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Último refugio: El deporte

La Razón
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En un momento en el que la mayor parte de las áreas que conforman la esfera pública se encuentran en un vertiginoso proceso de desprestigio y deterioro –la de la política, la banca, la justicia, los sindical...-, existe, quizás, un único nicho que ha permanecido a salvo de las embestidas de la crisis: el deporte. Mientras la desconfianza en el resto de perfiles profesionales decrece por segundos, la figura del deportista no deja de aumentar su protagonismo social: no hay lista de personas de mayor influencia en la que, reiteradamente, representantes destacados de las principales disciplinas deportivas no ocupen más y mejores posiciones. Se podría decir con una rotundidad sin matices que, en la actualidad, la proyección pública del deportista es mayor que nunca y que, como consecuencia de ello, toda la tramoya mitológica que habitualmente le rodea se ha perfeccionado hasta límites insospechados.

Es fácil localizar como primera causa de esta notoriedad los cuantiosos y cualificados éxitos cosechados por el deporte español durante los últimos años. Aunque, a decir verdad, quedarse en este eslabón de la cadena de análisis sería a todas luces insuficiente. Nos faltaría el elemento quizás más determinante a la hora de comprender el fenómeno aquí abordado: la propia gestión del éxito realizada por nuestros deportistas más significativos, la cual ha servido para hacer de él un espacio común de participación. En efecto, hay un término que serviría para definir el efecto integrador que ha tenido el deporte español en la última década: «compasional». Si devolvemos una idea como la de compasión a su significado original, y la vaciamos de la densa tara semántico que ha ido acumulando a lo largo de los siglos, nos encontramos con que, literalmente, «compasión» significa compartir la pasión y las emociones del otro. Y, en este sentido, y en contra de la tendencia actual hacia el extremismo y las actitudes excluyentes, el deportista ha tenido la capacidad de convertir su éxito en un «espacio de compasión» como ningún otro existe en el presente. Por más que les pese a muchos que sólo ven en el deporte un narcótico que evade al individuo de los problemas reales, el ejemplo configurado por los deportistas españoles es, a día de hoy, el único paradigma verdaderamente válido a la de hora de pensar y acometer una salida colectiva de la crisis.