Comunidad de Madrid
La muerte sin resolver de Adrián Morales, la «espina» policial de 2015 en Madrid
La región cierra el año con su tasa de criminalidad más baja: 31 homicidios
La región cierra el año con su tasa de criminalidad más baja: 31 homicidios. Entre las «espinas» de la Policía, el caso de Adrián Morales, fallecido la pasada Nochevieja
Por fin había conseguido que su hijo se dejara el pelo largo. Jesús Morales, guitarrista y padre «rockero» siempre lo llevó así «por convicción» y le gustaba, al contrario que a la mayoría de los padres, que sus hijos hicieran lo mismo. Las últimas fotos de Adri muestran a un atractivo joven con melena negra ya casi a la altura de los hombros, riendo junto a su familia y disfrutando del que, quién les iba a decir, iba a ser su último verano juntos. Un zarpazo del destino se llevó esa enorme sonrisa de 29 años hará mañana, día de Nochevieja, un año. Ocurrió a la salida de un local de copas de Alcorcón. Un grupo de jóvenes llegó en coche a la zona de Las Retamas y, buscando pelea, toparon con Adrián y dos amigos, quienes no les siguieron el juego. No se conocían de nada ni hubo motivo previo de discusión. Aun así, en cuestión de segundos, les propinaron una paliza y huyeron en un coche. Adrián recibió el peor golpe, en la cabeza, y falleció dos días más tarde en el Hospital de Getafe tras ser intervenido en neurocirugía.
Fue la primera muerte violenta del año y una de las más «absurdas» que recuerdan en el Grupo VI de Homicidios de Madrid, encargados de la investigación del suceso; una investigación que se encuentra en una fase complicada por falta de pruebas y, en parte, por la escasa colaboración de la jueza instructora. Este caso, no obstante, rompe con la estadística de 2015. El año que mañana termina ha sido especialmente «suave» en cuanto a muertes violentas en la región: se han registrado 31 homicidios, la tasa histórica más baja en la Comunidad de Madrid. De ellos, 23 han sido en territorio controlado por la Policía Nacional y 8 en demarcación de Guardia Civil. Además, la mayoría están resueltos. El de Adrián, por tanto, es uno de los que salen de la tendencia de eficacia policial.
Una estadística que ha seguido la misma tendencia a la baja desde hace más de una década exceptuando algún año puntual como 2003, con un centenar de crímenes.
Precisamente por ser este año más flojo en cuanto homicidios y presentar buenos datos la estadística de eficacia policial (casos resueltos), los agentes pueden dedicar más horas en centrarse en aquellos casos más complicados. El de Adrián Morales es uno de esos prioritarios. Una investigación difícil por varios motivos, según explica un alto mando de la Brigada de Policía Judicial. Para la investigación policial, las primeras 48-72 horas son claves. «Si ahí no sacas un hilo de donde tirar, luego va a ser muy complicado», explica. En el caso de Adrián lo que ocurrió es que la «maquinaria policial» se activó más tarde al haber fallecido con posterioridad y no actuar, por tanto, los agentes de Homicidios y Policía Científica en los minutos posteriores a la agresión. La inspección ocular inmediata, las primeras declaraciones «en caliente» o los recuerdos de los testigos se van diluyendo conforme pasan las horas y son los pilares vitales para una investigación. «Si te había parecido ver los números de una matrícula, pasado mañana ya dudas, o incluso lo has borrado por completo de tu mente de forma involuntaria», explica el agente. En este caso, desgraciadamente, todo comenzó casi dos días más tarde. Según los primeros testimonios (tardíos) se trataba de un grupo de cuatro o cinco personas que vestían de traje. Huyeron en un Golf gris o azul oscuro que estaba parado un poco más abajo de donde sucedió todo, junto a la sucursal de Caja Castilla-La Mancha que hay en la avenida Retamas con Gabriela Mistral. Tampoco las cámaras del banco captaron nada relevante.
Los agentes tuvieron bajo el punto de mira a ciertos individuos pero no consiguieron la autorización judicial para continuar la investigación en esa línea. Es otro de los escollos que deben superar a diario los agentes pero que no les desaniman.
Y es que éste fue sólo el primero de los 31 casos a los que se han tenido que enfrentar los grupos de Homicidios de la Policía y la Guardia Civil de Madrid. La misma noche de la reyerta de Adrián, un hombre de origen marroquí apareció carbonizado en la calle Godella, en Villaverde. Es otro de los casos que tiene enquistados la Policía. Más cerca de resolver está uno de los más extraños del año: César Solveira –un hombre de 46 años con problemas mentales y que fue abogado del Estado hace años–, a quien un sicario disparó en la cabeza a las puertas de su casa de Alcobendas el 9 de julio.
Aunque los que han tenido mayor relevancia mediática este año han sido en «zona verde», en territorio de la Guardia Civil. A finales de marzo denunciaban la desaparición de Adriana Giogiosa, una mujer argentina de 55 años que trabajaba en un Burger King de Majadahonda. El caso fue de lo más macabro: los agentes encontraron sangre de la víctima en una picadora que su casero (y más tarde asesino) tenía en el garaje de la casa que le había alquilado. Creen que la descuartizó aunque aún no se han encontrado sus restos en ningún vertedero. La Guardia Civil buscó también a la tía de este hombre (Bruno Hernández, de 33 años y con problemas mentales), que también había desaparecido de forma extraña hace años.
Un feriante de Torres de la Alameda asesinado en su caravana en octubre y otro muerto con arma de fuego en un taller de coches de Arroyomolinos, están también entre los temas pendientes de resolver de los agentes de la Benemérita.
Pero, sin duda, el «caso cerrado» que mayor satisfacción general provocó casi de forma unánime fue el caso de Eva Blanco. Aunque se produjo en 1997, se ha cerrado este año (18 después) con la detención de su asesino en un pequeño pueblo de Francia. Es el ejemplo perfecto que demuestra que los agentes no dejan ninguna investigación en una carpeta cerrada. De hecho, los casos más complicados los cogen nuevos agentes para tomar el caso desde cero y comenzar de nuevo sin estar «contaminados». Pueden caer en líneas de investigación que no habían barajado los primeros.
Este caso esperanza a todas esas familias que esperan esa llamada policial que les comunique buenas noticias. Jesús Morales llama «de vez en cuando» a los agentes por saber qué tal van, y las palabras de éstos, aunque no son las que le gustarían, no le desaniman. «Yo confío en la Policía y sé que siguen trabajando», dice con certeza. No se equivoca. La jefa de la investigación es, después de Jesús, Eva y Víctor (el hermano de Adrián), la que más ganas tiene de resolver el caso. Y mientras llega ese día esta familia sigue con la vida. Víctor, de 20 años y que estudia Bellas Artes (Adrián también pintaba maravillas) les da a sus padres el principal motivo para seguir aunque «una cosa así nunca se asume». Su risa constante llena una casa, en Villaverde, en la que tratan de imponer la normalidad a golpe de cariño, bromas y buen humor contagioso. Este año, como no podía ser de otra forma, Víctor ha vuelto a poner el árbol y el belén. Y mañana, por su puesto, saldrá a celebrar la Nochevieja.
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