Becas Podium
Masarova, de la casa de Federer a Barcelona
Nació en Basilea, entrena en la Ciudad Condal y juega para España. Estará en al fase final de la Billie Jean King Cup. Cuenta cómo es pasar al profesionalismo tras ser una de las mejores tenistas júnior del mundo
En una bella ciudad de Suiza llamada Basilea, de unos 180.000 habitantes, nació Rebeka Masarova el 6 de agosto de 1999. Exactamente 18 años menos dos días antes, en esa misma localidad, llegó al mundo un tal Roger Federer, que acaba de poner el punto y final a su carrera tenística dejando imágenes para la eternidad, como las lágrimas al lado de Nadal. Federer es inspiración para muchos y muchas deportistas de todo el mundo. Pues si además es de tu ciudad... «Empecé a jugar viéndolo en la tele, y siempre había sido un referente para mí. Es bonito que haya podido despedirse así», cuenta Masarova. «En mi familia nadie jugaba a tenis ni nadie es deportista. Mi madre es enfermera; mi padre, médico. Pusimos en la tele su partido porque era un chico de Basilea que jugó la final de Wimbledon en 2003 y no sé por qué, ya que yo tenía 4 años, me llamó la atención. A lo mejor en tres días se me podía haber olvidado, pero mi madre me apuntó a un ‘’stage’' de niños en un club al lado de casa y uno de los entrenadores me dijo que tenía buena coordinación, no sé qué, y ahí empecé. Supongo que me gustaba estar ahí con los otros niños, moverme, y con el tiempo fue a más», afirma la jugadora que pronto supo lo que quería ser de mayor: «A los 8 o 9 ya tenía claro que quería ser tenista. Obviamente de ahí hasta ahora podrían haber pasado mil cosas que podrían haberme cambiado de objetivo, pero ahí ya lo quería, porque jugaba también competiciones nacionales en Suiza, mis hermanos se apuntaron después...», asegura.
Que tenía talento natural quedó claro desde muy pronto. «Jugué Tennis Europe, después en 2014 creo que jugué mi primer ITF júnior, me dieron un wild card en Suiza; y en 2015 y 2016 jugué más torneos y viajaba más. Ya vi que era como un ambiente diferente, muy competitivo, porque llegas a jugar los Grand Slam júnior, juegas en el mismo sitio que los profesionales y ves el ambiente», recuerda Rebeka, que no sólo disputó esos torneos importantes, sino que además los ganó, por ejemplo Roland Garros júnior en 2016, y también llegó a la final del Open de Australia 2017. Fue la número dos del mundo júnior y su carrera volaba, porque también participó de forma muy precoz en su primer torneo WTA, en Gstaad. Son años difíciles para un tenista. «Económicamente mis padres siempre me ayudaron desde pequeña, y después cuando destacas más en júnior es bueno porque te vienen ayudas económicas. Empecé a jugar torneos profesionales con 16 años, después menos y ahora de nuevo un poco más. Lo pienso con el tiempo y veo la diferencia: cuando tienes 16 años es casi más fácil jugar, eres inconsciente casi; después de ganar Roland Garros me dieron un wild card en Gstaad y gané a Jankovic, que había sido número uno; a Kontaveit, que era la 90; en cuartos, a una que estaba el 30. Cuando me dieron la invitación no era consciente de lo grande que es un WTA 250. Fui, jugué y gané estos partidos. Creo que hoy, aunque tengo más experiencia, sería más difícil», reflexiona.
En 2018 vivió un contratiempo por una lesión en la rodilla: «Me operaron con artroscopia y estuve nueve meses hasta volver a competir. Y después de la pandemia en el primer torneo me lesioné, me rompí un tendón y estuve cinco meses parada», explica. Durante la pandemia, además, trabajó: «Mi hermano estudia medicina y hacía prácticas en una clínica de neurorrehabilitación en Basilea y con su ayuda estuve ahí ayudando a las enfermeras y trabajando con los pacientes. Fue bastante guay para mí, porque era diferente». No dejó de entrenar, pero admite que «sin un objetivo es más difícil».
Y entonces llegó esa inoportuna lesión nada más volver que supuso otro parón, previo a un 2021 espectacular al que está dando continuidad en este 2022 después de un arranque complicado. «El año pasado estaba casi la 800 del mundo y acabé la 130, creo. Empecé 2022 jugando un Grand Slam en Australia, totalmente lo contrario que la temporada anterior. Es difícil asentarse en ese nivel. Al comienzo me costó, pero desde mitad de año estoy mucho mejor. Estoy casi cada semana jugando y la tenista de peor ranking que te encuentras es la 250 o 300 y contra ese tipo de jugadoras el año pasado no me enfrentaba hasta las semifinales o así. Es diferente y muy exigente, y voy aprendiendo cada semana y cada día», reconoce.
Ahora cuenta con el soporte de Becas Podium, que considera fundamental. «Me está ayudando mucho. En el tenis, como en muchos otros deportes que no tienes un sueldo fijo, tus ingresos dependen de lo que rindes, y hay meses mejores y meses peores. La Beca Podium te da tranquilidad al saber que vas a tener algo seguro. Es buena esa tranquilidad. Puedes ir a la competición más tranquilo porque sabes que tienes ese respaldo, yo además que viajo con entrenador y todo. Es caro», expone.
El gran 2021 coincidió con un cambio en su vida. «Me vine a Barcelona a entrenar, en febrero. Empecé por los ITF 15.000 y después gané tres torneos, semifinales en otros dos, y pude jugar mi primer Grand Slam en el US Open, donde pasé la ‘’qualy’' y vencí en el primer partido. Fue muy especial», rememora. En realidad fue un regreso a la Ciudad Condal, porque en 2009 ya había estado viviendo allí con su familia, hasta 2015. Ha estado yendo y viniendo Basilea-Barcelona. Su padre es eslovaco, pero a los 9 años se fue a Suiza; su madre nació en Suiza, pero toda su familia es española. Aunque el país del chocolate también lo lleva en su corazón («Es como que tengo los dos países dentro de mí», dice) representa a España en tenis y ya ha disputado dos eliminatorias de la Billie Jean King Cup, jugando dobles con Bolsova, y también ha sido llamada por la capitana Anabel Medina junto con Badosa, Párrizas, Bucsa y Bolsova para estar en la fase final que se disputa del 8 al 13 de noviembre en Glasgow.
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