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Las sombras de Grey

La Razón
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Sorprende que la cultura del best seller degenere tan acusadamente. En siglos pasados la gran novela no estaba reñida con el entretenimiento, Los Miserables de Víctor Hugo es una novela de estilo ágil que se disfruta al tiempo que nos enriquece, y no cito mil más por razones de espacio. Incluso entre el best seller moderno figuran otras obras más meritorias que la que hoy nos ocupa, como la saga Millenium, en donde un contexto de investigación social y criminal saca a la luz verdades de intelección necesaria, como lo era la trata de blancas en Europa y la implicación de políticos, jueces, etc. , en la misma. Aparte de contener sexo minuciosamente descrito: ¿Qué nos ofrece Cincuenta sombras de Grey, de E.L. James? Para describir lo enamorada que se siente ella se emplean metáforas tan manidas como: «mariposas en el estómago», «ser como Ícaro hacia el sol», entre otras igual de pobres y demás carencias estilísticas. El tal Grey se describe como un maniático del control que hace a sus amantes firmar un contrato de confidencialidad y otro de acuerdos sado-masoquistas; en cambio si la chica hubiera tomado anticonceptivos, él hubiera estado dispuesto a tener sexo con ella sin preservativo (¡¿No le preocupa el SIDA al obseso del control?!). La novela contiene incoherencias, personajes planos, pobres, conductas predecibles, actitudes inverosímiles... Todo ello dispuesto mediante un estilo de simpleza casi infantil. Nada sorprende, pero ya van 20 millones de ejemplares vendidos en el mundo. Inaudito. ¿Por qué tanto miedo a la buena literatura clásica? ¿Por qué pensamos que todos los clásicos son pesados? Leamos más clásicos, los ligeros y los que no lo son. Decía Lezama Lima que «sólo lo difícil es estimulante».