Gastronomía
Casa Botín, el restaurante más antiguo del mundo reabre sus puertas en Madrid
Un restaurante con 300 años de vida que aboga por seguir soplando otras 300 velas. “Mientras no se hunda el edificio ni el cielo caiga sobre nuestras cabezas, seguiremos. Nosotros pasaremos pero Casa Botín quedara ahí por los siglos de los siglos”.
¿Qué es la originalidad? Sin duda, y aunque parezca mentira, es volver a los orígenes. Orígenes que nos remontan a 300 años atrás, cuando abría sus puertas el que es hoy el restaurante más antiguo del mundo, reconocido por Guinness World Records. Y es que comer aquí, es un auténtico lujo.
No nos referimos a restaurantes lejanos y recónditos, nos plantamos en plena calle madrileña de Cuchilleros para encontrarlo. Casa Botín reabre hoy sus puertas y podemos observar siglos de historia a través de sus paredes y de las palabras de su propietario José González, con el que hemos tenido la oportunidad de hablar. Él forma parte de la tercera generación de la segunda familia que gestiona el restaurante.
“Ser reconocidos como el restaurante más antiguo del mundo fue un momento histórico. Estaba trabajando y nos llamaron desde el Libro Guinness de los Récords para decírnoslo. Nos quedamos muy sorprendidos. Las razones por las que nos consideran el restaurante mas antiguo del mundo es que Casa Botín ha estado funcionado ininterrumpidamente con el mismo nombre y la misma actividad desde sus inicios”, recuerda su propietario.
Esos legendarios inicios nos llevan a conocer cómo era Casa Botín en 1725. “La cocina de hace 300 años era muy sencilla. No tiene nada que ver con todas las filigranas y florituras que se hacen ahora. Lo nuestro puede parecer gastronomía Michelin o Alta Cocina Fusión pero seguimos manteniendo la base, el núcleo”. Un núcleo que, como el de la Tierra, ha ardido desde el principio de sus tiempos.
“Nuestro núcleo es el horno centenario, donde hacemos los asados. El cochinillo y el cordero es lo que nos distingue. Es la pila atómica del negocio”. Su horno es el símbolo del restaurante y como tal, nunca se ha apagado, ni durante los días de pandemia. Lo han mantenido encendido en estos meses aunque el restaurante, como todos los negocios gastronómicos, ha mantenido sus puertas cerradas. “Este año hemos cerrado las puertas pero hemos mantenido el fuego del horno como si fuera la llama olímpica”, afirma José.
Sus recetas han pasado de generación en generación. “Lo que hemos hecho es preservar el asado”. (Y el pasado, añadimos nosotros...). “Hacemos los platos como los hacía mi abuelo”. Y es que las especialidades que podemos degustar en nuestros días, son las mismas que disfrutarían grandes nombres de la historia literaria. “Podemos confirmar las visitas de personajes ilustres y menciones en libros de escritores de probada autoría. El Dickens de España, Don Benito Pérez Galdós, nos cita en Misericordia, Fortunata y Jacinta… También lo hizo el escritor Ernest Hemingway”.
Un pasado que nos trae directamente al presente: “Ahora hay que retomar la actividad usual. Curiosamente ni siquiera durante la Guerra Civil se cerró. Estuvo mi abuelo al frente. Mi familia fue evacuada como tantos otros madrileños, a la zona de Valencia, a Castellón, pero mi abuelo siguió funcionando”. nos cuenta de manera nostálgica.
Pero, ¿cómo afronta el restaurante más antiguo del mundo la nueva normalidad? “Con mucho optimismo. Ahora solo hemos abierto el primer piso y la entrada con catorce mesas, respetando todos los protocolos higiénico-sanitarios porque no hay que bajar la guardia. Hemos tomado medidas como los cubiertos envueltos en bolsas plásticos, lavamos todos los utensilios de tela en la lavandería a más de 60 grados, mantenemos las distancias de seguridad, contamos con cámara termográfica para detectar posibles temperaturas altas, hemos hecho una reducción de la carta con cuatro platos principales, entrantes y vinos…”.
Un restaurante con 300 años de vida que aboga por seguir soplando otras 300 velas. “Mientras no se hunda el edificio ni el cielo caiga sobre nuestras cabezas, seguiremos. Nosotros pasaremos pero Casa Botín quedara ahí por los siglos de los siglos”.
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