Coronavirus

Esa fauna urbana desaparecida

Las calles mas emblemáticas del centro de Madrid completamente vacías por el confinamiento a 20 de abril de 2020 Madrid
Las calles mas emblemáticas del centro de Madrid completamente vacíasJosefina BlancoEuropa Press

El confinamiento ha borrado de la faz urbanita, a esa fauna callejera que formaba parte del paisaje de la ciudad. Es como si hubiera pasado un huracán destructor, que ha barrido de la superficie a una serie de personajes que vivían en la calle, dependían de la calle y desarrollaban su trabajo marginal en la calle.

En el Polígono Marconi, en Villaverde, después de más de treinta años, no hay prostitutas en las calles, ni proxenetas en estado de discreta vigilancia, ni clientes merodeando en sus coches esa exposición de semidesnudos al aire libre. Lo que no pudo erradicar durante tres décadas la presión policial, lo ha conseguido el estado de alarma. Pero, ¿qué ha sido de ellas?, ¿de qué viven?¿dónde andan sus explotadores?

Las calles del centro están huérfanas de manteros. No hay productos falsos ni carreras ciertas. También han desaparecido las personas disfrazadas de personajes de Disney, que se ofrecían para una foto a cambio de la voluntad. No hay mimos, simbolizando en al aire una quietud inverosímil; ni mendigos en las aceras, formando retablos humanos de miseria, como polígonos irregulares sobre la geometría del paisaje urbano.

Han desaparecido los tradicionales, y casi pintorescos, carteristas de la Puerta del Sol, de la plaza Mayor, del Metro. Las víctimas, con sus carteras, están confinadas, y ellos también se quedan en casa, sin la posibilidad de un ERTE que echarse al bolsillo.

Ya no hay rumanos de falsa cojera, apostados al borde de la calzada, dispuestos a limpiar el parabrisas del coche, por las buenas o por las malas. Y los semáforos están huérfanos de vendedores de pañuelos de papel y de malabaristas de juegos y bolas al aire.

No hay ni rastro de los postulantes de firmas para cualquier fin; ni de los cuatro limpiabotas que quedaban en Madrid, tampoco de los músicos callejeros, que se han ido con la música a otra parte; es decir, a sus casas.

Andan los vigilantes de la ORA temerosos de que puedan ser empleados como vigilantes de la Hora, es decir, controladores del tiempo y la distancia, para que los niños no se salten la norma y no estén fuera de casa más de una hora y a más de un kilómetro de distancia.

Es como el paisaje después de una batalla.