Tribunales
Hacia una sentencia con dibujos
Tras la primera resolución penal de lectura fácil, el ponente del fallo avanza que «se ha planteado incluso la posibilidad de incluir pictogramas» para personas con discapacidad intelectual
«Si dictamos sentencias es para la gente. Por supuesto, una sentencia afecta en primer lugar a quienes son parte en el proceso, pero va más allá: es un mensaje que lanzas a la sociedad y, si no se entiende, es una Justicia de peor calidad».
«Si dictamos sentencias es para la gente. Por supuesto, una sentencia afecta en primer lugar a quienes son parte en el proceso, pero va más allá: es un mensaje que lanzas a la sociedad y, si no se entiende, es una Justicia de peor calidad». El alegato en favor de unas resoluciones judiciales accesibles a todo el mundo es del magistrado de la Audiencia Provincial de Madrid David Cubero, ponente de la primera sentencia de lectura fácil de la jurisdicción penal en España y delegado de Discapacidad del TSJ de Madrid.
Se trataba, ni más ni menos, de que la víctima de una estafa, que padece una minusvalía intelectual del 42%, comprendiese no solo la decisión final de la Sección 16 de la Audiencia madrileña, sino que estuviese al corriente de toda la instrucción del procedimiento. Así que el tribunal –integrado además por los magistrados Pilar Alhambra y Javier Mariano Ballesteros– se puso manos a la obra: un «facilitador» acompañó al denunciante durante todos los trámites de la instrucción y, tras dictar sentencia, el tribunal dejó en manos de la Fundación A La Par, una asociación que trabaja con personas con discapacidad intelectual, el reto de hacer comprensible la resolución al estafado con la supervisión del ponente.
La sentencia de lectura fácil –que se puso en marcha por primera vez en la Suprema Corte de Justicia de México en 2013 y que en España ya se ha aplicado con éxito en Asturias– es una réplica de la original, pero desbrozada de tecnicismos, idas y venidas por los meandros de la jurisprudencia y asertos en latín. Acompañada, además, con notas explicativas de cualquier término que pueda desconcertar a una persona con discapacidad intelectual. Y se aclara, por ejemplo, que la denuncia «es contarle a un policía o a un juez lo que ha pasado para que puedan ayudarle» o que el juez «es la persona que juzga si una situación es justa y cumple las leyes y garantiza los derechos de los ciudadanos» y «decide si le pone un castigo o no a la persona que ha hecho daño a alguien». Así página tras página, hasta explicar también que la estafa consiste en «engañar a alguien para obtener su dinero».
En este caso, la simplificación del fallo tenía el reto añadido de explicar al afectado que se había producido un acuerdo de conformidad entre las partes, «cuando llegan a un acuerdo antes del juicio». El acuerdo, explica la sentencia de lectura fácil, consistía en que el fiscal «pedía una reducción de las penas y a cambio las acusadas se mostraron de acuerdo con los delitos de los que se les acusaba» y «se comprometían a pagar la multa» a cambio de la «suspensión de las penas de prisión». El tribunal también declaró nulo, «como si nunca se hubiera firmado», un préstamo fraudulento que rubricaron las dos acusadas en nombre del denunciante.
«Lo que más agradeció –recuerda Cubero– fue que lo acompañara el “facilitador” durante el proceso, sobre todo en el trámite de conformidad, porque había que asegurarse de que comprendía los términos del acuerdo».
El facilitador es un «traductor», una suerte de lazarillo que acompaña a la persona con discapacidad para que haga «de puente comunicativo entre el tribunal y esa persona. Le da tranquilidad». Es una figura similar al derecho de acompañamiento que reconocen tanto la Ley de Enjuiciamiento Criminal como el Estatuto de la Víctima (la posibilidad de acudir junto a alguien de confianza a la práctica de cualquier diligencia.
Pero los esfuerzos por hacer comprensibles las resoluciones judiciales pueden ir más allá. El juez Cubero asegura que «se ha planteado incluso la posibilidad de que las sentencias de lectura fácil sean con pictogramas», unos dibujos que tratarían de explicar el fallo a personas que sean parte en un proceso y sufran una discapacidad intelectual más severa o no sepan leer ni escribir.
Pero en un escenario como el actual de excesiva carga de trabajo y falta de medios, ¿es asumible que las sentencias de lectura fácil se generalicen? «No creo que ralenticen el proceso. Al revés, lo agilizan. Puedes perder algo de tiempo en la traducción pero lo ganas después, porque si el afectado no entiende nada el proceso puede anularse», explica. «Supone un esfuerzo, pero la calidad de la Justicia pasa necesariamente por ese esfuerzo, aunque lógicamente sería bueno contar con más medios», añade.
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