Madrid

Un pasajero del avión de Air Canadá: “Ha sido un aterrizaje terrorífico, pero lo logramos"

Tras perder una rueda en el tren de aterrizaje en el despegue y un motor, la aeronave sobrevoló Madrid durante casi 5 horas. Tomó tierra en Barajas pasadas las 19 horas

Todo se quedó en un susto, en un gran vuelco al corazón que no solo aumentó las pulsaciones de los pasajeros y de la tripulación del vuelo AC387 de la compañía Air Canadá, sino de todos los que siguieron preocupados su trayecto desde tierra durante algo más de cinco horas, las mismas que el aparato sobrevoló parte de la Comunidad de Madrid y Castilla-La Mancha a la espera de realizar un aterrizaje de emergencia.

«Fue como si hubiésemos cruzado el Atlántico sin salir de Madrid», decía uno de ellos. En el despegue, la aeronave había perdido una rueda de las ocho que conforman la parte trasera del tren de aterrizaje, un percance que dañó uno de los motores y que según las normas de aviación civil obliga al piloto a regresar a tierra.

El avión salió de las pistas del Aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas con destino a Toronto a las 14:57 horas, apenas unos minutos después de que volviese la normalidad al tráfico aéreo madrileño. A media mañana se cancelaron todas las operaciones por la presencia de varios drones en las inmediaciones. En un principio, su salida estaba prevista para las 12:55 horas: llevaba ya dos horas de retraso sobre el horario previsto.

Eran las tres de la tarde cuando las redes sociales se llenaban de mensajes de ciudadanos que miraron alarmados al cielo tras escuchar un gran estruendo. La imagen seguro que se les ha quedado grabada en la retina: un avión de la compañía Air Canadá pasaba cerca de los tejados de la capital, una estampa muy poco habitual en Madrid porque las rutas aéreas evitan la almendra central de la capital. Según los datos que se barajaban ayer, el Boeing 767 lo hizo a unos 800 metros de altitud. Muchos no pudieron evitar pensar en las imágenes del ataque a las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre de 2001.

Tras estabilizar el avión, el piloto informó del percance y se dirigió al sur de la Comunidad de Madrid. Allí se mantuvo alrededor de cuatro horas dando vueltas en círculos para quemar combustible y así rebajar el peso del avión, un requisito imprescindible a la hora de garantizar la seguridad en el aterrizaje. No en vano, la aeronave estaba preparada para realizar un viaje transoceánico.

Puede que uno de los momentos más llamativos se diera alrededor de las cinco de la tarde. A esa hora despegó de la base aérea de Torrejón de Ardoz un caza F-18 del Ejército del Aire. No era uno de los que están en alerta permanente. Tras la petición de la Coordinación de control del espacio aéreo civil y militar, el Mando de Defensa y Operaciones Aéreas activó al caza, del Ala 12, en una misión «de apoyo» para comprobar el estado del avión y del tren de aterrizaje.

Desde las alturas pudo ver cómo la aeronave canadiense, que en ese momento se encontraba en las inmediaciones de Tarancón (Cuenca), tenía problemas en el tren de aterrizaje. El piloto le pidió que realizase una serie de pruebas rutinarias por si tuviese cualquier otro problema. Tras tomar unas fotografías (y después de que los pasajeros inmortalizasen el momento desde dentro), el caza regresó a la base de Torrejón.

La angustia terminó a las 19:06 horas con aplausos de alivio, vítores de euforia y una entrada a pista algo movida, pero dentro de la normalidad. «Ha sido un aterrizaje bastante terrorífico, pero lo hemos conseguido. ¡Gracias por todos los mensajes y buenos deseos!», aseguraba uno de los pasajeros apenas unos minutos después de que el Boeing 767-375 tomase, por fin, tierra. Los ocupantes se habían encargado antes de inmortalizar el periplo. La pesadilla se había acabado sin que, por fortuna, tuviese que intervenir el amplio dispositivo de emergencias que se había desplegado por precaución en el aeropuerto de Madrid. En total, seis dotaciones de bomberos de la Comunidad desplegadas en Barajas, junto con diez recursos del SUMMA y una carpa de emergencias de Cruz Roja. Los hospitales de la capital también estaban alerta. «Seguro que nosotros lo hemos pasado peor que ellos», comentaba una de las personas que esperaba para poder abrazar a sus seres queridos.

«En el momento del despegue sentimos un golpe, algo similar a una explosión. Enseguida nos dimos cuenta de que había sido la bomba de la rueda lo que había reventado y golpeado el avión». Así relataba un pasajero esos momentos de confusión al «Canal 24 horas», el mismo que narró cómo la aeronave se había movido más de lo habitual debido al percance. Por si la historia ya tenía pocas cosas que contar, el piloto, cuya pericia fue alabada por todos, tuvo un desliz en el momento en el que la adrenalina ya comenzaba a bajar: «Welcome to Barcelona», anunció en el momento de tomar tierra, una anécdota más que ayudó a rebajar aún más la tensión.

Tanto los implicados como los familiares que esperaban el desenlace en una sala habilitada en el aeródromo de Madrid aseguraron que los pasajeros estuvieron en todo momento informados de lo que estaba pasando. «Los pilotos les dijeron que no había peligro, pero que tenían que quemar combustible durante cinco horas para aligerar el peso y poder realizar el aterrizaje de emergencia», explicaron sus seres queridos a su llegada al aeropuerto de Barajas. Allí esperaron en una sala habilitada a la que también se desplazó un equipo de la Unidad Psicosocial del Samur-Protección Civil».

«Tanto el piloto como las azafatas han dado toda la información que han podido, así que lo han gestionado muy bien», explicaba a los medios una de las pasajeras en el momento en que abandonaba el aeropuerto. La tripulación levantaba el pulgar. El susto había pasado.