Iglesia Católica
Votos sorpresa en la Plaza Mayor
La victoria inesperada de Trump y los deseos cristianos de la alcaldesa ante la Virgen, protagonistas en el Día de la Almudena.
La victoria inesperada de Trump y los deseos cristianos de la alcaldesa ante la Virgen, protagonistas en el Día de la Almudena.
Plaza Mayor de Madrid: 400 años la contemplarán en 2017. Ayer fue el escenario de la misa solemne en honor la Patrona de la Villa, Santa María Real de la Almudena. Ambiente de recogimiento devoto y de pulsaciones políticas. Antes de que la imagen de la Virgen hiciera su entrada por la calle de Ciudad Rodrigo, el elenco de políticos llamados a participar en esta solemnidad no renunciaba a intercambiar opiniones sobre lo que era la noticia recién salida del horno: la victoria de Trump. La alcaldesa, Manuela Carmena, deseaba que los «disvalores» del nuevo presidente americano «se queden en meros discursos y no se plasmen en una política que conmovería la estructura de los derechos humanos del mundo». La presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes, felicitaba al ganador y apelaba a la libertad y la tolerancia que siempre han caracterizado al pueblo americano, mientras que la portavoz municipal del PP, Esperanza Aguirre, dijo que había que rezar a la Virgen de la Almudena para que la elección de Trump sea buena para todos, lo que algunos interpretaron como un punto de ironía. Por cierto, la alcaldesa y Aguirre, ambas vestidas de negro, se saludaron con un beso que se antojaba tan frío en lo emocional como en lo climatológico.
Sorpresa general por la victoria de Trump y sorpresa agradable por el contenido del Voto de la Villa a la Virgen de la Almudena, leído por la alcaldesa en el altar. Carmena había elaborado un texto de un profundo contenido evangélico, inspirado en el Sermón de la Montaña, agradeciendo al Papa Francisco, al que llamó «hombre bueno», su mensaje en este Año de la Misericordia. A los representantes de la oposición les gustó más el discurso de la regidora que a los de su propio talante político, sobre todo cuando dijo: «Seamos o no creyentes, tenemos que seguir mejorando nuestra ciudad». En su alocución social fue a la pura esencia del humanismo cristiano: compromiso para atender a los refugiados, garantía de asistencia sanitaria a los sin papeles y acompañar a los que están privados de libertad. Uno de los políticos asistentes preguntó al compañero: «¿Estamos ante un milagro: la conversión de San Pablo versus Manuela?». Y tuvo su respuesta: «No creo, simplemente que este año no ha venido bajo presión. El pasado, tuvo que vencer la resistencia de algunos de sus concejales de Podemos, que la aconsejaban no estar en un acto religioso e incluso le apuntaron un discurso extremadamente laicista, que rectificó y suavizó poco antes de leerlo».
La tradición de la renovación del Voto de la Villa a su Patrona cumplió ayer 370 años. Fue en 1646, cuando tras la intercesión de la Virgen, solicitada por los madrileños para que acabaran unas lluvias torrenciales que habían provocado graves inundaciones en Madrid, los regidores acordaron: «Que esta villa vota la asistencia a la festividad de Nuestra Señora, por siempre jamás», un voto que desde entonces renuevan cada año los alcaldes en nombre de todos los madrileños.
Ayer, en la Plaza Mayor, estaban los políticos representantes de todos los partidos, tanto en el Ayuntamiento como en la Asamblea regional. Quizá por esa razón, el arzobispo, Carlos Osoro, se refirió en el discurso de su homilía «a todos los que formamos parte de esta Comunidad de Madrid». Terminada la Eucaristía, dio comienzo la procesión de la Virgen, en la que no participó la alcaldesa. Hace 370 años, sí estuvo presente el entonces alcalde de la villa, Francisco Arévalo de Zuazo, en la procesión verificada tras acordar los regidores la instauración del Voto de la Villa. Eran otros tiempos. Ahora Madrid gobierna los destinos de esta ciudad y su alcaldesa ayer sorprendió gratamente con un discurso apropiado a lo que la tradición pide a su regidora.
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