Universidad

La «Complu» restablece las ayudas a los alumnos con discapacidad

La Complutense destina a las ayudas a la integración de los alumnos con discapacidad el 0,014% del presupuesto total
La Complutense destina a las ayudas a la integración de los alumnos con discapacidad el 0,014% del presupuesto totallarazon

La Universidad Complutense comunicó el pasado 30 de abril a ocho de sus alumnos con discapacidad la decisión de suspender el servicio de acompañamiento desde sus casas hasta la facultad. Tendrían, a partir de ese momento, que llegar a clase y regresar a su domicilio por sus propios medios, sin la ayuda del becario que hacía con ellos ambos trayectos. Alegaba la vicerrectora de Atención a la Comunidad Universitaria, Cristina Velázquez, razones «de índole jurídico» para justificar una postura que ha privado de poder asistir a clase a algunos de ellos en estas semanas de mayo. En la carta remitida a estos alumnos, la vicerrectora se comprometía, no obstante, «a buscar soluciones». Ayer, tres semanas después que estallara la polémica y tras la denuncia de LA RAZÓN, la Universidad Complutense daba por fin con esa solución al decidir restituir el servicio tal y como existía hasta la fecha.

Fueron los propios becarios de la Oficina de Integración de Personas con Discapacidad (OIPD) los que comunicaron por teléfono a los ocho afectados que la UCM daba marcha atrás. Algunos de ellos, incluso, pudieron volver a disfrutar ayer mismo del servicio de acompañamiento. Otros no tuvieron tanta suerte, ya que la Oficina de Integración deberá reorganizar las rutas y los apoyos que presta cada uno de los becarios. Pese a ello, volverán a tener el acompañamiento cuando la replanificación esté terminada, en los próximos días. La universidad, además, ha prorrogado el seguro de los becarios que colaboran con la OIPD.

La suspensión del servicio obligó –tal y como recogió este diario el lunes– a alguno de estos estudiantes a desplazarse en taxi hasta el campus. Otra de las afectadas, una joven de 24 años que vive a una hora y media de la facultad, tuvo que modificar la rutina de toda su familia para que sus padres pudieran acompañarla. En el caso de una estudiante de Informática –también afectada por el recorte–, la posibilidad de cambiar el horario de la asistente que la Comunidad de Madrid le asignó le evitó perder horas de clase. La alternativa ofrecida en un primer momento por la UCM de seguir facilitando los acompañamientos dentro del campus –«nos desplazaremos hasta donde nos indiques, siempre dentro del recinto universitario. Cuando acabes tus clases te acompañaremos al punto de recogida», rezaba la carta de la vicerrectora– no satisfizó a los alumnos: «Desde el metro hasta mi clase apenas hay 50 metros. Así que este apoyo no me sirve de mucho», subrayaba hace unos días una de ellas. Otra de las críticas fundamentales en estos días, tanto de los propios afectados como de asociaciones como Famma, se ha producido por las formas empleadas de la universidad que dirige José Carrillo. Los ocho estudiantes se enteraron de la anulación del servicio a través de los becarios –que cobran 450 euros al mes– y no fue hasta varios días después cuando la vicerrectora les confirmaba lo que ya sabían por medio de una carta.

Al margen de los supuestos motivos jurídicos esgrimidos por la vicerrectora –relacionados, según el criterio de la UCM, con los itinerarios que debían realizar los becarios–, la Complutense también argumentó motivos económicos para la suspensión de este apoyo. Sin embargo, el equipo de gobierno de Carrillo no parece haber puesto la asistencia entre los alumnos con discapacidad entre sus prioridades. Según los datos del presupuesto de la universidad, la UCM destina el 0,014% de sus cuentas anuales a ayudar a los alumnos con discapacidad: 72.010 euros sobre un presupuesto de 516 millones.

No en vano, tal y como recordaba Famma esta misma semana, el equipo rectoral de la Complutense ya protagonizó el pasado mes de diciembre un conflicto similar cuando decidió eliminar también el servicio de acompañemiento de estos alumnos al cuarto de baño. Entonces, la UCM también se vio obligada a dar marcha atrás y seguir prestando este servicio a través de los propios becarios.