Estreno teatral
La cocina del poder
Cuántas veces hemos tratado de imaginar cómo se tejen los discursos de alguien tan poderoso como Obama, o de qué manera se logra continuar en el poder, a pesar de que te acorralen los escándalos en primera persona, como ocurrió con Silvio Berlusconi. No sabemos si Alistair Beaton se ha asomado alguna vez a un despacho presidencial, pero, en cualquier caso, ha construido un artefacto que transmite verosimilitud por todos los poros. El trabajo de adaptación del director, Alberto Castrillo-Ferrer, acerca mucho la trama a nuestro país, y la dirección de actores contribuye a exaltar el ritmo con el que se trabaja en la sala de máquinas de cualquier gran ministerio. En esa trastienda, quien hace y deshace es Fran Perea; él es quien tiene la última palabra sobre lo que debe llegar a la opinión pública sobre la acción de Gobierno, y también sobre cuáles son los mensajes que tienen que ocupar la preocupación del presidente y qué otros deben resolverse en niveles inferiores. En plena convención del partido en el poder, descubre que su ex, una avezada periodista (Manuela Velasco), está metiendo las narices en los asuntos que peor huelen de uno de los ministros (Jorge Bosch). En ese preciso instante, en el que debe decidir si traspasa la línea que divide lo personal de los profesional, es cuando nos damos cuenta de que todo lo que nos han mostrado hasta entonces (contratar a humoristas para hacer parecer a los políticos simpáticos, sobrepasar los límites de la ley de protección de datos...) es nada con lo que puede hacer un asesor para no perder supuesto.
En definitiva, una versión teatral brillante de «El ala oeste de la casa Blanca», en la que admiramos la progresión actoral de algunos intérpretes, como Fran Perea, además de un ejercicio de política-ficción que no puede meter más los dedos en la llaga de la realidad política internacional.
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