Enrique Miguel Rodríguez

Desde el escenario: Heroísmo cotidiano

La Razón
La RazónLa Razón

Hay días, y más en momentos en que la ejemplaridad está en los niveles más bajos, que tu trabajo te llena de alegría, te da un subidón que te proporciona la mejor de las drogas: la bondad del ser humano. Esto me pasó ayer en «Espejo público». Invitado especial: Rubén, el agente de la Policía Nacional que, en medio del barrizal en que estamos instalados, ha dejado claro que hay funcionarios públicos que no sólo cumplen con su deber, sino que llegan al heroísmo con el mérito añadido que por un modesto sueldo y sin que haya sobres de ningún Bárcenas de turno. El agente no le da mérito alguno a su acción. Proclama que los que se juegan el bigote son los compañeros que patrullan de noche en las grandes ciudades. Saldrá alguien que diga que «bien que se está luciendo». Rubén se había negado a salir en ningún medio. Cuando recibe las felicitaciones de todas las autoridades, hasta llegar al ministro del Interior, le piden que acuda a todas las llamadas porque su ejemplar comportamiento es la mejor campaña de imagen para las fuerzas de seguridad del Estado. La historia la conocen. Agente fuera de servicio en el andén del metro. En el otro extremo, mujer que se desmaya y cae a las vías. El tren entrando en la estación. Rubén, en vez de correr por el andén, se tira a las vías. Sabe que la única oportunidad es que el maquinista lo vea y frene. Así pasa afortunadamente. De haber pasado lo contrario, la máquina habría destrozado a los dos. En su heroica actuación perdió los apuntes que llevaba. Está preparando los exámenes para un ascenso. A la pregunta de si esto supone más dinero, dice: «No está mal, casi 200 euros». Ya ven, para comprarse pisos de lujo. Había bastante público en los andenes. Nadie hizo nada. Y es que los héroes son escasos. Por todo ello, señor ministro del Interior, ascienda a Rubén y sea generoso en lo económico, aunque sólo sea porque les ha ahorrado varios millones en publicidad.

El otro tema fue el nacimiento programado de «Shaquirín». Ya saben, el hijo de la cantante con voz de pavo y el catalanísimo Piqué. Nace el 22, para que sea Acuario, y porque los papás nacieron ambos, el 2 del 2, los dos patitos. Qué empalago.