Trabajo

Los guardianes del sótano

La Unidad de Subsuelo de la Policía Nacional atiende cada día una media de dos alertas de bancos

Desde que España está en nivel 4 de alerta antiterrorista, los agentes de Subsuelo revisan con frecuencia los 2.000 kilómetros de galerías que discurren bajo tierra
Desde que España está en nivel 4 de alerta antiterrorista, los agentes de Subsuelo revisan con frecuencia los 2.000 kilómetros de galerías que discurren bajo tierralarazon

La Unidad de Subsuelo de la Policía Nacional atiende cada día una media de dos alertas de bancos.

No es un trabajo para claustrofóbicos. Los agentes de Subsuelo de la Policía Nacional tienen que hacer un cursillo específico digno de espeleólogos para acceder a esta unidad. Su trabajo se realiza varios metros bajo tierra a lo largo de los nada menos que 2.000 kilómetros de galerías subterráneas que hay bajo el asfalto madrileño. Cada día atienden una media de dos alertas de sucursales bancarias y joyerías que suelen ser «falsa alarma». Y es que no es la primera vez que los cacos huyen por estos pasadizos tras realizar un butrón en un banco; de ahí que la mayoría de las actuaciones sean por este tipo de alertas. Según explican los agentes, existe un protocolo por el cual, desde la Sala del 091, les avisan cuando ha saltado una de estas alarmas. Hasta la propia Sala dispone de un listado con los bancos que tienen cajas de seguridad. Así, mientras sus compañeros de Seguridad Ciudadana inspeccionan las inmediaciones del lugar cuando ha saltado uno de estos avisos, los de Subsuelo hacen lo propio, pero varios metros bajo tierra. No cualquiera puede escapar por estos pasadizos, peligrosos a menudo, un terreno que hay que conocer bien y saber moverse. De hecho, las bandas que han huido por aquí, eran expertos o profesionales de la pocería.

En alguna ocasión se han topado con una de estas bandas a cuatro metros bajo tierra. La situación, lógicamente, no es como en la superficie, donde los cacos pueden tratar de escapar por otra calle. Ambos se encuentran cara a cara en un estrecho túnel (por algunas zonas hay que ir arrastrado) y el riesgo a que el delincuente se ponga nervioso y dispare al verse sin escapatoria, siempre está ahí.

Desde la sede de Moratalaz, los agentes explican que las requisas (inspecciones para comprobar que todo está en orden por ahí abajo y no hay riesgo de sabotaje, por ejemplo, en los conductos del agua potable) han aumentado de forma considerable desde que España se encuentra en nivel 4 de alerta antiterrorista. Siempre que alguna personalidad hace un recorrido o se dan grandes concentraciones –desde maratones hasta manifestaciones, pasando por eventos como el Orgullo Gay– estos agentes se colocan el traje, casco, mascarilla y botas y bajan con lo más importante: un aparato que detecta cuatro tipos de gases: monóxido de carbono, sulfuro de hidrógeno, anhídrido carbónico y el nivel de oxígeno adecuado (la referencia es de 20,5). En cuanto se sobrepasan los niveles peligrosos, hay que subir. También llevan una linterna estanca y antideflagración. Y es que no es ninguna tontería bajar al «sótano» de Madrid y, menos aún, a los colectores: el riesgo de inundación dejaría apenas unos minutos de margen para subir a la superficie. Pese a la creencia generalizada, no cualquiera puede bajar a las galerías que esconden hasta búnkers de la Guerra Civil, como el que hay bajo la Puerta de Alcalá. Tras abrir la trampilla del suelo y bajar unos escalones nos topamos con otra puerta blindada que sólo se abre con una tarjeta magnética. Más allá, sólo humedad, oscuridad y silencio. Además de estos policías, también pueden bajar aquí operarios de compañías eléctricas, de telefonía o del Canal de Isabel II. El cableado de colores anclado a la pared dan buena cuenta de la proliferación de la fibra óptica los últimos años. Eso sí, los trabajadores que tengan que bajar para solucionar cualquier incidencia tiene que dar cuenta de ellos a esta Unidad, que filian a los empleados que bajarán para minimizar el riesgo de sabotajes, intrusismo y, por supuesto, terrorismo.

En esta unidad trabajan 64 personas organizadas en seis subgrupos pero cada «topo» (equipo) se compone de cuatro personas, que viven siempre pendientes de la próxima alerta.