Operación Candy

Las dos primeras menores le reconocieron «sin duda»

Ayer se visionó la exploración y ruedas de reconocimiento de dos niñas

El pederasta tuvo atemorizado en 2014 a las familias de la zona «Candy»: Hortaleza, Ciudad Lineal y San Blas
El pederasta tuvo atemorizado en 2014 a las familias de la zona «Candy»: Hortaleza, Ciudad Lineal y San Blaslarazon

Tras la no declaración del acusado, la sala procedió al visionado de dos pruebas preconstituidas. Se trata de la exploración de las dos primeras menores agredidas (el 24 de septiembre de 2013 y el 10 de abril de 2014), es decir, la testigo protegido 2 y 3, que se realizaron en Plaza de Castilla con piscólogos infantiles. Se grabaron para evitar que tengan que volver recordar esta pesadilla cuando se celebrara el juicio. Quienes han estado cerca del procedimiento siempre han destacado la gran labor que realizó en este sentido y el cariño con el que trató a las niñas en este duro trance la jueza instructora que llevó el caso, María Antonia de Torres –la titular del juzgado de Instrucción número 10– durante la investigación policial y hasta su detención (después pasó por otros dos juzgados). El visionado de la declaración de la primera menor, raptada el 24 de septiembre de 2013 (justo un año antes de su detención) duró unos 40 minutos. Según el escrito de acusación de la Fiscalía, Ortiz abordó a esta niña de cinco años en un parque infantil de la calle Rioconejos diciéndole que conocía a su madre y que tenía que darle unas bolsas. Logró convencer a la niña de que se metiera en el coche y allí la practicó tocamientos y la obligó a que se los realizara a él. Después la abandonó en una caseta de jardinería de la avenida Arcentales. El 10 de abril de 2014 repitió el modus operandi de acercamiento con una niña de 9 años en la calle Cidamón (lo había intentado poco antes con una niña japonesa). A esta menor (testigo protegida número 3), cuyo visionado de exploración duró casi dos horas, la condujo hasta el 4ºA de la calle Santa Virgilia, 3, donde la agredió sexualmente y dejó vestigios de ello. Antes le había proporcionado tres pastillas de benzociacepinas. Por el camino se permitió el lujo de parar en su vivienda habitual, donde vivía con su madre (Montearagón, 5), para pedirle las llaves de este «piso de los horrores» con la excusa de que tenía que arreglar algo de la obra. Mientras, la menor esperaba en el coche. Ya en la vivienda de Santa Virgilia, la obligó a tumbarse en la cama, la obligó a practicarle tocamientos y la duchó. Cuando la abandonó en el metro de Canillejas, aún tenía el pelo mojado y estaba desorientada. Tras la declaración de lo que recordaban estas dos niñas acerca de estos indescriptibles episodios, se visionaron las ruedas de reconocimiento de sendas menores en las que le reconocieron sin duda, según dijo ayer el abogado de una de ellas.