Universidad

La Lemes: buena y necesaria

Ley de Universidades madrileña pretende mejorar la calidad en la docencia y la investigación
Ley de Universidades madrileña pretende mejorar la calidad en la docencia y la investigaciónlarazon

El objetivo de la futura Ley de Universidades madrileña es mejorar la calidad de nuestros centros en docencia, investigación y transferencia de conocimientos. Dotar al sistema madrileño de una estrategia común a largo plazo que impulse las capacidades de cada universidad. Por lo que yo sé (y, perdonen la jactancia, sé bastante más que muchos de los que ya han opinado), se está elaborando con el máximo diálogo: más de 50 reuniones de trabajo con todos los sectores de la comunidad educativa: rectores, profesores, alumnos, sindicatos, personal de administración y servicios, centros de investigación... y, además, es absolutamente respetuosa con la autonomía universitaria y con la legislación nacional (Ley Orgánica de Universidades).

Pretende, además, mejorar la financiación de las universidades públicas mediante un sistema plurianual que permita organizar a cada universidad sus objetivos a largo plazo. Tendrá una parte fija que garantizará un servicio de la máxima calidad y una variable por objetivos que serán pactados con cada universidad, modelo utilizado por los mejores sistemas universitarios del mundo (fuera la caspa).

Me consta también que se está dando especial atención al alumnado, por lo que ha habido varias reuniones con cada uno de los delegados de estudiantes de las seis universidades públicas. La Ley pretende incrementar, por tanto, la participación y la representación de este sector con la creación del Consejo de Estudiantes Universitario. Busca mejorar, a su vez, la calidad y la competitividad del sistema universitario madrileño, en el puesto ocho (en la última clasificación estaba el sexto) de las mejores universidades españolas. Al mismo tiempo, y así se desprende del texto que yo tengo, favorecerá la creación de figuras de profesorado que promuevan la movilidad internacional con convocatorias que se lleven a cabo con procedimientos objetivos y transparentes, favoreciendo la retención y captación de talento docente e investigador (ahí es nada).

Y, por último, mejorará la coordinación entre las universidades para perfeccionar la oferta académica y reforzará los criterios de calidad exigidos para la creación de nuevas universidades, respetando lo que estipula la normativa nacional, para asegurar la calidad del servicio educativo que reciban los alumnos.

El hecho de la irrupción del manifiesto «Paremos la Lemes», apoyado por Podemos (concretamente Íñigo Errejón, el becario fantasma), Izquierda Unida (bueno, «hundida» desde la desastrosa gestión de Alberto Garzón), Juventud Morada, Asamblea Marea Verde, Agrupación Universitaria Carlos Marx y sindicatos como CC OO, Somos Sindicalistas o el profesor Juan Varela-Portas (de los círculos podemitas), me da una idea exacta de que ninguno se la ha leído en profundidad y que, una vez más, la izquierda se arroga el mantra de la «educación es de izquierdas» sin fundamento alguno.

Manifestaciones sin intelectuales

Que los rectores madrileños estén con esta caterva de «intelectuales» me preocupa sobremanera, especialmente, mi rector, al que considero una persona muy preparada y buena gente. ¿Y dónde narices están las fuerzas de centro derecha? Una vez más, acomplejadas y calladas.

Ni un solo intelectual de peso veo tras estas manifestaciones interesadas y absolutamente impresentables. ¿Ha dicho algo al respecto el maestro Rodríguez Adrados? ¿O Fernando Savater, que de educación sabe algo más que esta tropa? ¿Se han pronunciado Investigadores y profesores de talla internacional? Qué queremos, ¿seguir arrastrando nuestras universidades madrileñas como alma en pena, viendo cómo otras nos sobrepasan porque se dedican a potenciar su universidad y no la «política universitaria»?

Veamos dos ejemplos. Es mentira que se enviara un borrador de Ley para un trágala. Lo que se ha lanzado es un documento de ideas «para el debate». Debate, además, que se ha producido, con la intervención personal del Director General de Universidades en más de veinte foros distintos y cuyo fruto son cientos de propuestas que han entrado por registro y que en una gran mayoría han pasado al borrador de articulado. ¿De qué vamos entonces? ¿De la técnica goebbelsiana de repetir una mentira hasta la saciedad para que se convierta en verdad? ¿Qué no hay transparencia? Los firmantes desconocen que la gran mayoría de personas e instituciones hacen llegar a la administración sus sugerencias por registro, cosa que también ha ocurrido con cientos de sugerencias que han entrado por esta vía. ¡Qué más da!

Que la verdad no nos estropee un bonito titular aquí, o una festiva manifestación allá. Que el profesor Torralba, Director General de Universidades de la Comunidad de Madrid haya debatido en multitud de foros no es relevante; para qué reconocer que la mayoría de los españoles preferimos hacer nuestras sugerencias por registro, dado que los «portales de transparencia» nos incomodan, y que por la vía registral hayan llegado cientos de sugerencias (lo que hay que decir es que, como ha habido poca participación a través de ese portal, los madrileños, ¡todos!, desconfían del Gobierno de Cifuentes y de esta ley), mejor callarlo.

Y, no podía faltar, el mantra de la financiación. La Lemes, arguyen, quiere mercantilizar la universidad pública, no se compromete a cubrir los gastos del capítulo 1 (¡Dios mío!, el de personal, serán...). El Consejero de Educación y su brazo armado el Director General quieren hundir la universidad pública y apoyar una capitalización salvaje que lleve a la subsistencia solo a las privadas, porque ellos son profesores interesados, pertenecen a... ¡anda, si son catedráticos de la pública!

Pero da igual que se les diga que ninguna ley general, como es el caso que nos ocupa, recoge modelos concretos de financiación ni incluyen cifras concretas de costes, menos aún sin que las Universidades Públicas hayan puesto en marcha un sistema de contabilidad analítica. Los presupuestos vinculados a la financiación dependen de leyes de presupuestos que aprueba la Asamblea. Ninguna ley se puede remitir a la Asamblea desde el Gobierno con asunciones de compromisos presupuestarios, más allá de proponer modelos generales. Tampoco la Lemes, pero ¡qué más da! Y otras muchas cuestiones podríamos traer a estas páginas de nuestro periódico, aunque necesitaríamos abarcar desde la sección «España», hasta la excelente «Cultura&más», y no es el caso.

En definitiva, estos señores de la Consejería nos están manipulando con el marbete de la excelencia y el de la modernización. Quieren echar del sistema universitario a la gente (esa que dicen que vota a Podemos y que Podemos no da por ella dos higas) para convertir a la Universidad en una fábrica de «elitización» (perdonen el neologismo) progresiva a través de los costes de los másteres y, en el fondo, y otra vez la cantinela, lo que quieren es potenciar las universidades privadas.

Y ya, aprovechando que el Tajo es un río madrileño y que pasa por el Real Sitio de Aranjuez, hablamos de un gobierno deslegitimado (sus votantes se ven que son ilegales), de falta de democracia (gracias a ella, estos impresentables se sientan en los parlamentos españoles con una indumentaria impropia, sin estudios, sin preparación y sin vida laboral previa), de la derecha privatizadora..., todo ello propio de un manual de la época de Mao Tse Tung.

Pero reconocer las bondades de la ley, como que establece el distrito único universitario en la Comunidad de Madrid (ahora es un acuerdo bienintencionado entre universidades); que fomenta la movilidad de los estudiantes en ese distrito con acuerdos similares a los «erasmus»; que establece la obligatoriedad de considerar la opinión de los estudiantes en la evaluación docente del profesorado (algunos nunca hemos tenido miedo a las encuestas que se hacen de nuestra labor, aunque luego no sirven para nada); que pretende dignificar la labor del PAS (fundamental para el buen desarrollo de la Universidad y hoy menospreciados o ninguneados por muchos de esos docente antiLemes), o querer que la investigación y la docencia innovadora no siga siendo una carrera de obstáculos (investigar en España es sufrir y ser profesor es profesión de riesgo), todo eso, repito, que no se le diga ni al alumnado ni a la sociedad, a ver si nos vamos a quedar con el culo al aire.

Hay que seguir hablando y debatiendo, sí. Pero, por favor, seamos serios que con las cosas de la educación no se juega.