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El Celta se convierte en el cuarto rival liguero que cae de forma consecutiva contra un Sevilla al que condujo un gran Pablo Sarabia, goleador en la primera mitad y asistente de Ben Yedder en la segunda

Sarabia y Ben Yedder, los dos goleadores locales de la tarde, reciben las felicitaciones de sus compañeros (Foto: Efe)
Sarabia y Ben Yedder, los dos goleadores locales de la tarde, reciben las felicitaciones de sus compañeros (Foto: Efe)larazon

El Celta se convierte en el cuarto rival liguero que cae de forma consecutiva contra un Sevilla al que condujo un gran Pablo Sarabia, goleador en la primera mitad y asistente de Ben Yedder en la segunda

El Sevilla encadenó su cuarta victoria consecutiva en Liga en un partido agónico que demostró, antes que nada, que le urgía el respiro de un parón en el que no sólo recuperará fuerzas sino también a algunos de los elementos que tiene lesionados. El 2-1 al Celta, que jugó la última media hora con diez y aun así comprometió el resultado hasta el borde del infarto, le sirve para mirar a todo el mundo por encima del hombro durante las dos semanas que precederán la vista al Camp Nou. Si no la euforia, sí es verdad que se ha desbordado la ilusión. Sarabia, con un gol y una asistencia a Ben Yedder, fue el principal responsable del triunfo.

El Sevilla, ¿juega con dos delanteros o con tres? La pregunta es pertinente porque Pablo Sarabia, ayer, fue absolutamente decisivo en las inmediaciones del punto de penalti. Por allí apareció cuando el descanso ya se erguía, tras un primer tiempo de puro tedio, para cabecear un centro medido de Jesús Navas y abrir el marcador. Era la primera ocasión de verdad de un equipo cansado por su largo viaje al Asia Menor y asfixiado por el veranillo del membrillo, que persistía con una temperatura superior a treinta grados cuando comenzó el partido.

En todo ese primer acto, la única aproximación peligrosa había corrido a cargo del Celta, con una dejada de cabeza excelente de Maxi Gómez para Sisto, que voleó con intención pero se encontró con la mano providencial de Vaclik. El portero checo sigue con su buena costumbre de solventar brillantemente el trabajo que le llega, escaso como ayer o ingente como en otras apariciones.

La ventaja quizás inmerecida, o como poco arrancada por los pelos de una jugada aisladísima, configuró la segunda parte muy al gusto de Machín, quien le entregó sin disimulo el balón al rival para lanzar a la contra a sus velocistas, Navas con más persistencia e intención que ninguno. El Celta dominaba y asustaba a balón parado pero el peligro real lo creaban los locales, dos veces con Ben Yedder que erró sendos remates francos. Hasta que rondando el cuarto de hora de la reanudación, llegaron esas dos jugadas críticas en la que la moneda cayó del lado sevillista.

Araújo, que había sido amonestado dos minutos antes por un rifirrafe en un córner, no controló en una porfía con André Silve y le arreó un tantarantán que le valió la segunda amarilla. La primera acción en inferioridad fue la puntilla para el Celta, o debería haber sido, por un milímetro: el que a ojos del VAR habilitó a Sarabia, servido por el Mudo Vázquez con un globito excelso, quien asistió a Ben Yedder. El francés celebró su décimo gol del curso en dos tiempos, porque el linier lo anuló pero los hombres del vídeo le dieron finalmente validez.

Con el Celta, valiente hasta la temeridad, destapado porque no renunciaba a atacar, Arana y Promes pudieron cerrar la goleada pero al brasileño se le interpuso una mano de Sergio y el holandés... bueno, digamos por ser misericordiosos que todavía no hemos visto al verdadero Promes. No es que nada le salga, que nada le sale, es que apunta sospechosas maneras novillero en busca de una oportunidad. Alocado e impreciso, inquieta más cuando intenta algo que cuando no lo intenta. Con cinco minutos por delante, Boufal marcó un golazo que excitó el pánico en una grada a la que más de un decenio de éxitos no ha despojado por completo de su ancestral fatalismo. No se consumó la tragedia que muchos entreveían. Mejor así.