Soledad y confinamiento
Madrid: Una ciudad de 400.000 personas que viven solas
Ancianas y solas en su mayoría, ellas son las protagonistas del Madrid del Covid y las que más apuestan por el autoconfinamiento
Una radiografía de la soledad. Los ancianos –viudos, y sobre todo viudas–, son el grueso de una población envejecida y sin convivientes que ha hecho de su soledad, elegida o sobrevenida, su compañero del día a día. Pero no se equivoquen. También hay jóvenes. Aunque son minoría. Muchos viven solos hasta que se emparejan... aunque luego se vuelven a quedar en soledad.
No hay nada inventado. Al principio, si tienes medios económicos –y quieres– te vas de casa de tus padres. Luego, con el paso de los años, de las bofetadas de la vida, vuelves a estar solo. A veces lo eliges. Otras te ves en ello.
El refranero español es rico en todo tipo de dichos sobre la soledad, las malas compañías o la defensa del individualismo más radical. Y el resultado, en nuestros barrios, es que no sean pocos los madrileños que viven solos. En unos primigenios años, cuando se van de casa de sus progenitores, es por propia elección –en este caso los hombres son mayoría–. Luego estos mismos hombres, más envejecidos, dejan paso a una abrumadora mayoría de féminas que pasan sus días en soledad. Y es que, como se suele decir, la vida te va llevando. Hasta llegar a convertirte en un anciano. Hoy en día, quizá más que nunca: una condición de riesgo.
Siempre lo ha sido, por más que pensemos que nuestra realidad es distinta o peor que otras anteriores. Lo cierto es que, en la actualidad, el envejecimiento de la población –por una mejor calidad de vida y asistencia sanitaria– ha llevado a que hombres y mujeres cumplan años... hasta hacerse mayores. Muy mayores.
Ese envejecimiento de la población se observa en Madrid, en múltiples distritos –aunque en algunos más que en otros–. Obviamente, Centro, Salamanca, Tetuán, Chamberí o Latina se llevan la palma de unas calles en las que sus vecinos, tras una vida dedicada en muchos casos a los hijos, han visto cómo dejan el hogar y se van a otros barrios. Unos espacios nuevos que, sin duda, son más baratos que los de sus padres y van acompañados de unas dotaciones deportivas o de ocio imposibles o difíciles de tener en esos otros barrios.
En esos barrios del centro de la capital, la mayor parte de los mayores, a partir de los 60 años, son ancianas. Su número crece según cumplen años. Cada vez más ancianas y más mayores. Ellos, por el contrario, van a menos. Cada vez menos hombres viven solos a mayor edad. En ambos casos, después de los 90 años cumplidos, la población cae de forma sensible. Drástica. Y aún así, las mujeres siguen ganado por goleada: de los 90 a los 94, casi 13.000 mujeres que viven solas... frente a escasos 2.600 hombres.
Unos ancianos que en nuestro tiempo, en esta época de Covid, están en el ojo de huracán. Ellos fueron los grandes perjudicados –junto con los sanitarios– en la primera ola de la pandemia. Enfermos, con patologías complejas, muchos de ellos fallecieron ante un virus que hizo diana en los más débiles. En los más desprotegidos. En los que no tenían en quien apoyarse. En la actualidad, pese a los constantes casos de residencias de ancianos con internos afectados, los mayores han aprendido la lección y son de los grupos de población que más se guarda de salir a la calle y que mejor lleva a cabo las recomendaciones sanitarias para mantenerse a salvo del Covid.
El día a día de estos ancianos, atemorizados como pocos por el impacto que puede tener en sus vida el Covid, se compensado con la visita de hijos o nietos, la atención de cuidadoras o la gestión de los pisos tutelados, aunque esto último les aleja de sus experiencias de decenios en sus barrios de siempre. Si a ello unimos problemas de movilidad o cognitivos el escenario de ser anciano y vivir solo en una gran ciudad como Madrid se hace cuesta arriba. Esa cuesta arriba que muchos ya ni intentan.
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