana, la del Cristo de Medinaceli. Entre aplausos de miles de fieles, la imagen salió de su basílica. No fue, como es tradición, una maniobra sencilla. Su capataz, Javier Capdevilla, fue el encargado de dar las órdenes a los portadores de que cómo debían transportar la imagen para hacer posible su salida por la puerta del templo. La dificultad radica en que sus dimensiones superan las de la puerta, de forma que debe desprenderse de algunos ornamentos verticales y activar un sistema que haga descender la escultura de Jesús. El «milagro» de esta talla de tres toneladas es posible gracias a la destreza no sólo del capataz, sino también de los 14 portadores y del guía que hacen procesionar, sobre ruedas, esta talla por el barrio de Las Letras, entre vítores y saetas que obligan a improvisar paradas.

El buen tiempo del que ha disfrutado Madrid esta Semana Santa ha permitido algo poco habitual en los últimos años, que todas las procesiones, especialmente las más importantes en cuanto a público, hayan podido completar su recorrido. Así lo pudo hacer, a la misma hora que la de Medinaceli, la del Cristo de los Alabarderos este viernes. Con su punto de origen en el Palacio Real, este paso, con la particularidad de que es acompañado únicamente por el sonido de los pífanos y los tambores, la de los Alabarderos, que apenas cuenta con 14 años a sus espaldas, se ha consolidado en la última década. Como en los últimos años, contó con la presencia de la infanta Elena –que en la «levantá» en su honor pidió por la unidad de España–, y despertó una gran expectación en sus casi cuatro horas de recorrido.