Desahucio
Lavapiés: el «efecto Magaluf» echa a sus vecinos
Marina y Jorge han tenido que abandonar su barrio. «En unos años nuestro edificio se habrá convertido en un hotel», afirma ella. Piden que se cumpla la ordenanza que regula los pisos turísticos.
Marina y Jorge han tenido que abandonar su barrio. «En unos años nuestro edificio se habrá convertido en un hotel», afirma ella. Piden que se cumpla la ordenanza que regula los pisos turísticos.
Marina y Jorge aún viven rodeados de cajas. No hace ni una semana que decidieron recoger todos sus enseres y recuerdos y poner fin a más de cinco años viviendo en el que hasta hace unos meses consideraban su barrio. El avance de la «turistificación» ha podido con ellos y con otros tantos vecinos que, bien por decisión propia, o forzados por el aumento de los alquileres, han dejado el Centro. «Nuestro edificio va a terminar siendo un hotel. Lo tenemos claro. Por eso, mejor nos vamos ahora que tener que ver cómo sigue empeorando la situación. Poco a poco se ha convertido en una especie de Magaluf. Iban hooligans, despedidas de solteros, juergas de amigos un martes o un miércoles... Era insoportable», relata Marina.
«Mejoras» para hacer más pisos turísticos
Como explican los dos jóvenes, el problema comenzó hace unos dos años, cuando empezaron a hacer obras en los pisos que se quedaban vacíos. Ellos no se imaginaban que «las mejoras» que se estaban realizando no eran para que los nuevos inquilinos tuvieran un piso reformado, sino para atraer a viajeros que buscaran alojamiento en la capital. «La última mujer a la que echaron llevaba toda su vida en el edificio. Ni siquiera le ofrecieron una subida del alquiler. Le enviaron un burofax para decirle que se tenía que ir. Ella nació ahí, ¿adónde va ahora? Ha tenido que irse de Madrid», explican los recién instalados vecinos del barrio de Retiro.
La pareja estaba cómoda en su piso de techos altos de la calle Santa Ana. Lo compartían con otro compañero y pagaban, entre los tres, 950 euros. «En enero empezamos a escuchar muchos ruidos en el apartamento de arriba, recién reformado. No tiene muchos muebles y se crea mucho eco. Ahora caben unas seis personas y, cada semana, cambian», asevera ella. Así empezaron las llamadas al propietario y a la Policía. «Le llegué a grabar un audio al casero desde mi habitación para que se diera cuenta de lo insoportable que era vivir allí, pero nunca me contestó». Lo cierto es que la mayoría del edificio pertenece a varios hermanos, «no viven aquí y perciben el inmueble como una inversión, un negocio», añade Jorge.
30 denuncias a la Policía
Como no recibieron respuesta por parte de su arrendatario, sólo pudieron pedir ayuda a la Policía cada vez que el volumen de los turistas se disparaba. «He llegado a llamar 30 veces, pero solo pueden venir, decirles que no hagan tanto ruido y listo», dice con cierto hastío Marina. «Lo peor eran los días entre semana, dormir se convertía en una odisea», reconoce. Así fue como tuvieron la idea de acudir a la comisaría a denunciar que las personas que entraban en los pisos turísticos no hacían el check in. «Nadie les revisaba el documento de identidad y eso es ilegal», asevera Jorge. «Nos parece hasta peligroso que no se registren estos datos porque si viene un terrorista con un documento robado, ¿quién lo sabe?», dice ella.
Tras las quejas de estos y otros tantos vecinos, la inspección del Ayuntamiento acudió al bloque y «registraron unos 40, pero no sabemos en qué han quedado esos expedientes. Si les van a multar o algo. No nos han comunicado nada», explica Marina. También han advertido un aumento de los robos. «El portal está constantemente abierto. Entran y salen sin control y como llevan códigos no necesitan que nadie les abra la casa». De acuerdo con esta ex vecina, «en los últimos meses han robado en varios pisos, en los turísticos, entre otros».
Hasta 5.000 euros de beneficio al mes
En las plataformas que alquilan estas viviendas han podido comprobar que por dos días piden hasta 300 euros. «Calculamos que, por piso, cada dueño puede sacar entre 4.000 y 5.000 euros al mes. Por eso no me creo lo que venden de que esto es economía colaborativa», subraya el joven.
Pero ellos poco pueden hacer, ya que, con la normativa de propiedad horizontal debe ser el conjunto de propietarios el que decida si se permiten, o no, los pisos turísticos y «como en nuestro casos la mayoría pertenecen a los mismos, no hay posibilidad de restringirlo».
Otro de los motivos por los que se decidieron a abandonar el apartamento de Lavapiés es porque «está dejando de ser un barrio. Las tiendas de toda la vida están cambiando por las de 24 horas. Cada vez está todo más enfocado al turista y espero que a Madrid no le ocurra como a Barcelona», añade Jorge y Marina recuerda: «Esto no solo está en el Centro, se está extendiendo en todos los barrios».
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