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¿Por qué Almeida y Villacís no han acabado como Ayuso y Aguado?

Algo más de un año juntos en sus respectivos gobiernos, con escenarios similares pero resultados muy distintos. ¿Por qué la unión entre el alcalde y su segunda no muestra fisuras y la de la presidenta y su “vice” era una olla a presión?

Isabel Díaz Ayuso e Ignacio Aguado ofrecen una rueda de prensa para presentar el borrador de los presupuestos para el año 2021
Isabel Díaz Ayuso e Ignacio Aguado ofrecen una rueda de prensa para presentar el borrador de los presupuestos para el año 2021Luis DíazLa Razón

Almeida y Villacís, Ayuso y Aguado. Mitad PP, mitad Cs. Unos gobiernan en la capital, los otros lo hacían en la región. Hasta aquí llegan las similitudes de las dos parejas con más poder de la Comunidad de Madrid. El mejor ejemplo lo hemos tenido esta semana, después del movimiento político de Cs en Murcia. En el Ayuntamiento, la crisis se resolvió con una llamada, buenas palabras del uno hacia al otro y una Junta de Gobierno en la que se expresó de forma explícita lo que ya se había dejado entrever horas antes: Cibeles iba a ser un «refugio» en medio del temporal. En la Comunidad, la situación se tradujo en una convocatoria de elecciones, varias mociones de censura, el cese de seis consejeros y un cruce de acusaciones nunca antes dichas, pero sí intuidas. ¿Cómo pueden dos parejas, cada una de su partido, llevar relaciones tan radicalmente opuestas?

Bregados en la oposición

Existe una diferencia de base: cómo se han forjado esas alianzas en los últimos años. Martínez-Almeida y Begoña Villacís se conocían bien antes de sumar concejales. Ambos se forjaron como políticos haciendo oposición a Manuela Carmena. El actual alcalde llegó al Consistorio como número 3 en la lista de Esperanza Aguirre, en unos comicios, los de 2015, en los que el PP fue el partido más votado, pero que perdió Cibeles ante la coalición entre Ahora Madrid y PSOE. Almeida fue elegido en 2017 portavoz del Grupo Municipal y, poco a poco, fue cobrando protagonismo en los plenos. Por su parte, Villacís obtuvo siete concejales hace ahora seis años. Y, desde el principio, ambos se mostraron en sintonía: su objetivo era acabar con el «carmenismo», en su opinión muy basado en la propaganda y muy poco en resolver los problemas de los madrileños.

Por su parte, Díaz Ayuso y Aguado jamás tuvieron ese periodo de complicidad, de compartir lucha de «guerrillas». Aguado fue socio de Gobierno durante la legislatura de Cristina Cifuentes que comenzó en 2015 y que acabó de forma abrupta en 2018, mientras que Ayuso era diputada en la Asamblea regional. Su «matrimonio» tras los comicios de 2019 fue directo, sin tiempo de aclimatación ni con gestos previos de complicidad. Y eso se ha notado en estos 18 meses de convivencia.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y la vicealcaldesa, Begoña Villacís, durante la reunión de la Junta de Gobierno extraordinaria del Ayuntamiento
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y la vicealcaldesa, Begoña Villacís, durante la reunión de la Junta de Gobierno extraordinaria del AyuntamientolarazonEFE

Una sola política

Entre otras muchas cosas, la crisis sanitaria ha puesto también a prueba la fortaleza de los Gobiernos de coalición. Es verdad que con diferencias notables en lo que se refiere a las competencias. El Ejecutivo autonómico ha contado con responsabilidades en materia sanitaria, lo cual ha acarreado tensiones. Prueba de ello fue la dimisión del consejero de Políticas Sociales, Alberto Reyero, de Cs, el pasado octubre, a la que siguieron posteriormente más renuncias. Sin embargo, en el último año, la unión Almeida-Villacís no ha mostrado ni una sola fisura en torno a las políticas municipales contra la crisis sanitaria, mientras que la pareja Ayuso-Aguado, con alguna tregua entre medias, ha venido marcada por las desautorizaciones.

La última, poco antes del 10 de marzo. Por tercera vez en pocos días, la Consejería de Sanidad, en manos del PP, se desmarcó de Aguado tras su petición de que los madrileños vacunados pudieran circular libremente durante Semana Santa. Anteriormente, el vicepresidente había informado del inicio de las vacunaciones en los mayores de 80 años en una fecha corregida después por Ayuso. Aguado también se mostró partidario de modificar el toque de queda, algo que no gustó en Presidencia porque no se había acordado nada al respecto.

En todo caso, las desavenencias no han venido solo por la pandemia. El voto favorable a crear una comisión para estudiar el caso de Avalmadrid, especialmente en lo que concernía a la concesión de ayudas a la empresa del padre de Ayuso, también constituyó un elemento de tensión.

Juego en equipo

La sintonía en ambas parejas ha arrojado también réditos políticos opuestos.El Ayuntamiento de Almeida y Villacís aprobó el pasado diciembre sus presupuestos de 2021. Los segundos que saca adelante en la legislatura. El Gobierno de Ayuso y Aguado, por su parte, se cerró sin aprobar sus cuentas en casi dos años, viviendo de las prórrogas.

En ese sentido, el juego en equipo que practica el Ayuntamiento no tiene nada que ver con el que había desplegado la Comunidad. El Gobierno regional solo aprobó una Ley del Suelo que está actualmente recurrida en el Constitucional. Sin embargo, el Consistorio de la capital ha conseguido algo que parecía imposible: sentar en torno a la misma mesa a PP, Cs, PSOE, Más Madrid y Vox para aprobar los Acuerdos de la Villa. Una imagen que, en medio del cruce de acusaciones en el que estaba sumido –y así continúa– el Congreso de los Diputados, adquiría una dimensión humana más que política. En ese sentido, la comunicación entre Almeida y la oposición no es comparable a la que mantiene Ayuso con PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos. Si bien el alcalde es criticado en los plenos municipales sin piedad, cuenta con más canales de diálogo con sus oponentes políticos.

La convivencia con Vox

Precisamente, el partido liderado por Javier Ortega-Smith en la capital y Rocío Monasterio en la región ha puesto de relieve diferencias irreconciliables. Tanto en el Ayuntamiento como en la Comunidad, la formación verde era la llave para asegurar un Gobierno de centro-derecha. Unos votos indispensables para evitar que PSOE y Más Madrid se hicieran con el «último bastión frente al sanchismo». Sin embargo, la actitud de Cs en la capital y en la región ha sido muy distinta.

Nada más consumarse el resultado de 2019, Aguado estableció un veto algo forzado a Monasterio, teniendo en cuenta que sus votos eran imprescindibles. Solo dos semanas después, Cs abrió la veda y permitió una negociación a tres bandas con PP y Vox. En todo caso, aquellos «asquitos y remilgos», tal y como los definió Monasterio, dejaron marcada la relación entre ambos partidos. Así se vio en cuestiones como el «pin parental», rechazada por Cs.

En cuanto al Ayuntamiento, en donde también se precisaban los votos de Vox, la relación ha ido por otros derroteros. Ha habido momentos de tensión. Uno de los primeros, el encontronazo que protagonizaron el alcalde y Ortega Smith en septiembre de 2019, en plena calle, por un acto contra la violencia de género. Por otro lado, Villacís mostró su apoyo a la reprobación en el Pleno al concejal de Vox, después de que este se enfrentara con una víctima de violencia de género. Algo que no respaldó el ala del PP. Con todo, pese a enfrentamientos puntuales, la ahora vicealcaldesa no mostró la resistencia de Aguado a la hora de negociar con los de Ortega-Smith para obtener el respaldo necesario en el Consistorio.

Sintonía personal

Quizá aquí está la imagen que lo resume todo. Nada más producirse la moción de Murcia, Villacís telefoneó a Martínez-Almeida para asegurarle que el Ayuntamiento debía quedarse al margen y que, en ningún caso, presentarían una moción de censura contra él. En cuanto al Gobierno regional, el resultado todos lo conocemos ya: una unión que se rompió el 10 de marzo porque llevaba mucho más tiempo rota.