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La “locura controlada” de Javi Lliso

Diploma olímpico en los Juegos de Pekín el pasado febrero, explica cómo es su deporte, el freestyle, en el que manda la mente y hay que dominar el miedo. Becas Podium le ayudó a crecer; ahora pasará a ADO

Javier Lliso, diploma olímpico en los Juegos Olímpicos de Pekín 2022
Javier Lliso, diploma olímpico en los Juegos Olímpicos de Pekín 2022larazon

¿Qué se siente al volar durante unos segundos? «No sé, la verdad», contesta Javi Lliso (Madrid, 25 años). «Pero sea lo que sea, es algo que no puedo vivir sin ello», prosigue con la naturalidad con la que responde a todas las preguntas. Practica el freeski, deporte que combina la habilidad y la creatividad de los esquiadores en diversos saltos o trucos. En uno de esos vuelos, en los Juegos de Pekín 2022 el pasado febrero, se consagró ante el mundo con un diploma olímpico, un sexto puesto en la modalidad de big air (también participó en slopestyle y fue decimocuarto). Ese resultado reconoce que le «facilita muchas cosas a nivel de oportunidades dentro del deporte, y a nivel de patrocinios». «Es la competición que más se ve. Al final, una Copa del Mundo o los X Games los ven los friquis y sus amigos, y los Juegos los ve hasta la abuela de tu primo», piensa.

Su evolución en este deporte no fue fácil. «Empecé y no tenía ni tres años, porque mi madre era profesora de esquí en Sierra Nevada. Y en el tema del freestyle, cuando tenía 12. Soy el pequeño de cuatro hermanos, y todos lo hacían, y si mi hermano lo hace yo también», recuerda Javi, porque así le gusta que le llamen, ya que Javier lo suele hacer su madre cuando se enfada con él. O lo solía hacer... «Antes era un poquito más de liarla, no he sido un ejemplo a seguir, por así decirlo, pero he mejorado», suelta junto con una carcajada. El paso más importante en el esquí lo dio algo después. «Cuando tenía 17 años fui a un campeonato de España y vino Josep [Gil], que es ahora mi entrenador, y me dijo que estaba montando un equipo y que le gustaría que formara parte de él, que iban a hacer una prueba. Así que habló con mis padres, ellos decidieron hacer la inversión y a mí me dijeron que iba a ser algo para muchos años y que me lo tomase como un trabajo. Y salió bien», desvela.

Habla desde Innsbruck, en Austria, cerca de donde tendrán la próxima prueba. «Si en España parece verano todavía...», dice. «Aparte, en general, es complicado entrenar allí, por eso cuando no estoy compitiendo o estoy en Andorra o estoy en Laax (Suiza)», revela. En Madrid, por tanto, pasa poco tiempo. «Normalmente estoy una semana en casa si llega y me voy mes, mes y medio. Decir “hola, existo”, y pirarme otra vez», describe. Su otra pequeña familia la forman Josep Gil, el entrenador; el fisio, Javi Poveda; y Thibault Magnin, compañero que también participó en los Juegos. Tratan de evolucionar en un deporte que requiere de muchas cosas.

Cuerpo: fuerza y percepción

«Aparte de la nieve, está el tema de preparación física, gimnasio... Y luego mucho de camas elásticas, para la percepción del cuerpo en el aire y saber dónde estás. También en verano solemos viajar a Austria, donde tienen un salto hecho con snowflex, que básicamente son unos cepillos al revés con los que puedes esquiar, y es un salto bastante grande en el que la caída es en un colchón de aire. Es como si cayeras en un salto normal, pero caes en un colchón, así que puedes probar todo lo que te apetezca», explica Javi Lliso.

Corazón: manejar el miedo

«Está claro que miedo hay. El día que no lo haya... El tema es saber manejarlo. Parte de la adrenalina está ahí, en saber que te puedes pegar el guarrazo del siglo, pero ahí entra la satisfacción», piensa Lliso. «Hay bastante de atreverse. Es el estar un poco colgado, pero con control. Siempre nos dicen que estamos locos, pero es lo opuesto, tienes que tener la cabeza muy en su sitio para hacerlo. Es una locura controlada», añade. El suyo es un deporte joven que en España no se practica demasiado, «pero está subiendo», en palabras de Lliso: «Hace unos años éramos cuatro y ahora cada vez hay más chavales con interés y padres que los apoyan, porque al final, antes de ser olímpico y eso, era un poco como el skate, que se ve así como la gente que fuma porros y está en el snowpark y poco más. Pero ahora el nivel ha subido tanto, que si quieres estar ahí no puedes pasarte la vida sentado en un banco sin moverte y luego ir al snowpark y partir el parque en dos. Tienes que estar en forma, tienes que tomártelo en serio», asegura. También desea que, como le pasó a él con los que ya estaban, lo que han logrado en los Juegos Olímpicos sirva de referencia para «inspirar a los chavales a que sigan para adelante y a que se interesen por el futuro y le vean futuro, porque realmente lo tiene».

Cartera: sin Podium, ni loco

«No es un deporte barato, no hay que mentir. El material, esquí, ropa... Son caros. Los viajes, hay que quedarse por ahí... Pero una vez llegas al punto en que con las ayudas y los patrocinios puedes hacerlo, vale la pena todo el sacrificio», afirma el diploma olímpico, que desde hace un tiempo pertenece al Programa Podium de Telefónica, que ha sido fundamental en este país para evitar que se perdiera talento, y que reparte becas a 88 deportistas jóvenes. «A mí me ayuda muchísimo para los entrenos en verano y para poder pagar un piso en Andorra. Mi entrenador vive ahí, mi compañero [Thibault, también de la Familia Podium] vive ahí y la manera más fácil de entrenar era mudarme y así estar cada día al pie del cañón para hacer un buen trabajo, y sin las Podium no hubiera podido hacer eso ni loco», asegura Lliso, que ahora va a dar el salto a las becas ADO.

Cabeza: el poder de la mente

«La parte mental es más importante que el físico, que ser buenísimo y que todo. Si no tienes la cabeza en su sitio no va a funcionar nada. Hace tiempo estuve con psicólogos de la Federación Madrileña porque es un cambio de vida bestial: estás en Madrid saliendo del colegio y de repente estás alrededor del mundo haciendo volteretas y es fácil que se te vaya un poco la pinza, y hay presión por hacerlo bien, es una inversión, y es fácil liarla; pero he aprendido a ser muy consciente de todo lo que hago, intento saber cómo me comporto y si estoy haciendo cosas raras o no y poder corregirme a mí mismo», cuenta Javi Lliso, que asegura también que no quiere quedarse «anclado en los Juegos». «Es algo que no voy a olvidar y de lo que he aprendido muchísimo, pero no es mi objetivo final, todavía tengo muchísimo por hacer», expresa. ¿Y cuál es la manera de evolucionar? «En este deporte se tiende mucho a mirar al que tienes al lado, pero a mí me parece que es lo peor que puedes hacer, porque es algo muy personal, juegas mucho con el miedo, la autosuperación; yo creo que si cada día que esquías lo haces un poco mejor que ayer ya estás avanzando. Y eso cada día durante tanto tiempo, al final salen cosas. La manera de avanzar es apretarte a ti mismo, pero sin pasarte, no decir si el de al lado ha hecho esto, tengo que meterme tuerca. Qué va, qué va... A tu ritmo».

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