Medio Ambiente
La segunda vida de tu frigorífico
De un frigorífico bien reciclado se puede obtener hierro, cobre, aluminio o plástico, que servirán para crear nuevos productos. Su buena gestión evita la extracción de materias primas de la naturaleza, además de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero
Plástico, hierro, cobre, aluminio y hasta espumas de poliuretano. Todos estos materiales y más se esconden dentro de un simple frigorífico. Desde los grandes electrodomésticos que usamos cada día, lavadoras o lavavajillas, hasta móviles y ordenadores, pueden ser una fuente de nuevos recursos si se gestionan bien una vez acabada su vida útil. En casos como los equipos informáticos, su potencial de aprovechamiento alcanza el 100% y de una nevera se puede extraer hasta un 98% de su peso total en materiales que podrán tener una segunda vida. Y es que, aunque son muy diversos, cuando ya no son útiles, todos los aparatos que se enchufan o llevan pilas entran a formar parte de la lista de los RAEE, es decir, se transforman en residuos de aparatos eléctricos y electrónicos.
Gestionarlos adecuadamente supone evitar que terminen en un vertedero, con el riesgo medioambiental que eso supone. Además, recuperar y reutilizar estos residuos evita la extracción de nuevos materiales de la naturaleza. Si tenemos en cuenta que en 2020 se pusieron en el mercado un millón de toneladas de aparatos eléctricos y electrónicos, es fácil deducir el potencial que tiene el reciclaje de los RAEE en el desarrollo de la economía circular.
Asegurarse de su correcto reciclado es tan fácil que basta con pedir la retirada de un equipo antiguo en el momento en que compre uno nuevo. Quien realiza la entrega tiene la responsabilidad de hacerse cargo del que se va a sustituir. Por su parte, los pequeños aparatos se pueden depositar directamente en cualquier comercio de electrodomésticos sin la necesidad de tener que comprar uno nuevo y, además, está la posibilidad de dejarlos en los puntos limpios que los ayuntamientos ponen a nuestra disposición.
Segunda vida
Parece sencillo y sin embargo, un estudio realizado por la ONU en 2019 indicaba que solo en ese año se generaron más de 53 millones de toneladas de RAEE en todo el mundo. De todos ellos, únicamente se gestionaron bien un 20%. «Un aparato eléctrico o electrónico tirado donde no debe tarda cientos de años en descomponerse. Además, muchos de ellos tienen elementos contaminantes, como cadmio, mercurio o plomo, que hay que extraer de forma aislada para luego entregarlos ya inactivados a un gestor específico», detalla Ane de Ariño, Senior Investment Manager de Repsol Impacto Social, una sociedad creada dentro de Fundación Repsol para invertir en proyectos que generen un beneficio económico, social y medioambiental.
Precisamente para garantizar una segunda vida a estos residuos, Fundación Repsol e Ilunion han creado el proyecto de reciclaje industrial a gran escala, Recycling4all, que está especializado en estos aparatos, que además genera empleo entre personas con discapacidad. «Esta tipología de residuos crece cada año en torno a dos millones de toneladas, lo que quiere decir que en 2030 podríamos tener un volumen de residuos de más de 74 millones de toneladas», explica Pedro Antonio Martín, director general de Ilunion Reciclados. A través de esta empresa se trataron 14.500 toneladas de RAEE en 2020. De ellos, más del 90% (es decir, 13.000 toneladas) pudieron ser reintroducidos en la industria y sirvieron para crear nuevos productos a partir de material reciclado y no de materia prima procedente de yacimientos naturales.
Proceso
Recycling4all se encarga de todo, de recoger los residuos, tratarlos y buscarles una segunda vida. La empresa de Fundación Repsol e Ilunion cuenta con una división de transporte, que retira estos aparatos desechados en cualquier punto del país, desde una pequeña tienda de electrodomésticos hasta un gran centro comercial o un punto limpio, y los trasladan hasta una planta de tratamiento de RAEE, entre las que se encuentran las dos que Recycling4all posee en La Bañeza (León) y en Campo Real (Madrid). «Lo primero que se hace es pesar los camiones e identificar cada residuo para ubicarlo en el área que corresponda», explica Martín. Cada uno sigue su propia línea de tratamiento y de él se extrae lo que se puede aprovechar. Siguiendo con la nevera, el hierro y el metal no férrico terminan en fundición donde se mezclan con mineral virgen y se elaboran nuevos lotes de materias primas con un porcentaje de reciclado. El mismo proceso siguen los plásticos. Las espumas de poliuretano, convertidas en pellets, se pueden utilizar como combustible para hornos industriales. Reciclar, además, reduce emisiones: una tonelada de plástico reciclado de una de estas plantas ahorra 1,8 toneladas de dióxido de carbono y una de aluminio reciclado ahorra hasta 3,54 toneladas.
Otra de las claves de este proyecto de Fundación Repsol e Ilunion es su impacto social positivo. Y es que de las 160 personas que trabajan en Recycling4all, más del 60% tienen alguna discapacidad. «Este es un propósito que compartimos Ilunion y Fundación Repsol», explica Martín.
Proyectos innovadores como este son cada vez más necesarios para lograr un mundo más sostenible, ya que además de generar economía y empleo, ayudan a buscar soluciones a problemas de una sociedad en constante transformación tecnológica.
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