Madrid
La conquista del Jueves Santo
Los devotos de El Pobre y El Gran Poder empezaron a coger sitio desde primera hora de la mañana. El centro estuvo colapsado durante las procesiones del día grande de la Semana Santa
Miles de personas han seguido en las calles del centro de Madrid el paso de las principales procesiones de este Jueves Santo
No hay escena más emocionante en toda la Semana Santa madrileña que las salidas de Jesús el Pobre y María Santísima del Dulce Nombre. La primera procesión del Jueves Santos salió puntual de la iglesia de San Pedro el Viejo en la calle del Nuncio ante la expectación de miles de devotos y el desfile de casi 600 personas entre anderos, nazarenos, penitentes y acólitos, entre otros. «La dificultad que tiene sacar ambos pasos es espectacular, pero podemos hacerlo porque nuestros anderos son los mejores», presume Sebastián Crespo, segundo capataz de la cofradía y secretario de la Primitiva e Ilustre Hermandad de Jesús Nazareno El Pobre y María Santísima del Dulce Nombre en su Soledad.
El tamaño de las tallas –del s-XVIII el Cristo, y de 1999 la Virgen– obliga a los anderos a pasar por la puerta de la iglesia en cuclillas y andando de lado, en el caso de Jesús el Pobre y de rodillas casi besando el suelo a María del Dulce Nombre. Un esfuerzo espectacular para el que, sin embargo, hay lista de espera. «Es muy difícil salir de las varas –asegura Crespo–, pero tenemos a mucha gente que quiere entrar». Para poder ser andero lo que prima es la devoción y, después, la forma física. Para poder sacar ambas tallas ensayan durante dos meses entrando y saliendo de la iglesia, porque la entrada, antes de la cual Jesús hace una «reverencia» a la Virgen, también es complicada y además se acusan las ocho horas de procesión.
Mientras, desde primera hora de la mañana los fieles esperaban la salida de las imágenes. «Llevo desde las nueve de la mañana para poder verles salir», contaba Carmen, que viene de Parla cada año. En la mismísima puerta, Loli y Pepa, familiares de anderos, esperaban tranquilamente un largo día, ya que desde las 7 de la mañana hasta que se cierra la puerta de la iglesia detrás de los pasos, hacen su particular penitencia. «Es más bonita la entrada que la salida», aseguran.
Quienes también esperaban con devoción eran los fieles de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de la Esperanza Macarena, cuya Hermandad –la Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de la Esperanza Macarena– celebra este año su 75º aniversario. Su salida, una hora más tarde que El Pobre, no es tan espectacular, pero sí lo son las tres «levantás» de los costaleros que hacen en la Real Colegiata de San Isidro. Además, pese al silencio que acompaña al Gran Poder y al luto riguroso de sus nazarenos, la salida de la Virgen más andaluza de Madrid fue coreada a gritos de «guapa, guapa, guapa», desde que asomó.
Por último, el Jueves Santo también procesionó el Divino Cautivo, la única talla –de Mariano Benlliure– que sale dos veces, puesto que también desfilará hoy, y que este año ha recuperado su paso original, con ruedas, tras varios años saliendo con andas prestadas.
A pie de paso
«A hombro con Jesús. A cargar. En palmas. Despacito y ¡vamos los corazones!»
Sacar a Jesús el Pobre es una hazaña que cada año congrega a más fieles. Con apenas 15 centímetros de margen en lo alto y unos 20 en lo ancho, los anderos tienen que salir de lado, con la talla a pulso en los brazos y casi de cuclillas. Dos capataces se coordinan, uno delante y otro detrás, para dar las órdenes a los anderos. «A hombro» es el primer aviso. Toque de martillo y los anderos se colocan en su puesto, con los hombros pegados a la andas. Segunda orden: «A cargar». Con el paso en el hombro llega la primera «levantá». Avanzan por la iglesia y de nuevo el martillo otra vez: «En palmas». Es el momento crítico, los anderos se giran de lado, con las andas en los brazos y empiezan a agacharse para que Jesús supere el dintel. Paso a paso. «Despacito», piden los capataces. Las piernas dobladas, un poco más y llega el martillo. «¡Arriba ahora!»
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