Semana Santa
Triste regreso para huir de la lluvia
La procesión de Los Gitanos tuvo que dar la vuelta por el mal tiempo. El Cristo de las Tres Caídas también acortó su recorrido.
La procesión de Los Gitanos tuvo que dar la vuelta por el mal tiempo. El Cristo de las Tres Caídas también acortó su recorrido.
En el ecuador de la semana grande del cristianismo, el ambiente que se respiraba alrededor de las procesiones de Los Gitanos y Las Tres Caídas trasladaba por unos momentos a los asistentes a la capital hispalense. O, al menos, esa fue la intención inicial de ambas hermandades. Pero no pudo ser, ya que la lluvia prevista se adelantó y acortó los itinerarios y el sentimiento de miles de fieles que acudieron, como cada año, para continuar con la tradición.
Sin embargo, los nubarrones y las lluvias pronosticadas no acobardaron en un primer momento a ninguna de las dos hermandades. En concreto, los hermanos de Los Gitanos salieron en hora y tiempo de la Parroquia de El Carmen y San Luis Obispo a las 20:15 y estuvieron acompañados de un gentío de todas las edades que se había congregado desde primera hora de la tarde para experimentar la «catequesis viva» –en palabras de un costalero de la hermandad– que supone las tallas de Nuestro Padre Jesús de la Salud, que representa a Jesús Nazareno con la cruz y camino del calvario, y de María Santísima de las Angustias, que representa a la Virgen al pie de la Cruz.
Entre las novedades de este año, la imagen de María de las Angustias lucía un adorno nuevo con orgullo en el palio, una «gloria de Nuestra Señora del Carmen», describió a LA RAZÓN Juan Moclán, diputado Mayor del gobierno de la Hermandad. La gloria es un tipo de medallón bordado y colocado en el palio «justo encima de la nuestra señora», añadió otro hermano.
Entre vítores, aclamaciones, luces, tambores y los flashes de las cámaras, salieron las dos tallas del maestro sevillano Ángel Rengel. Los cofrades, ataviados con túnica, guantes, capa y medias de color blanco y con el cíngulo, la botonadura y el antifaz de color morado, fueron acompañados por las agrupaciones musicales de Santa Marta y Sagrada Cena, de León, que seguía al Cristo, y por la Banda Sinfónica La Lira de Pozuelo, que hizo lo propio con la Virgen.
A su salida, las bandas entonaron el himno nacional al tiempo que eran respondidos por un silencio reverencial solo roto por los aplausos y los «¡vivas!». Mercedes, visiblemente emocionada, lleva 20 años acudiendo a la procesión de Los Gitanos. «Es algo maravilloso», decía. «Me ha hecho muchos favores y vengo todos los años a darle las gracias». Al mismo tiempo, le daba mucha pena que la climatología no fuera favorable. «Es lo que Él quiera», aseveró con semblante serio. Y es que, llevaba desde las tres de la tarde esperando a que saliera su Cristo y su Virgen. A su lado, una mujer octogenaria, muy devota, no había comido para coger un sitio privilegiado en frente de la puerta de la iglesia de El Carmen.
La comitiva bajó acompañada por los más de 200 hermanos que conforman la hermandad y llegó hasta la céntrica plaza de Sol. Al paso del Cristo le seguía su Madre a lo lejos. En principio, las dos imágenes iban a realizar un recorrido más corto por la previsión de lluvia. Pero al adelantarse, se vieron obligados a dar la vuelta en plena Puerta del Sol. Y ambos pasos entraron de nuevo en la iglesia de El Carmen en torno a las 22:00 horas, entre las caras compungidas de los cofrades y los paragüas y abrigos de los fieles que acompañaron el regreso de las tallas.
Por su parte, la hermandad más joven de la capital, la del Santísimo Cristo de Las Tres Caídas, tampoco se echó atrás y abandonó por segundo año, –aunque un poco tarde, a eso de las 21:00 horas– la Real Iglesia de San Andrés Apóstol. De ahí partió en volandas la talla del Cristo realizada en 2016 por el sevillano Antonio José Labrador y basada en la imagen del mismo nombre de Triana.
El hermano mayor de esta hermandad, Julio Rivera Martín, ya avisó antes. «Vamos a ver hasta última hora. Creo que a la salida no vamos a tener problema, sino durante el recorrido». Y es que, para esa eventualidad, habían previsto un plan alternativo que, al final, se vieron obligados a acortar. A pesar de las gotas que ya caían, los 32 costaleros sacaron a su Cristo de las Tres Caídas de rodillas de la iglesia, debido a su tamaño, entre los aplausos de los que se congregaban fuera.
Pero la ilusión inicial pasó rápido, como le había sucedido a la hermandad de Los Gitanos. Debido a la intensidad de la lluvia, la cofradía, que se había propuesto llegar a la iglesia de San Pedro el Viejo para hacer una estación, tuvo que dar marcha atrás mientras cubrían al Cristo del agua con una manta. Apenas 100 metros le separaban de su salida. Los 110 hermanos de capirote rojo se quedaron con ganas de más. «Otro año será», exclamó un costalero a su regreso a la iglesia de San Andrés Apóstol.
Hoy, y si la lluvia lo permite, saldrán a la calle Nuestro Padre Jesús el Divino Cautivo; Nuestro Padre Jesús Nazareno «El Pobre» y María Santísima del Dulce Nombre, y Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de la Esperanza Macarena.
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