Comunidad de Madrid
Daniel Abreu vuelve al Canal para desnudarse (de nuevo)
La premiada pieza del bailarín, «La desnudez», regresa a los teatros de la Comunidad tres años después de su estreno
Tampoco hace falta ser un comercial excelso para colocar este producto, «La desnudez», a cualquiera. Solo un par de datos: su participación en los Premios Max de 2018, la cual se cerró con Daniel Abreu como mejor intérprete de danza, además de mejor espectáculo de danza y mejor coreografía; y, como no, los Nacionales de Danza para los dos intérpretes, Abreu, en 2014, y Dácil González, en 2019. Por algo será que los Teatros del Canal han querido recuperar la pieza en este regreso a la nueva normalidad. Un lugar en el que se estrenó en octubre de 2017 y desde el que salió catapultado a Europa y América.
A pesar del éxito cosechado con el paso de las funciones y los años, Abreu reconoce que «fueron muchos los meses con la tierra en barbecho». El bailarín y coreógrafo simplemente se dedicó a admirar la belleza de todo lo que pasaba a su alrededor. Desde las bolsas de basura a unos simples listones de madera, colores o tejidos: «Construíamos y destruíamos... El material coreográfico se presentaba con dinámicas fluidas y llenas de aire, que hablaban de muchos ojos mirando la misma cosa», apunta.
La obra es una propuesta poética sobre el saber quererse. Dos figuras en escena, apuntando una idea de polaridad y de viaje desde la muerte al amor. Donde acompaña la música, el sonido grave del viento en el metal. La pieza responde a ese lugar de intimidad, donde ya no existen las preguntas. La belleza en la desnudez de lo que hay y lo que acontece. «A veces, lo sublime de una mano que toca e intercambia calor y sudor, y a veces quiere mal. Otras el ejercicio de ejercer el amor y sostenerlo», presentan.
«La desnudez» es una propuesta coreográfica que mira y narra un tipo de intimidad y lo que la sostiene. Describe el hecho mágico de una relación donde ya no existen las preguntas, y solo hay acción. La fuerza, la belleza, la confianza, el respeto y su falta. Ese lugar que solamente dos conocen, y que se transforma acogiendo otra dimensión, cuando un tercero, ajeno a ese mundo y con otros acordes en su vida, lo observa. Una intimidad que, para Abreu, se ha terminado convirtiendo en «intuición»: «Dos seres que, bailando, tocan y reconocen su entorno a caricias y a golpes, donde un tercero que observa les da un valor y lo cambia todo. Ese tercero, Hugo, con melodías accionadas contra el metal de la tuba, se convirtió en figura necesaria para dar sentido a la historia. Arropó las escenas y el global, haciendo que todo vibrara y pudiera ser nombrado».
«La desnudez» es ya un trabajo maduro que comenzó hace cinco años y que tardó dos en arrojar resultados tras una investigación de Abreu. «Al principio, no había ni nombre ni camino». Luego, se abrió todas las puertas.
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