Música

Objeto de deseo

Alfonso Guerra tenía razón: no hay ningún músico como Gustav Mahler

El manuscrito de la Sinfonía N° 2, Resurrección del músico bohemio continúa siendo la partitura de puño y letra musical más cara del mundo tras pagarse por ella 5,6 millones de dólares.

Mahler y su Sinfonía Nº2.
Mahler y su Sinfonía Nº2.archivoMahler y su Sinfonía Nº2.

Desde mediados de los años ochenta del pasado siglo, Alfonso Guerra mandaba mucho en España. El vicepresidente del Gobierno socialista de Felipe González era la cara menos amable de un partido que arrasó en las elecciones de 1982 y que se mantuvo en el poder hasta mediados de la siguiente década. En aquellos años, casi todo lo que decía Guerra iba a misa y sus gustos de todo tipo creaban escuela. Un influencer adelantado a su tiempo, vamos.

El asunto es que Alfonso Guerra era un destacado melómano, amante, especialmente, de la música clásica y, en concreto, de un autor no muy conocido en aquella época en España. Guerra extendió su apasionado amor por la figura de Gustav Mahler, compositor bohemio, no sé sabe si de espíritu, pero seguro que sí de procedencia, que nació en 1860, falleció en 1911 y fue considerado, junto a Richard Strauss, uno de los mejores representantes del postromanticismo.

Parece que Alfonso Guerra no fue el único seguidor incondicional de Mahler, que posee uno de esos récords curiosos de la historia de la música. Y es que el manuscrito de la Sinfonía N° 2 Resurrección, del músico bohemio, continúa siendo la partitura de puño y letra musical más cara del mundo después de que por ella se llegaran a pagar 5,6 millones de dólares. Esa cantidad se pagó en noviembre de 2016 en una subasta en Londres y, pese al paso de los años, nadie ha podido superar tamaña transacción. La anterior plusmarca, 3,2 millones de dólares por nueve sinfonías de Mozart, databa de 1987.

La Sinfonía N° 2 Resurrección consta de232 páginas y a la muerte del compositor se convirtió en un objeto de deseo para Gilbert Kaplan, un empresario estadounidense, que bien podría haber protagonizado una encarnizada lucha con Alfonso Guerra por dilucidar cuál de los dos era más seguidor de Gustav Mahler. Kaplan se enamoró perdidamente de la Sinfonía Nº2 desde que la escuchó en un concierto en el Carnegie Hall neoyorquino en 1965.

Al fallecer el compositor, aquellas páginas pasaron a manos de su viuda, Alma Marie Schindler, que las acabó donando al director Willem Mengelberg, coincidiendo con el primer festival dedicado a mayor gloria de Mahler, que se celebró en Amsterdam. Finalmente, Kaplan hizo realidad su sueño y compró la partitura en 1984. Al fallecer, salió a subasta y un misterioso comprador, quién sabe si el propio Alfonso Guerra, adquirió la joya.